Ascensos trepidantes: escalando los volcanes mexicanos
¿Te imaginas llegar a la cima de los volcanes más altos de México? Nuestros viajeros expertos nos cuentan sus anécdotas de viaje y los retos que enfrentaron al realizar esta hazaña.
Montañas, retos, posibilidades… cuatro instantáneas de quienes han aventurado sus pasos hacia lo más alto. De posibles explosiones, paseos familiares y soledades que se unen por un fin común están hechos estos testimonios.
Parque Nacional Nevado de Colima
Localizado en los límites de los estados de Jalisco y Colima, en el extremo occidental del Eje Neovolcánico. Tiene dos cumbres: el Volcán de Fuego, uno de los dos más activos del país, y el Picacho, que se cubre de nieve esporádicamente. Para acceder a la cima de este volcán hay que llegar a Ciudad Guzmán, Jalisco, tomar la carretera a La Mesa y El Fresnito y seguir la señalización al parque. Ahí, la terracería conduce hasta La Joya y a La Calle, donde se dejan los autos. El parque tiene cabañas, un albergue y estacionamiento.
“Pocas cosas me han hecho correr sin voltear atrás… La neblina no me dejaba ver a más de dos metros de distancia; de pronto oí un estruendo que cimbró todo a mi alrededor y me ensordeció unos segundos; ante esta manifestación desconocida de la naturaleza, el miedo me invadió y la adrenalina me hizo correr volcán abajo. Estaba en el Nevado de Colima y su vecino, el Volcán de Fuego, era el que había coronado una de las experiencias más emocionantes de mi vida. En las nueve mil y pico hectáreas del Parque Nacional Nevado de Colima (más del lado de Jalisco, la verdad) se pueden “matar un par de pájaros de un tiro”: subir un volcán y tener la panorámica del otro, además de disfrutar los bosques de pinos, encinos y oyameles, y tener la posibilidad de avistar un venado cola blanca, por ejemplo”.
—ISABEL SILVA
Parque Nacional Izta-Popo
Se ubica en el Estado de México y Puebla. Desde la Ciudad de México se llega por la carretera federal Chalco-Cuautla, pasando por Amecameca y desviándose hacia el camino que atraviesa San Pedro Nexapa, hasta llegar a Paso de Cortés luego de 23 kilómetros. No puedes permanecer o pernoctar dentro del parque sin el permiso correspondiente. El clima va de frío a muy frío: lleva ropa abrigadora y zapatos adecuados. Usa bloqueador solar, gorra y lentes de sol para cuidarte del sol de montaña.
“Sabia, majestuosa y llena de enseñanzas; la montaña Iztaccíhuatl siempre ha sido una gran maestra. Como si de un óleo con pinceladas de silencio, tranquilidad y sencillez se tratara, la blancura y sutiles matices del entorno invaden mi interior para encender nuevamente la capacidad de comprensión y entendimiento a través de las metáforas del entorno. Tanto la calma como las tormentas, siempre tienen un tiempo en la montaña y en la vida. Exponerse siempre a un exceso de ventiscas termina por agotar el espíritu, y un exceso de calma debilita la fuerza interior. Esperar a veces las condiciones convenientes y saber cuándo aguantar los momentos duros, puede ser la manera de lograr algunas cumbres o soluciones en la montaña y en la vida”.
—BENJAMÍN MADRIGAL
APFF Nevado de Toluca
Se trata de un volcán inactivo de fácil acceso, con 4,680 metros de elevación. Las botas o tenis deben ser a prueba de agua para caminar sin dificultad sobre la nieve y el lodo. Lleva una mochila de impacto, con lo necesario para sobrevivir 24 horas en una situación crítica. Para subir al volcán hay varias rutas. El Parque de los Venados es la más conocida y la que recibe a más visitantes; así que es quizá ideal para quienes ascienden al volcán por primera vez porque en el trayecto te sentirás acompañado de decenas de personas.
“Empieza el trayecto, en el ‘sube y baja’ del todoterreno me sumo al plan familiar de unos amigos que ascienden seguido al Nevado con sus hijas. En la primera parte, las niñas experimentan la diversión que ninguna montaña rusa puede ofrecer. Continuamos el ascenso hasta llegar a Las Antenas, el último refugio antes del cráter, y ahí se detiene el vehículo. Llegamos al inmenso cráter que tiene dos lagunas: la del Sol y la de la Luna. El imponente paisaje me trae a la mente imágenes de películas de ciencia ficción de un planeta remoto. Qué agradable sensación saber que no necesito ir tan lejos para experimentar un verdadero viaje galáctico. En el ambiente de montaña se vive una fraternidad especial. Todos tienen clara la meta del ascenso y a pesar de experimentar desgaste, cansancio y frustración no falta quien se cruza en tu camino y te anima a seguir adelante. ‘Vamos, échale ganas, ya mero llegas’, es el mantra. Subir un volcán es un reto magno y la sensación de lograrlo genera felicidad absoluta porque se disparan los niveles de endorfinas. Cuando logras alcanzar una cumbre lo que viene a tu mente es pensar en cuál será tu siguiente reto”.
—DASHA HORITA
Parque Nacional Malinche
Desde 1938, este sitio fue declarado Parque Nacional y cuenta con un área protegida de 45, 711 hectáreas. Este volcán extinto también es conocido como Matlalcueye “la de enaguas azules”, así lo nombraron los indígenas prehispánicos. Se ubica a 13 kilómetros de Huamantla, a 43 de Tlaxcala y a 151 de la Ciudad de México. Al llegar a la cima, a 4,400 msnm, se podrá apreciar la punta del Pico de Orizaba, el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl. Cuenta con un albergue con palapas, zonas para acampar y caseta de vigilancia las 24 horas del día.
“Recuerdo perfectamente la sensación conforme comenzamos a ascender, esa que te hace abrir bien los ojos y alertar los demás sentidos, esa que te impulsa a seguir. Aquella sensación me acompañó en todo el ascenso pero en cierto momento de cansancio otra más se asomó en mí: ¿será que pueda llegar a la cima? ¡Claro que sí! Subir a La Malinche es una comunión entre el entorno y uno mismo, su inquietante tranquilidad seduce a meditar y sentir el reto que fortalece el vínculo fraternal entre mis cómplices de travesía, apoyándonos para lograr nuestra meta en común. Hermosa Matlalcuéyetl de faldas azules, ¡qué maravilla descubrir cómo sus caminos cambian! Dejar atrás el bosque y comenzar un nuevo sendero rocoso y nevado, mirar atrás y asombrarte con lo logrado, mirar al frente y alegrarte con un paisaje inédito. Al llegar feliz a la cima descubrí que no solo se trataba de llegar a una meta, sino seguir en el camino en busca de nuevos desafíos”.
—HERBEY MORALES