Huastecos y totonacos de hoy
Si consideramos indígenas a quienes hablan un idioma nativo -huasteco, totonaco, náhuatl, otomí o tepehua- esta población en su conjunto representa apenas el 20 por ciento del total que habita en la Huasteca.
La mayoría son mestizos, además de algunos núcleos de gente blanca y algunos mulatos en la costa. Entre los indígenas, el porcentaje que habla el idioma huasteco es muy reducido y se circunscribe a varios pueblos de San Luis Potosí y Veracruz, mientras en Hidalgo esa lengua ha desaparecido, lo mismo que los nombres originales de los pueblos, rebautizados conforme a la lengua hegemónica, el náhuatl (Huejutla, Yahualica, Huautla, jaltocan…).
La mayoría de los nombres huastecos de poblaciones se encuentran en San Luis Potosí e inician con el prefijo tam, que significa «lugar» (Tamazunchale, Tamuín, Tamasopo…) Curiosamente, el único estado cuyo nombre es de origen huasteco es Tamaulipas.
Estas circunstancias no han impedido que en la Huasteca se desarrolle una cultura de características comunes entre varias de las etnias originales, mezclada con rasgos culturales españoles. Este peculiar sincretismo ha desarrollado un sentido de pertenencia que comparten indios y mestizos.
Se identifican como huastecos los indígenas que hablan náhuatl y huasteco, y los mestizos que ya no hablan la lengua vernácula, pero que comparten con los indios elementos culturales comunes, como la música y los bailes tradicionales.
Danza
Como en otras regiones culturales del país, las danzas huastecas presentan muchas variantes, dependiendo del lugar, por ejemplo la Tsacamson, que es la típica en las fiestas de Tancanhuitz, pero casi es desconocida en otras poblaciones. La Politson se baila en Tampate, exclusivamente.
Hay otras danzas de carácter regional, como los Gavilanes, parecida a la de los voladores de Papantla; las Varitas, en la que los danzantes imitan los movimientos de los animales; los Negritos, los Santiagos, los Xochitines y hasta los nacionalmente famosos Matlachines.
El Huapango ofrece infinidad de variantes, como los zapateados de la Huasteca veracruzana, que se diferencian de la potosina, donde son más lentos en ritmo y velocidad y por el colorido de la indumentaria. Cuando se canta el Huapango, los bailarines no zapatean; sólo deslizan los pies ligeramente, reanudando el zapateado hasta el interludio musical.
La danza de las Cintas o de los Listones es una de las manifestaciones huastecas de gran vistosidad: se baila por parejas en un círculo, mientras al centro un joven porta un mástil con cintas de colores, una para cada danzante. Los bailarines hacen sus evoluciones y forman una flor con los listones, que es símbolo de la vida; luego hacen las evoluciones en sentido inverso para destejer la figura y quedar como al inicio.
El traje huasteco
Las reminiscencias prehispánicas en las Huastecas sobreviven en los bellos y coloridos trajes tradiciones. Son tan característicos y emblemáticos que en San Luis Potosí, por citar un ejemplo, se ha convertido en el traje representativo del estado. Esto es exclusivo para la vestimenta femenina, porque el hombre huasteco casi ha perdido la costumbre de usar su atuendo tradicional.
El vestido de la mujer se distingue por el quisquem o cayem (en algunas regiones de influencia náhuatl lo llaman quechquemitl) que es una especie de capa de algodón blanco, sencilla o bordada en su totalidad en punto de cruz.
Por su colorido es muy llamativo, y dependiendo de los motivos que lleve, el ojo conocedor puede distinguir de dónde proviene la dama que lo porta. Se pueden encontrar motivos como la piña, el canhuitz o flor de amor, conejos, pavos, el nombre de alguien o una fecha, incluso.
El quisquem lleva, asimismo, un fleco de lana que hace juego con los colores de los motivos bordados.
El resto de la indumentaria femenina está compuesto por el enredo o falda, elaborada de manta blanca y llega hasta abajo de la rodilla (en algunos pueblos la falda es de color negro). La blusa puede ser de percal floreado, o de artisela de colores brillantes, no mezclados. La talega es una especie de bolso colgado del hombro o del cuello, es el regalo de bodas de la madrina y en ella las mujeres guardan el labab o cepillo de pelo y la tima o jícara pintada en rojo, donde portan agua para beber.
El peinado de la mujer huasteca es un petob o corona, formado con rombos de cabello intercalados con rombos de estambre de un solo color. Arriba del peinado algunas mujeres usan paliacate o pañuelo de artisela que cae hacia atrás.
En el municipio de Aquismón habita el mayor número de indígenas y su mayor atractivo es que mantienen la costumbre de vestir con orgullo su traje huasteco. Los hombres usan camisa y calzón de manta, paliacate rojo alrededor del cuello, ceñidor de colores, huaraches, sombrero de palma con dos oquedades en la parte superior llamadas «pedradas» y morral confeccionado con zapupe.
Los hombres mestizos también usan camisa blanca, pantalón y zapatos blancos, sobre todo cuando se visten de gala. Los huaraches los usan todos en sus labores del campo.
Religión y ritos fúnebres
La religión se manifiesta en un conjunto de elementos sincréticos entre el catolicismo y las raíces indígenas, donde aún se conserva cierta adoración hacia el sol y la luna, interpretados como elementos masculino y femenino.
Son frecuentes las antiguas prácticas de curaciones combinadas con ritos mágicos que realiza el curandero o el brujo, quienes emplean ramas y hojas de plantas en sus limpias. Estos actos son acompañados con música viva de violín, guitarra y jarana.
En relación al culto a los muertos, en la Huasteca los altares también son de gran vistosidad, arreglados sobre una mesa que se cubre con flores de cempasúchil, crucifijos e imágenes de santos y de la Virgen. Junto a ellos se colocan las viandas para los difuntos y las golosinas para los angelitos, como dulces y calaveras de azúcar.