Fiesta de muertos en la Zona Mixe de Oaxaca
Ayutla, a despecho del tiempo, mantiene tradiciones prehispánicas debido al aislamiento en que la tuvo su accidentado terreno. Rodeada de montañas, entre espesa niebla y bosques de coníferas, se encuentra Ayutla, población mixe donde la fiesta de muertos se celebra de manera muy peculiar.
Entre las profundas cañadas formadas por el nudo del Zempoaltepetl en el noroeste del estado de Oaxaca, habitan los mixes, etnia cuyos usos y costumbres están impregnados de la más profunda tradición. Salvo unas pocas excepciones, los pueblos mixes están situados sobre cumbres y riscos de marcada pendiente con elevaciones sobre el nivel del mar que fluctúan entre 1 400 y 3 000 m. Las condiciones del terreno y los ríos impetuosos dificultan las comunicaciones en esta región que consta de 17 municipios y 108 comunidades, siendo las más importantes Cotzocón, Guichicovi, Mazatlán, Mixistlán, Tamazulapan, Tlahuitoltepec, San Pedro y San Pablo Ayutla y Totontepec.
La primera incursión española en territorio mixe la llevó a cabo Gonzalo de Sandoval en 1522, y posteriormente el área fue escenario de sucesivas invasiones, una de las cuales provocó la confederación de todos los pueblos de la región: mixes, zoques, chinantecos y zapotecos.
Hacia 1527 los indígenas fueron vencidos por los españoles después de sangrientas batallas, y este hecho marcó el comienzo de su dominio sobre la zona mixe. Sin embargo, los misioneros tuvieron más éxito que los soldados y hacia 1548 iniciaron su labor de evangelización. A lo largo del siglo XVI, la provincia dominicana de Oaxaca logró fundar cuatro vicarías en la región, y para finales del siglo se había logrado la congregación y cristianización de la mayor parte de los pueblos.
A lo largo de la Colonia y hasta el siglo XIX, debido posiblemente a su poca importancia económica y a su inaccesibilidad, el territorio mixe no fue tomado en cuenta por los conquistadores y permaneció ajeno a los movimientos sociales más importantes, y no fue sino hasta la Revolución de 1910 cuando la lucha por la autonomía de Oaxaca involucró a participar en la vida política del estado.
En nuestros días la etnia se encuentra inmersa en la problemática general del país, y específicamente en la del estado de Oaxaca. La migración en búsqueda de alternativas económicas es significativa y la deserción hacia los centros de desarrollo es un fenómeno tan común que algunos poblados quedan prácticamente abandonados al emigrar temporalmente sus habitantes.
Los mixes de la zona fría cultivan principalmente maíz y frijol en sus tierras de temporal; en algunas poblaciones de clima intermedio o cálido siembran también chile, tomate, calabaza y papa; sin embargo, debido a la dificultad para comercializar estos productos su distribución queda en manos de intermediarios. Desde el punto de vista económico los cultivos más importantes de este pueblo son el café, que le permite un ingreso significativo, y el barbasco, planta silvestre que crece en abundancia y que se vende a la industria química para la producción de hormonas.
Es importante hacer notar que entre los mixes se conserva todavía una organización religiosa tradicional basada en el sistema de cargos que se inicia con el topil hasta alcanzar el más importante: el mayordomo. El alto costo que significa el ejercicio de ciertos cargos solamente permite su desempeño por un año, a pesar de que en algunos casos la elección es por tres. Los cargos políticos como topiles, policías, cabo mayor de vara, mayores, comandante, regidor de vara, síndico, presidente y alcalde, se intercalan con los religiosos, siendo un requisito importante para el ascenso político el haber desempeñado rigurosamente los puestos escalafonarios.
Sin embargo, esta situación ha cambiado en los últimos años debido a la aparición de grupos protestantes que han interferido en las actividades y ceremonias del ritual tradicional y católico. Asimismo, la actividad política se ha visto influida fuertemente por los diferentes partidos, los cuales ahora nombran a los puestos públicos.
Decía Alfonso Villa Rojas en 1956 que dadas las condiciones en que por siglos han vivido los mixes, sus usos, costumbres y creencias se encuentran saturados de supervivencias prehispánicas. El culto a sus deidades se mantiene vigente: los dioses del viento, de la lluvia, del rayo y de la tierra se mencionan con frecuencia en las oraciones y ceremonias que realizan en lugares sagrados como cuevas, cerros, manantiales y rocas de formas especiales, mismas que se consideran representaciones de alguna deidad, o por lo menos residencia de la misma.
Las ocasiones para realizar ritos y ceremonistas son múltiples, pero de manera preponderante ocupan la atención religiosa de los mixes los actos que marcan el ciclo de vida, aquellos que ocurren desde que nace hasta que se muere, así como los que tienen conexión con el ciclo agrícola. Es de interés hacer notar que el grupo de los pocos en México que aún conserva un calendario ritual compuesto por 260 días con meses de 13 días y cinco considerados como nefastos, cuyo conocimiento y manejo está en manos de especialistas, adivinadores y “abogados”.
LA MÚSICA
Uno de los rasgos más sobresalientes de la cultura mixe es su sentido musical; en las ejecuciones de música tradicional y mestiza los integrantes de las bandas mixes manifiestan todo el sentimiento de su etnia.
Desde la época prehispánica el uso de instrumentos de viento y percusión era ya tradicional entre los mixes. Los códices, la cerámica, los frescos y las crónicas nos dan noticia del tipo de instrumentos que utilizaban, y se sabe específicamente que cumplían una función religiosa, civil y militar. Sin embargo, la música sufrió también el impacto de la Conquista, y nuevos instrumentos como las trompetas, los tambores y pífanos, las arpas y las vihuelas se conjugaron con las chirimías, el huéhuetl, los caracoles y los teponaztlis dando lugar a nuevos sonidos.
Oaxaca comparte la larga historia musical del resto de México, y los oaxaqueños son un pueblo amante de la música que ha dado magníficoscompositores. Es enorme la variedad en la música indígena de este estado; baste recordar la riqueza de temas, estilos y ritmos que se bailan en la Guelaguetza.
Fue Porfirio Díaz quien se preocupó por desarrollar en su estado natal algunas de las mejores bandas, y encargó a Macedonio Alcalá –autor del valsDios Nunca Muere,himno oaxaqueño por cierto-, la dirección del Conservatorio y la instrucción musical pública. Las bandas indígenas alcanzaron entonces su máximo esplendor y aún juegan un papel muy importante en las comunidades de los estados de Oaxaca, Morelos y Michoacán.
La música ha llegado a alcanzar extraordinaria relevancia entre los mixes; existen pueblos de la zona donde los niños aprenden primero a leer música que palabras. En algunos de ellos la comunidad entera presta su ayuda para que la banda sea la mejor de la región, pero como los recursos son muy escasos no siempre se puede contar con instrumentos nuevos o dar mantenimiento a los ya existentes. Por ello, no es raro ver instrumentos reparados con ligas de hule, pedazos de madera, hilos, parches para llantas de bicicleta y otros materiales.
El repertorio de las bandas mixes es muy amplio y una gran parte de él lo forman expresiones musicales como sones, jarabes y música de otras regiones del país, aunque también interpretan obras de carácter académico como valses, polkas, mazurcas, pasos dobles, trozos de óperas, zarzuelas y oberturas. Actualmente, hay varios jóvenes mixes estudiando en el Conservatorio de la ciudad de México con una capacidad reconocida e indiscutible.
FIESTA DE MUERTOS
El ciclo de vida culmina con la muerte y los mixes consideran que esta última es sólo un paso más en la existencia, y por ello deben realizarse algunas ceremonias. Al ocurrir el deceso, en el sitio donde se produjo los familiares del difunto hacen una cruz de ceniza en el suelo a la que rocían con agua bendita y que permanecerá allí varios días. Los velorios se alumbran con velas, porque ellos piensan que su luz ayuda a las almas a encontrar su camino; se reza durante toda la noche y se ofrece a los asistentes café, mezcal y cigarros. La muerte de un niño es motivo de regocijo y en algunos pueblos bailan toda la noche pues suponen que su alma ha ido directamente al cielo.
Al acercarse el mes de noviembre se inician los preparativos para la colocación de las ofrendas con que los mixes rinden culto a sus antepasados, los agasajan y esperan para compartir con ellos los frutos de la cosecha y del trabajo. Esta tradición que se repite anualmente, está impregnada del sabor de lo antiguo, y en esta zona tiene características especiales.
Entre la espesa neblina de las montañas, en las frías mañanas de finales de octubre, las mujeres caminan presurosas para llegar al mercado y adquirir todo lo necesario para la ofrenda: amarillos y frescos cempasúchiles, roja e intensa mano de león, velas y veladoras de cera y sebo, aromático copal, naranjas, dulces manzanas y perfumadas guayabas, cigarros y tabaco de hoja.
Con tiempo hay que ir granando el maíz, preparando la masa para los tamales, encargando el pan, eligiendo las imágenes, lavando los manteles y adecuando los espacios, siendo el idóneo una mesa grande en la habitación más importante de la casa. También los músicos se alistan; cada instrumento es tratado con respeto, se limpia y pule para tocarlo en la fiesta, pues con cada nota emitida se restauran los lazos de parentesco y se establecen las bases de la relación de los vivos con los muertos.
El 31 de octubre el altar familiar debe estar ya adornando con flores y velas, perfumando con copal y con los alimentos, las bebidas las frutas y objetos que fueron del gusto de los fieles difuntos. Mención aparte merece el pan, decorado con flores de azúcar en variados colores, caritas de ángeles maquilladas con anilina y boquitas pintadas de rojo intenso y formas geométricas en las que se expresa toda la creatividad de los panaderos. Esta noche es de recogimiento; sólo el crepitar de los carbones donde se quema el copal rompe la paz.
Es de interés resaltar que los mixes son de los pocos grupos que aún conserva un calendario ritual compuesto por 260 días, con meses de 13 días y cinco considerados como nefastos.
Aunque en nuestros días la etnia mixe se encuentra inmersa en la problemática general del país, todavía conserva intactas muchas de sus tradiciones ancestrales.
El primer día de noviembre se sale a las calles a buscar a los familiares, se invita a los compadres y se les ofrece caldo de gallina humeante y apetitoso para combatir el frío, así como tamales de frijol recién hechos, tepache y mezcal. Se hacen recuerdos, lamentos, bromas sobre los parientes difuntos, y quizá algún familiar se ponga triste y surja el comentario: “su alma es difícil que venga a esta fiesta porque se quedó a cuidar su casa en elmucu amm(nombre dado por los mixes al infierno), allá abajo en el centro de la tierra. Este comentario refleja la concepción del mundo, la cosmovisión del grupo: todavía sitúan el inframundo en el centro de las tierra como se hacia en la época prehispánica.
El día de Todos Santos, se tienen listos los tamales enrollados, los tamales amarillos de carne de res, pescado, rata, tejón y camarón; tres o cuatro ollas de tepache de 80 litros; una o dos latas de mezcal, muchos paquetes de cigarros y tabaco de hoja. La fiesta durará ocho días y las bandas se aprestan a tocar en la iglesia y en el panteón la música elegida por los deudos.
Limpiar las tumbas y adornarlas es una tarea sagrada; el ambiente de la zona se presta para la devoción: la bruma se extiende sobre la población mientras un músico solitario toca la trompeta en camino apenas recorrido. En la iglesia la banda toca incesantemente mientras que en el panteónhay más actividad: el gris de las tumbas y la tierra seca se empiezan a teñir en el amarillo brillante de las flores y las fosas se decoran dejando volar la imaginación para construir un sitio digno para los difuntos.
Los niños imitan, tocan en las bandas infantiles, se contagian de las antiguas costumbres e inician su aprendizaje yendo de casa en casa comiendo las ofrendas: recetas ancestrales preparadas por las hábiles manos de sus madres y abuelas, guardianas de la tradición, reproductoras de la cultura, manos indígenas que año con año ofrendan y agasajan a sus muertos.
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