Fábrica de San Pedro, fortaleza del siglo XIX (Michoacán)
De entre las calles de Uruapan surge esta construcción del siglo XIX en la que funcionó una importante fábrica de textiles.
Olvídate de la rutina y escápate:
Adrián Téllez, guía experto de Tlalpujahua y mariposas monarca
Sin dejar de maravillarnos, poco a poco la ciudad de Uruapan nos va revelando sus secretos; secretos que van surgiendo en cuanto nos adentramos en sus calles y en sus tradiciones, en esa parte mágica que suele acompañar a la historia y que nos atrae con un misterioso magnetismo. Así, de pronto nos sale al encuentro la Fábrica de Textiles de San Pedro, fortaleza que ejerce su poder de sugestión en todo aquel que la mira.
Ubicada en la calle Miguel Treviño, en el centro histórico de la ciudad, se yergue esta construcción del siglo XIX semejante a una de las haciendas de la época, de arquitectura ecléctica, compuesta de ladrillo, piedra, arcos y nostalgia, que acompaña como testigo silencioso al río Cupatitzio en su eterno viaje hacia la Tzaráracua.
Este edificio fabril fue construido entre 1892 y 1894 por la sociedad que formaban los señores Leopoldo Hurtado y Espinosa (accionista principal), Nabor Hurtado y Espinosa, Wenceslao Hurtado, Silviano Hurtado y Silviano Martínez; para llevar a cabo el proyecto de construcción, la sociedad tuvo que comprar las huertas de Los Cedros y El Zapote, cuya ubicación a orillas del Cupatitzio permitía aprovechar la corriente del río como un potente generador de fuerza motriz. Posteriormente la sociedad se dio a la tarea de buscar la fuerza de trabajo, es decir, obreros familiarizados con la industria textil y dispuestos a incorporarse a las diferentes actividades –como el cardado, el lavado y el hilado del algodón–, junto con un grupo de técnicos extranjeros encargados del mantenimiento de los telares, de origen inglés. Estos telares eran traídos desde Pátzcuaro a Uruapan en carretas tiradas por bueyes, ya que por esos años no se contaba con el ferrocarril.
Al principio la fábrica de San Pedro ofrecía productos de la mejor calidad, pues eran elaborados con lino, lana, algodón y seda, pero después hubo problemas con el suministro de la materia prima y la producción tuvo que diversificarse, hilándose también rebosos, toallas y pañuelos, entre otros artículos.
La fábrica de San Pedro no era la única ubicada en la región, y particularmente en Uruapan, donde se encontraba otra industria fabril textilera llamada “La Providencia” (antes “El Paraíso”), construida en 1874, cuyos accionistas obtuvieron por parte del gobierno estatal una serie de exenciones en el pago de impuestos y el permiso de importar la maquinaria correspondiente.
Fue precisamente durante el porfiriato cuando la economía michoacana adquirió suma importancia, sobre todo la industria textil, junto con la agricultura y el comercio.
La fábrica de San Pedro alcanzó su auge entre 1904 y 1905, cuando se construyeron varias presas y canales que permitieron aumentar la producción, así que al final de esa primera década ya contaba con una capacidad de 200 telares y más de 600 husos.
Asimismo, se impulsó el cultivo de la morera, cuyas hojas constituyen el principal alimento del gusano de seda.
Con el transcurso del tiempo y debido al reducido salario y a las largas jornadas de trabajo, los obreros se levantaron en huelga en repetidas ocasiones, provocando grandes pérdidas a la empresa; ante la posibilidad de quiebra, la fábrica pasó a manos de los trabajadores para que fuera manejada como cooperativa, lo que a final de cuentas tampoco funcionó.
A pesar de que Uruapan no se convirtió en la zona industrial michoacana, la economía basada en la agricultura, la explotación de madera y la industria textil contribuyeron en gran medida al progreso de la localidad.
La fábrica de San Pedro cuenta con una extensión de 12 000 m2; actualmente, pero sin dañar la fachada original, se construyó un centro de convenciones y se adaptaron áreas verdes. El edificio principal ha servido como marco escénico tanto para películas (como Campanas Rojas y Auandar Anapu, entre otras), como para eventos culturales y fiestas tradicionales.
Al interior de la fábrica podemos observar grandes espacios diseñados para el área de producción; los telares, después de poco más de un siglo, se encuentran polvosos y en el mismo lugar de aquellos años, como esperando el regreso de los textileros. Al fondo están las bodegas que una vez sirvieron para guardar y proteger la materia prima, y que albergaron lo que fue la cárcel municipal de Uruapan desde principios de los setenta hasta mediados de los ochenta; también cuenta con espacios abiertos localizados entre altas columnas, dando al observador la visión de un manto nocturno estrellado.
Fuente: México desconocido No. 288 / febrero 2001
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