El Museo de Minería de Pachuca. La viva pasión por la historia
Los documentos gráficos del archivo fundamentan la historia minera de la región desde 1556 hasta 1967, y lo convierten en el patrimonio más completo sobre el tema en México.
De las entrañas de los cerros hidalguenses se han extraído más de mil millones de onzas de plata y cinco millones de onzas de oro. ¿Qué es lo que queda de ellas? ¿Qué sabemos de quienes las sacaron, amalgamaron y fundieron? ¿Cómo lograron semejante hazaña? Algunas de las respuestas se encuentran en el centro de Pachuca, en la calle de Mina núm. 110, en un hermoso edificio de finales del siglo XIX.
Lo que antaño fueron las Cajas de San Rafael, en la actualidad es el Archivo Histórico y Museo de Minería, A.C., cuyos muros de cantera resguardan 950 m2 de construcción en torno de dos jardines y un patio central, y albergan las extensas colecciones de documentos, dos salas de exposición, el museo, una biblioteca y hemeroteca pública, y un laboratorio fotográfico. Los documentos, edificios y herramientas que dan fe de la apasionada y a veces dolorosa obsesión por los metales preciosos estaban por ser relegados para siempre al olvido, pero en 1987 un equipo de jóvenes comenzó a rescatarlos. Gracias a la tenacidad y convicción de mucha gente, este esfuerzo inicial desembocó en la consolidación del Archivo Histórico y Museo de Minería, una asociación civil que guarda el único acervo de su índole en la nación.
En 1993 iban remodelando el edificio a la vez que rescataban maquinaria antigua. En perfecto estado de conservación, los camiones de principios del siglo XX, conocidos como “cotorras” por sus vivos colores, comparten el jardín con una grúa de 80 toneladas, un malacate, una escultura moderna y otros objetos. Dividido en seis fondos, sus más de 1 800 metros lineales de documentos y 10 000 gráficas fundamentan la historia minera de la región desde 1556 hasta 1967, convirtiéndose en el patrimonio más completo sobre el tema en México y en un verdadero tesoro para quienes se interesan por el pasado de nuestro país. Siempre considerada como uno de los pilares de la economía, la actividad minera es una radiografía de cada época de la historia nacional. El Fondo Colonial (1556-1824) incluye correspondencia de los tres primeros Condes de Regla, así como facturas de compra-venta de esclavos, libros contables e informes de producción. Aquí aparece el nombre del sevillano Bartolomé de Medina, quien perfeccionó el sistema de amalgamación en los patios de la Purísima Grande. Aunque el azogue usado causó muchas muertes por envenenamiento, este método revolucionó la minería en toda América y propició una producción cada vez mayor.
Los documentos relacionados con el tumulto de 1766 también son de gran interés histórico, ya que constituyen el primer antecedente de una huelga obrera en México. En este caso, los barreteros lucharon por defender el partido, un sistema de pago mediante el cual el operario ganaba un porcentaje del mineral que extraía después de cumplir con una producción mínima, o tequio, establecida por el dueño de la mina. Pero el Conde de Regla, don Pedro Romero de Terreros, no se conformaba con eliminar el partido, también pretendía aumentar el tamaño del costal de mineral y reducir el número de velas permitidas, lo que provocó una fuerte oposición de los mineros. A pesar de la voluntad del gobierno colonial de llegar a un acuerdo, los problemas duraron más de nueve años, hasta que el virrey Bucareli ratificó el partido como forma de pago, que siguió siendo una práctica común hasta el siglo XIX.
La época correspondiente al Fondo Siglo XIX (1824-1906) empieza después de la destrucción y fuga de capitales causadas por la guerra de Independencia. Ya abandonadas e inundadas las minas, los ingleses, ansiosos de extender su poderío, llenaron el vacío dejado por la retirada española, con capital y con más de 1 500 toneladas de equipo traídas en barco desde Inglaterra. Tras un viaje epopéyico llegó a Pachuca por tren, desde el puerto de Veracruz, la primera máquina de vapor de balancín, del tipo inventada en Cornualles por Richard Trevithick en el siglo XIX. Hecha de cantera maciza, una austera casa de tres pisos alojaba a este incansable aparato alimentado por leña que, por fin, posibilitó el desagüe de las minas y con ello el auge de la producción de oro y plata.
Asimismo, los cornualenses nos legaron importantes técnicas mineras y sus sabrosos pastes, aunque nosotros les cambiamos su carnita con poro (no rábano) por frijoles con chilito. Los habitantes de Real del Monte aseguran que el primer partido de futbol en México se celebró entre mineros ingleses y mexicanos en su pueblo, pero a los investigadores les tocará la tarea de resolver si fue ahí o en Pachuca. Después de sentar las bases para un fuerte repunte en la producción, los ingleses, desalentados por la guerra entre México y Estados Unidos, deciden liquidar su compañía. La formación de la Sociedad Aviadora de Minas de Real del Monte y Pachuca señala el inicio de otra etapa, la cual es abordada en el Fondo Mexicano. En este periodo los inversionistas mexicanos aprovechan la infraestructura instalada por los ingleses e introducen máquinas de vapor más potentes, así como el barreno de aire comprimido, a la vez que cambian la pólvora por la dinamita.
El Fondo Norteamericano (1906-1947) reúne archivos que nos remiten a importantes cambios tecnológicos, como la sustitución de la amalgamación por cianuración en el beneficio del metal y el uso intensivo de la energía eléctrica. En los años treinta el distrito Pachuca-Real del Monte se convierte en el primer productor mundial de plata, pero apenas una década después, en 1947, la empresa United States Smelting, Refining and Mining Company declara incosteable la producción minera y vende todas sus acciones al gobierno federal. Las exhibiciones del museo reflejan la viva participación de los mineros, quienes han enriquecido la colección prestando sus objetos personales, compartiendo sus relatos y donando sus dibujos. Este contacto directo con la cultura minera actual del distrito, una relación cultivada cuidadosamente a lo largo de muchos años, dota el museo de una personalidad única. En palabras de su directora, Belem Oviedo, el museo nace de la necesidad de asegurar la preservación de ese material que se vendía como fierro viejo, por kilo, y de rendirle un homenaje a este gremio que ha labrado a través del tiempo toda una cultura minera.
En el terreno artístico, el subdirector de exposiciones, Marco Antonio Hernández, ha conseguido mes con mes importantes muestras de arte para la gente de Pachuca y Real del Monte. Creadores de la talla de Francisco Toledo, Sebastiäo Salgado, Pedro Ascensio, Flor Garduño, Pablo Ortiz Monasterio y Pedro Valtierra, han desfilado por sus dos salas de exposiciones. Esta visión integradora de la historia con las artes también se ve reflejada en hermosas publicaciones, como Canto en la Tierra e imagen ante el tiempo, un libro editado por el Archivo, que cuenta la historia de la minería del distrito mediante una depurada selección de las más de mil fotografías y negativos contenidos en la fototeca.
Todavía hoy los vestigios fantasmagóricos de la arquitectura cornualense integran el paisaje de Real del Monte, donde se encuentra el proyecto más novedoso y apasionante del Archivo Histórico: la restauración de la Mina de Acosta, el primer museo de sitio de minería en México. Por sus cimientos de construcciones coloniales, restos de una casa de máquinas cornualense y una horca de hierro oxidado de la época norteamericana, este sitio encarna toda la historia de la minería del distrito. Un pequeño equipo de ex mineros está reconstruyendo los muros usando argamasa de cal y arena y otras técnicas tradicionales a fin de respetar la integridad arquitectónica y no dañar las construcciones. Están rehabilitando las oficinas para convertirlas en un museo sobre la minería del distrito, una cafetería y varios espacios para investigadores. Además se piensa adecuar un socavón para que los visitantes puedan vivir la experiencia de una mina. Los proyectos del Archivo se han concretado con escasos recursos y muchísimo trabajo, conservando siempre una austera elegancia que los tipifica. El apoyo entusiasta y generoso de Grupo Acerero del Norte y de los licenciados Alonso y Jorge Ancira Elizondo, así como del ingeniero Xavier Autrey Maza, ha estado presente desde el principio. Fuente</b>: México desconocido No. 283 / septiembre 2000
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