Fin de semana en Oaxaca - México Desconocido
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Fin de semana en Oaxaca

Oaxaca Ciudad de Oaxaca
11 Oaxaca San Bartolome Quilana-Jose Luis Aranda

Oaxaca es mágica. En ella contrastan vestigios de majestuosas ciudades prehispánicas que cohabitan con imponentes conventos y edificios virreinales. ¡Descúbrela este fin de semana!

Cualquier época es buena para pasar un fin de semana en Oaxaca: desde marzo se viste de jacaranda, resaltando el verdor de su característica cantera. En junio vendrá al relevo el flamboyán, cubriendo de rojo a esta ciudad fundada hace 470 años a escondidas de Cortés que logró hacerse dueño del Valle pero no de la ciudad.

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Fin de semana en Oaxaca

Viernes

Para aprovechar el sábado desde tempranito, nos organizamos de tal manera para llegar en viernes, aunque un poco tardezón. Damos una vuelta por el centro, que aún se ve animado. Luego tomamos un sorbete y nos dirigimos a dejar el equipaje en el Hotel Trébol, que se ubica enfrente del mercado.

Casualmente, a unas cuantas puerta, se encuentra La Casa del Mezcal, animado centro de convivencia que generosamente aportará su granito de arena para asegurarnos un buen sueño.

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Sábado

Aunque Oaxaca ahora cuenta con un mall y un súper de esos para socios, allá por el rumbo del aeropuerto, su mercado –en el mero centro– aún es la espléndida galería de colores, aromas y sabores que, como en pocas otras ciudades, no sólo nos muestra lo que los oaxaqueños reciben del campo para llevarlo a la cocina, sino todo un conjunto de artesanías que abarcan la manufactura de huipiles, hamacas y piezas de barro.

Si a eso se suman las artes de la cocina regional y un agradable entorno, se entenderá por qué somos tantos los que a esta hora estamos aquí sentados esperando el desayuno. Y ahí les va: primero chocolate y una rebanada de marquesote, y luego, simplemente, huevos con un chorizo que les va a hacer darse cuenta de lo que se habían perdido, acompañados con frijoles y totopos untados con asiento.

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Jimena Acevedo

De paseo por Monte Albán

Diez kilómetros al sur de la ciudad floreció hace 1,200 años la capital zapoteca, cuyos restos ocupan 40 000 m2 de una planicie habilitada por sus constructores en la punta de un cerro que domina los Valles Centrales.

Monte Albán es uno de los más impresionantes y famosos sitios arqueológicos del país, tanto por su estratégico emplazamiento y sus señoriales construcciones en las que se mezclan influencias olmecas y mayas, como por el descubrimiento, en 1932, de los tesoros de la Tumba 7 que hoy podemos admirar en diferentes museos.

Iniciar la visita por el museo de sitio le dará un panorama general de lo que tendrán oportunidad de apreciar en ese majestuoso sitio.

De regreso a la ciudad de Oaxaca

Nos encontramos ahora al poniente de la ciudad para visitar uno de sus templos emblemáticos, el de su santa patrona, Nuestra Señora de la Soledad, muy cerca del puesto de avanzada que los aztecas tuvieron en el Valle.

Cuenta la leyenda que la imagen que allí se venera apareció milagrosamente en el sitio a lomos de una mulita, lo que dio lugar a sucesivas remodelaciones de la ermita que allí se encontraba, originalmente consagrada a San Sebastián.

La actual construcción se remonta al siglo XVII y ostenta la más bella fachada barroca de la ciudad, en forma de biombo, presidida por un bajorrelieve de la Virgen a los pies de la cruz. Una hermosa tradición dicta que para pedir su protección, los fieles pasen por debajo del elegante manto negro de la Virgen de la Soledad.

Completamos la visita con un recorrido por el museo, donde se exhibe parte de las numerosas ofrendas dejadas por los fieles, entre las que sobresalen los exvotos.

Para llegar a El Biche Pobre, en Jalatlaco, al otro extremo del centro histórico, tomamos un taxi que nos cobra 15 pesos. No se lo pierdan. Es un lugar de comida típica excelente y con precios accesibles, donde se abre boca con unos chapulines y un mezcal, y si uno es capaz de seguir más allá de la botana puede saborear uno de los siete moles que distinguen al estado. Y es que la botana incluye chorizos y quesillo, tasajo, chicharrón, y ya no me acuerdo qué otras cosas, además, por supuesto, de salsa y tortillas recién hechas.

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Alejandra Suárez
Alejandra Suárez
Alejandra Suárez

El Templo y Ex Convento de Santo Domingo, lugares ideales para los amantes del arte sacro

Una breve caminata hacia donde el sol se oculta nos lleva al Templo y Ex Convento de Santo Domingo (en foto), el conjunto arquitectónico más importante de la ciudad. El templo, y su anexo, la Capllia de Rosario, son obras maestras del barroco mexicano, cuyos interiores, profusamente decorados de oro y yeso policromado, al mismo tiempo nos apabullan y nos transportan a los mundos que imaginaron y vivieron sus creadores.

Todo empieza con la bóveda por donde se entra a la iglesia, donde encontramos un árbol genealógico de Santo Domingo. Saliendo del templo, en lo que fue el convento, se encuentran el Museo de las Culturas, el Jardín Etnobotánico y Biblioteca Francisco de Burgoa.

Además del templo, cuyo rescate y restauración es ejemplo de lo que puede hacer la sociedad civil, en el museo hay que detenerse en la sala donde se exhiben las piezas encontradas en la Tumba 7 de Monte Albán. No dejen de visitar la biblioteca, que reúne una colección única de incunables.

Santo Domingo cathedral behind agave palnts in Oaxaca,Mexico

Los imperdibles del Centro

Avanzando hacia el centro por el andador Macedonio Alcalá, llegamos al Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, conocido como MACO, que este año celebra su décimo aniversario con un intenso programa que abarca exposiciones, conferencias, conciertos y ediciones.

El museo fue fundado por Francisco Toledo y cumple con creces el objetivo central de mostrar al mundo la obra de los jóvenes pintores locales, al mismo tiempo que muestra a los oaxaqueños la obra de los artistas jóvenes del mundo.

Ahora nos asomamos a una joyería en la que tenemos oportunidad de ver cómo los artesanos trabajan en la reproducción de algunas de las piezas halladas en Monte Albán.

El andador termina en la Av. Independencia, donde se encuentra el antiguo edificio de la Universidad, que alguna vez fue el Instituto de Ciencias y Artes del Estado en el que estudió Benito Juárez.

Doblamos hacia la izquierda y a una cuadra encontramos el Teatro Macedonio Alcalá, bella muestra de la arquitectura porfiriana. Por cierto, hay que anotar que Macedonio es nada menos que el autor del Dios nunca muere, que en Oaxaca es tanto o más que un himno.

Cae la noche. Caminamos hacia el norte hasta Abasolo, donde está lo que fuera el Convento de Santa Catalina de Siena y hoy es un exclusivo hotel, que supo habilitar patios y refectorios para la instalación de alberca y comedores, manteniendo la famosa estructura de sus lavaderos.

En la antigua capilla se ha acondicionado una especie de foro y restaurante en donde se escenifica la fiesta de la Guelaguetza ante un auditorio que mayormente paga en dólares.

Como se sabe, la Guelaguetza es una fiesta que se inició en 1932, cuando la ciudad de Oaxaca cumplía 400 años, en la que se presentan atuendos y bailes de las diferentes regiones del estado y que –hay que reconocerlo– se ha convertido en una verdadera tradición.

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Domingo

Aunque la zona de los Portales del Zócalo de la ciudad se ha vuelto muy exclusiva, aún es posible encontrar sitios donde tomar un buen café y unos tamales, para no perder nuestra tradición de desayunos céntricos.

Como de cualquier manera vamos por ese rumbo, y todos van a preguntar si vimos el Árbol del Tule cuando sepan que estuvimos en Oaxaca, hacemos una breve escala para rendir tributo a este monumento de la naturaleza cuya visita consiste en una vuelta guiada por niños acreditados por el municipio para mostrarnos las figuras que la imaginación popular ha venido descubriendo entre sus ramas: el cocodrilo, la cola del pavo real, etcétera.

A un lado del Tule hay un mercado donde, ahora sí, desayunamos más en forma: tlayudas y una refrescante jícara de tejate, bebida preparada con maíz, cacao y pixtle (semilla de mamey molida) disueltos a mano en agua.

De visita por Teotitlán

Teotitlán, comunidad donde se elaboran tapetes y sarapes, es otra escala obligada, y no de gratis. En efecto, aquí pueden visitarse numerosos talleres donde nos enseñan el proceso de producción desde el borrego hasta la cajuela del carro: cómo se trasquila, se carda, se hila, se tiñe y se teje reproduciendo lo mismo grecas de Mitla que dibujos de Max Escher, que aquí se llama Picasso.

Después de una larga jornada, llegamos a Cuajimoloyas, que forma parte de un importante proyecto de ecoturismo que desarrolla la Organización de Pueblos Mancomunados. Hay que decir que para llegar aquí, después de Teotitlán, se regresa a la carretera núm. 190, y al llegar a Tlacolula se desvía hacia la izquierda, tomando un camino de terracería por donde se sube durante una hora.

En Cuaji nos recibe Esteban, quien se encargará de guiarnos por una ruta que nos lleva por bosques de pinos a parajes que ofrecen vistas memorables de valles y montañas, como el Cañón del Coyote, las Gateras y El Calvario.

Durante el recorrido, Esteban nos muestra ejemplares de la flora de la región, y nos explica sus usos y tradiciones: el sauce salix, del que se extrae la aspirina; el chichicaxtle, cuyas hojas rozó algún despistado que aún no se quita el coraje y la comezón, y el aromático poleo, una variedad de menta que sirve lo mismo como afrodisíaco que para curar la cruda.

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Última parada

Aunque se supone que la travesía era leve, de repente alguien se rezagaba, así que estamos comiendo una hora después de lo planeado, en la Comunidad de Benito Juárez.

Después de una rica sopa de chícharo, un guisado de pollo y unos frijoles molidos sazonados con poleo, el comisariado de bienes comunales nos cuenta cómo se mancomunaron estos pueblos y cómo ahora cuentan con cabañas construidas con materiales de la región, programas de convivencia con los habitantes de las comunidades, rutas para ciclismo de montaña, observación de aves, guías entrenados, una oficina en Oaxaca y servicio de transporte cómodo hasta la ciudad.

De regreso, agotados, vemos cómo los últimos rayos del sol llegan hasta esta Sierra Norte. Alguien se queja de que realmente estuvimos en peligro; y no falta la que se jacte de haber regresado sin romperse las uñas.

Otros hacemos planes para regresar siquiera por unos cuatro días para aprovechar el frío, las cabañas con chimenea y los paisajes donde uno puede quedarse durante horas leyendo, oyendo música o simplemente conviviendo con la naturaleza.

Gastronomía mexicana, el orgullo de nuestro país
Manuel Grosselet
Manuel Grosselet
Gastronomía mexicana, el orgullo de nuestro país
fin de semana en la ciudad de Oaxacafin de semana en Oaxaca
autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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