La Muñeca Fea, la cueva más grande de América
Texto y fotografías: Gustavo Vela Turcott EL DESCUBRIMIENTO En 1999, mientras caminaban por la montaña en las cercanías de Huizmaloc, tres exploradores del GSAB encontraron la entrada de una cueva de tamaño considerable, se metieron en sus fauces y fueron descendiendo poco a poco por una rampa hasta que se convirtió en un pozo, en […]
Texto y fotografías: Gustavo Vela Turcott
EL DESCUBRIMIENTO
En 1999, mientras caminaban por la montaña en las cercanías de Huizmaloc, tres exploradores del GSAB encontraron la entrada de una cueva de tamaño considerable, se metieron en sus fauces y fueron descendiendo poco a poco por una rampa hasta que se convirtió en un pozo, en cuya pared colocaron una cuerda para hacer un rapel de 15 metros. Siguieron avanzando y descendiendo con más cuerda y más agua que venía de otros afluentes. A la profundidad de 300 metros se les acabó la cuerda, por lo que tuvieron que regresar a la superficie y al campamento.
Otro día en la misma expedición volvieron con más cuerda para seguir bajando, descendieron otros cuatro pozos y varias rampas. Cuando parecía que iba a acabarse la cueva, porque las paredes se juntaban, de pronto se volvió a ensanchar y llegaron a un salón a la profundidad de 400 metros; subieron por una pequeña pendiente de piedras y lodo y la bóveda se abrió aún más.
Echaron un grito para dimensionar dónde estaban y el eco del grito duró nada más y nada menos que 13 segundos rebotando en la inmensidad de la sala. ¡Quedaron atónitos tras tremendo hallazgo! Les llevó varias horas hacer el mapa perimetral del salón para no perderse. Cuando llegaron al punto de partida al que habían arribado en la mañana ya era de tarde, como vieron que la cueva no continuaba remontaron por las cuerdas y hasta ahí se había quedado la exploración. Con la suma de los datos vieron que la sala medía 400 de largo por 200 de ancho y la altura del techo la estimaron 100 metros, ya que la luz de sus lámparas de carburo no llegaba muy lejos. Decidieron llamarle Cueva Tlamanictli y al salón La Muñeca Fea.
OBJETIVO
Años atrás escuché historias sobre un salón subterráneo tan grande que quizá cabrían dos o tres estadios de futbol como el Azteca. ¡¿Cómo podría existir bajo tierra algo tan grande hecho por la naturaleza?! Como no podía creerlo, junto con mis amigos del Grupo Espeleológico Alpino Belga (GSAB), organizamos esta expedición a la Sierra Negra en el sur del estado de Puebla, a la Cueva Tlamanictli, con el objetivo de volver a medir las dimensiones del Salón La Muñeca Fea, documentar fotográficamente esta gran sala y tratar de encontrar paso por algún lado para ir más profundo.
Unos exploradores ingleses tenían un proyecto de medir los 14 salones más grandes del mundo y este era el último en su lista, así que era excelente oportunidad para trabajar en conjunto y desentrañar el misterio de este gran salón.
LA EXPLORACIÓN
EL REGRESO
Luego de 18 años del hallazgo, decidimos regresar al Salón La Muñeca Fea, para poder cumplir con los objetivos. Después de hacer las compras de la comida y otros menesteres en Tehuacán, subimos varias horas por la sinuosa y empinada carretera que nos llevaría a Zoquitlán y después por el destartalado camino de Cosavicotla, lugar donde nos prestaron un terreno y pusimos nuestras carpas. Nos dividimos el trabajo: mientras unos montamos el campamento base poniendo la cocina y los toldos, otros hicieron la letrina y otros más fueron a conseguir agua. Dos días de pura talacha hogareña para estar bien instalados.
PRIMERAS INCURSIONES
A la par de instalar el campamento, un grupo se adelantó a Cueva Tlamanictli para poner las cuerdas necesarias. Como usualmente llueve en la zona montañosa de la Sierra Negra, la colocación de las cuerdas tuvo que ser muy meticulosa; fue instalada fuera del cauce del agua, para poder salir en el caso de que se presentase alguna crecida.
Del campamento base a la cueva son 30 minutos de terracería en una camioneta de doble tracción, al final de este camino hay que tomar un sendero mayormente ascendente que pasa por varias casas muy humildes pertenecientes a la localidad de Cruztitla. Después de hora y media de una subida agotadora se llega a la boca de la Tlamanictli.
Poco a poco nos fuimos alistando: nos pusimos un traje térmico pegado al cuerpo, luego otro de cordura, una tela muy resistente pero flexible. Inmediatamente después, nos colocamos el arnés que iba a la cintura y del que pendía nuestra vida; pusimos el descensor para hacer los rapeles por la cuerda y también los dos ascensores, los que nos ayudarían a subir por las verticales. Probamos la luz del casco y la de emergencia, nos aseguramos que funcionaran correctamente, nos pusimos el casco y uno a uno nos fuimos metiendo en la oscuridad perpetua de la cueva.
Avanzamos rápido y fluido por las cuerdas y en un par de horas llegamos al fondo: ansiábamos ver el gran salón. Quedamos perplejos: lancé un grito y el eco tardó en perderse 13 segundos.
Remontamos por el gran colapso de piedras, el cual nos hizo sentir diminutos ante el tamaño colosal de las rocas que llegaban a tener las dimensiones de una casa pequeña. Continuamos subiendo hasta alcanzar la parte más alta; los compañeros que se habían quedado abajo parecían pequeñas hormigas que deambulaban lejanas a nosotros, sus conversaciones se deformaban hasta parecer ruido inteligible y sus lámparas semejaban los potentes haces de luz de lejanas luciérnagas iluminando las paredes o el techo. Los seis que estábamos ahí quedamos maravillados por la magnificencia del lugar; ¡cómo la naturaleza ha podido crear semejante lugar, tan inmenso, tan lejano, tan majestuoso!
Esa noche, ya en el campamento, navegué por los laberintos de mi mente y me cuestioné cómo podría hacer una buena fotografía para mostrar tal tesoro subterráneo. Sentí que la envergadura del proyecto me devoraba y me rebasaba. Dormí intranquilo.
EL ANHELO ESPERADO: MEDICIÓN Y FOTOGRAFÍA
Dos días después regresamos a la cueva, ahora junto con los ingleses que llevaban un escaner que haría las medidas con precisión de la sala entera. Cuando ya estuvimos ahí, ellos echaron a andar el escaner, el cabezal giró y un rayo láser midió el entorno. Lo apagaron. Se movieron del lugar unos 50 metros para volverlo a encender; repitieron la acción una y otra vez.
Más tarde llegaron mis compañeros y entramos a escena; me tocó explicar cómo y dónde se debían poner, tuve que coordinarlos e indicarles cuándo debían prender sus luces, pues después de pensarlo tanto, decidí hacer una fotografía con el obturador abierto, es decir, varios segundos para que las luces pintaran la bóveda. Aunque llevaba cuatro radios con los que me comunicaba con nueve personas, la situación se complicaba porque unos hablaban inglés, francés y otros español. Por si fuera poco, un radio empezó a fallar. A gritos di la orden de prender las luces. La bóveda se iluminó y todos quedamos perplejos al ver la dimensión del lugar. No dimensioné correctamente el volumen del lugar: la foto quedó oscura. Subí el ISO. Volvieron a encender sus luces; la foto resultó mejor, pero algunos estaban mal colocados. Se reubicaron, movieron el haz de su lámpara, volví a disparar: la foto mejoró. Así ocurrió varias veces hasta que quedé satisfecho con el resultado. Agotados y con dolor de cabeza acabamos la sesión fotográfica.
Mientras tanto, seis compañeros se quedaron dos días dentro de la cueva para hacer nuevamente el mapa detallado del salón y revisar todos los recovecos para encontrar un nuevo camino, aquel que nos llevara más profundo.
Por la noche, reaparecieron todos nuestros colegas en el campamento con la noticia de que habían terminado el escaneo y el mapa del salón; revisaron varias zonas que no pudieron recorrer más. No podíamos seguir en dirección al centro de la Tierra.
LOS RESULTADOS
UNA OPORTUNIDAD MÁS Y LOS RESULTADOS
Al día siguiente, amanecimos con un sol radiante. Solo nos quedaba sacar las cuerdas de la cueva, pero vi otra oportunidad de hacer las últimas fotografías, así que nos organizamos para regresar a la cueva. Ya en la cavidad, la progresión fue lenta porque les pedí a mis compañeros que se detuvieran para ayudarme con las luces. Saqué la cámara e hice un par de fotos, después cambié el modo de la cámara a video y grabé a mis amigos en acción, haciendo el descenso por la cuerda. Guardé la cámara para avanzar.
Más adelante la saqué y tomé más fotos. Así pasó la mañana. Cinco horas después, llegamos a 400 metros de profundidad. Dimos una vuelta más por el salón, no perdí tiempo; hice otras fotos y al fin obtuve algo bueno de video, ¡quedé satisfecho!
El salón La Muñeca Fea mide 400 metros de largo por 240 metros de ancho y finalmente supimos la altura del techo; lo habían estimado entre 100 y 150 metros, pero estaban lejos de esa aproximación, ya que la altura fue de 225 metros. Con este escaneo tan detallado ahora sabemos que su volumen en metros cúbicos es de 5.9 millones, casi 63 mil metros cuadrados, esto quiere decir que cabrían seis estadios Azteca en su interior, ¡seis! Es difícil imaginar las proporciones de algo tan grande hecho por la naturaleza. El salón La Muñeca Fea queda situado en la cuarta sala más grande del mundo.
OTROS DATOS
¿CÓMO SE LOCALIZA UNA POSIBLE CUEVA?
En un mapa topográfico se identifican las zonas donde hay roca caliza y se buscan las posibles entradas. En la salida de campo se camina mucho para encontrar los puntos importantes. Dependerá de la naturaleza y de la suerte hallar alguna cavidad de interés.
¿QUÉ SE NECESITA PARA ENTRAR A LAS CUEVAS?
Primero se debe tomar un curso de espeleología y tener buena condición física. A una cueva nunca se debe entrar solo, siempre se debe ir acompañado. Hay que usar casco y al menos dos fuentes de iluminación.
¿QUÉ EQUIPO SE UTILIZA PARA EL DESCENSO?
Se debe tomar un curso de progresión en cuerdas, porque hay que saber ponerlas correctamente por donde se va a bajar. Hay que tener un arnés que se ajuste a la cintura y otro al pecho, donde se coloca el descensor y los ascensores. Casco y dos lámparas.
¿QUÉ EQUIPO TÉCNICO SE USÓ PARA LA MUÑECA FEA?
Para poder entrar a este salón se usaron 600 metros de cuerda, 90 mosquetones, 80 plaquetas (anclajes de pared), dos semanas de expedición desde los preparativos hasta regresar a casa, 24 personas, media tonelada de comida e insumos varios.
¿CÓMO SE FORMAN ESTOS SALONES TAN GRANDES?
Por disolución. La mayoría de las cuevas se forman en roca caliza debido a que es relativamente más suave que otras. El agua se filtra por las grietas y después de millones de años disuelve el carbonato de calcio de la roca hasta formar conductos por donde pueden pasar los exploradores. En el caso de los salones, el agua se filtra por varios lados debilitando el techo, que por su propio peso colapsa varias veces hasta que da lugar a enormes salones.
LOS CINCO SALONES MÁS GRANDES DEL MUNDO
1) Miao Room, China
2) Sarawak Chamber, Borneo
3) Cloud Ladder Hall, China
4) Salón La Muñeca Fea, México
5) Hong Meigui Room, China