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En busca del Galeón de Manila

Que naufragó en las costas de Baja California

Texto: Roberto Junco Sánchez
Fotografías: Alfredo Martínez

Haz turismo en Coahuila

Durante noviembre de 2016 se realizó un viaje al Pacífico en Baja California para continuar el estudio de un misterioso galeón de Manila naufragado hace más de 400 años en las costas del Paralelo 28. Estos barcos surcaron el mar por 250 años (de 1565 a 1815), y este es uno de los tempranos.

Un grupo de arqueólogos e investigadores se reunieron para realizar esta expedición que, tras 17 años, continúa con la exploración de un galeón de Manila que naufragó en aguas del Pacífico. Aquí los resultados de una investigación auspiciada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

OBJETIVO

El objetivo de la expedición es localizar evidencias materiales para reconstruir la trágica historia de este barco que no llegó a su destino final en el puerto de Acapulco. Durante los días en que se recorrió el sitio, se localizaron entre las dunas fragmentos de porcelana china de la época de la dinastía Ming (1368-1644 d. C.) y en concreto del reinado del emperador Wanli (1572-1620 d. C.), cerámicas asiáticas de carga y algunos objetos metálicos, como una moneda española de plata de cuatro reales.

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Puntos clave:

  • Localizar evidencias arqueológicas del naufragio de un galeón de manila.
  • 5 días de exploración y levantamiento de información.

LA EXPEDICIÓN

COORDENADA: EL PARALELO 28

No se encuentran galeones todos los días. Nuestra expedición casi tiene uno, pero éste se resiste. Como un marlín que ya mordió el anzuelo, de repente se deja ver fuera del agua y se sabe que está ahí, pero hay que pelear para atraparlo. Lo mismo pasó con el barco, después de años de caminar por las desoladas dunas de la costa del Pacífico de Baja California, hemos ido localizando restos, partes, fragmentos del galeón, aunque no lo habíamos visto aún.

La lancha que nos llevó a la lejana playa, donde naufragó este galeón de Manila en la década de 1570, avanzaba entre las olas que pegaban por la amura de babor y que me mojaban con esa agua salada y fría que caracteriza este mar. Quería decir alguna grosería, pero el viento frío que se metía entre la chamarra y el impermeable hizo que solo agachara la cara en signo de resignación. Éramos una docena de locos, cada cual con su historia, pero todos apasionados por el pasado y el mar, claro, el que no perdona. No aquel de postal del Caribe, tipo alberca, no, este mar que se traga a los hombres de vez en cuando. Tanto, que en el pueblo cercano quieren hacer un memorial a los que no regresaron, pero no han juntado el dinero.

 

BIENVENIDA DE LOS ANFITRIONES

En el trayecto avistamos aves: pelícanos, gaviotas, fragatas, playeritos y un águila pescadora. Cuando aparecieron delfines a estribor, todos se alegraron y sacaron sus cámaras, que fueron mojadas por las olas. Por eso yo solo los vi y los saludé a mi manera, pidiéndoles permiso para pasar por sus aguas con un motor diésel y dejé que se fueran (perdón por molestar; gracias por saludar, pensé). Al cabo de media hora, avistamos la playa de desembarco y, finalmente, arribamos. El ayudante del patrón de la embarcación hizo la señal para que fuera lanzada el ancla y poco a poco encallamos la lancha en la playa. Bajamos sin zapatos porque otras veces nos hemos mojado hasta arriba de las rodillas. El agua estaba helada. En tierra había que secarse, quitarse la arena y ponerse los calcetines y las botas. Empezó el periplo: caminamos varios kilómetros hasta llegar al sitio principal donde se había localizado la mayor parte de los más de dos mil artefactos recolectados del cargamento del galeón durante los 17 años que ha durado este proyecto.

UN RICO LEGADO CULTURAL

Los galeones de Manila fueron barcos que hicieron el recorrido entre Manila (actualmente Filipinas) y Acapulco cada año de 1565 a 1815 en un viaje épico que podía durar hasta seis meses en el trayecto a América. El Galeón de Manila o Nao de China, como también se le conocía, traía a la Nueva España productos como canela, clavo, seda, porcelanas chinas, objetos suntuarios de Japón, China y hasta de la India. Y de regreso a Asia, llevaba la codiciada plata mexicana, esa que salía de las entrañas de la tierra a fuerza de lomos sudados y mal comidos, y que, luego, adornaba la liturgia de los altares barrocos y los cofres de la aristocracia virreinal.

Continuamos con la caminata por las dunas y a cada pisada se me hundía un poco el pie. El viento soplaba desde el mar frío, con ese ruido permanente que arrulla. Aparecieron todo tipo de cosas. Un esqueleto de tortuga, otro de delfín y uno de ballena, que pudimos identificar a cientos de metros por la peste. Había también focos de todos tamaños, botellas de vidrio de varios colores y formas, plásticos a montones, deslavados, a medio desintegrarse. Estas playas son testimonio del paso desastroso de la humanidad por el planeta.

Aquí en la nada, había un juguete de King Kong. Hemos ido conquistado la naturaleza con basura. Sentí vergüenza de la especie humana. Las largas caminatas me provocaron reflexiones. De repente, saltó a la vista algo azul: ¡era un tiesto de porcelana china!

 

DOCUMENTACIÓN

Entonces comenzamos el proceso de documentación. Primero le asignamos un número y, en un pizarrón —donde viene información como el nombre del proyecto y la fecha—, se apuntaron también las coordenadas que marca el gps y se sacó una foto. Esta información nos permitió dibujar y localizar todas las piezas en un mapa, con lo que supimos cómo se encontraba distribuido el viejo cargamento en la playa. Posteriormente, colectamos las piezas y las llevamos al campamento. Repetimos cada día el mismo proceso. Con la información recabada, preparamos un informe de actividades. La arqueología no es como la pinta Indiana Jones, sino que la metodología de trabajo debe definirse con claridad y ejecutarse muy puntual. De hecho, pasamos más tiempo en gabinete, trabajando con los materiales y la información recolectada, que en campo. En gran medida por eso me sentí tan feliz en aquel paraje, fuera de la oficina y de la ciudad.

DETECTOR DE METAL

Tras tres días de trabajo, llevábamos varias decenas de tiestos documentados. Por otra parte, sacamos detectores de metal, pero no los usamos de manera aleatoria, sino que hicimos un recorrido sistemático para estar seguros de que fue cubierta a conciencia el área prospectada. No tiene nada de placentero este trabajo: la mayor parte de las veces lo que se detecta es basura, como latas de cerveza o metales que fueron algo en algún momento y que han llegado a esta playa aventados por las corrientes, del mismo modo que el galeón que estudiamos.

En este paisaje pardo y extraño, la porcelana resaltaba como un objeto hermoso, un tesoro. Los tiestos de cerámica blanca con decoración en azul nos envolvieron con su belleza. ¿Quién hizo estos objetos? ¿Quién los compraría y usaría en la Nueva España? ¡Qué cosmopolita debió ser aquel mundo! Quizá la globalización no es tan contemporánea como queremos pensar… ¡Hace 450 años había mexicanos consumiendo productos chinos!

DESPEDIDA

La lancha vino a la hora pactada, como todas las tardes. Llegó la despedida del sitio que nos vio caminar por cinco días. Aquel ocaso, el mar estaba más frío y el viento se levantaba más. La promesa de una sopita caliente nos animaba. Arribando al muelle nos esperaba un manjar: unas patas de mula y garras de león con limón y salsa. El sabor era como tragarse el mar. Vimos el atardecer hermoso iluminando la Baja y el Pacífico. Solo nos quedó la sensación de humildad ante el espectáculo de la naturaleza. Ha concluido nuestro tiempo en este lugar bizarramente hermoso.  Después de cinco días en campo, el botín no parece gran cosa, pero es enorme. La ciencia funciona así, lentamente, pero hoy conocemos más que ayer de este naufragio y, por lo tanto, de la sociedad que navegó en su cubierta, que murió lejos de todo lo que soñaban.

Por ejemplo, ahora sabemos que el barco debió ser  de unas 400 toneladas, que su casco tenía recubrimiento de planchas de plomo, que transportaba sus víveres en cerámicas asiáticas cocidas a gran temperatura y de gran resistencia, que como carga llevaba platos elaborados en latón con la técnica de cloisonné, porcelanas chinas en azul y blanco y policromas, que llevaba pistolas con municiones redondas de plomo,  que transportaba grandes cantidades de cera filipina, muebles elaborados con sus llaves para abrirlos, el caudal de algún pasajero en monedas de plata de varias denominaciones, espejos chinos de bronce, incensarios del mismo material y, claro, inferimos que traía también especias y textiles fantásticos.

Hoy sabemos más de ese capítulo de nuestra historia que marcó tanto nuestra cultura y que está por todos lados. Cuando palpo el sabor de la canela, el clavo y la pimienta, cuando me pongo un paliacate, cuando veo una pelea de gallos y escucho los cohetes pintar el cielo, recuerdo el impacto de las miles de cosas que vinieron en aquellas embarcaciones, como en este galeón de Manila.

PARA SABER

 OTROS TERRITORIOS EXPLORADOS

En México hemos hecho algunas expediciones relacionadas con este tema. Por ejemplo, a San Blas, Nayarit, importante base marítima de la segunda mitad del siglo xviii. O Acapulco, que más allá de su vocación actual como sitio turístico —ese lugar donde comúnmente la gente vio el mar por primera vez o se emborrachó en la adolescencia—, tiene su historia, una que con solo ver el Fuerte de San Diego queda patente. Por ahí pasaron las delicias de Asia, piratas holandeses, invasiones extranjeras y ¡el gran Morelos!

TORNAVIAJE

Los galeones de Manila surcaron la mar durante 250 años desde 1565, cuando Fray Andrés de Urdaneta, el famoso Monje-Marino, descubrió el camino de regreso a América o tornaviaje, el cual se mantuvo estable hasta 1815, cuando los movimientos de independencia pusieron fin a este itinerario. Los galeones de Manila (actual Filipinas) fueron barcos enormes que intentaban cruzar la mayor cantidad de productos. El tornaviaje duraba hasta seis meses, lo que lo convierte en la ruta más larga de la historia. El proyecto del INAH Galeón de Manila Baja California empezó sus labores en 1999.

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TORNAVIAJE

Los galeones de Manila surcaron la mar durante 250 años desde 1565, cuando Fray Andrés de Urdaneta, el famoso Monje-Marino, descubrió el camino de regreso a América o tornaviaje, el cual se mantuvo estable hasta 1815, cuando los movimientos de independencia pusieron fin a este itinerario. Los galeones de Manila (actual Filipinas) fueron barcos enormes que intentaban cruzar la mayor cantidad de productos. El tornaviaje duraba hasta seis meses, lo que lo convierte en la ruta más larga de la historia. El proyecto del INAH Galeón de Manila Baja California empezó sus labores en 1999.

OTROS TERRITORIOS EXPLORADOS

En México hemos hecho algunas expediciones relacionadas con este tema. Por ejemplo, a San Blas, Nayarit, importante base marítima de la segunda mitad del siglo xviii. O Acapulco, que más allá de su vocación actual como sitio turístico —ese lugar donde comúnmente la gente vio el mar por primera vez o se emborrachó en la adolescencia—, tiene su historia, una que con solo ver el Fuerte de San Diego queda patente. Por ahí pasaron las delicias de Asia, piratas holandeses, invasiones extranjeras y ¡el gran Morelos!

Haz turismo en Coahuila

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autor No hay mejor forma de conocer México, que a través de sus sabores. Acompáñame a descubrir lo dulce y lo salado de este país. En Instagram te dejo más recomendaciones para comer sabroso.

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