K’uínchekua: la fiesta de los purépechas para sus ancestros
Te contamos sobre K’uínchekua, una fiesta purépecha para reconocer las tradiciones de las comunidades originarias y su diversidad cultural.
Olvídate de la rutina y escápate:
Adrián Téllez, guía de turistas Tlalpujahua y mariposas monarca
La zona arqueológica de las Yácatas en Tzintzuntzan fue el escenario natural de la K’uínchekua: un mosaico dancístico y musical de los p’urhépecha.
Con un vasto repertorio, 250 artistas michoacanos plasmaron en el escenario de este magno evento, las expresiones de cultura y tradición de la nación p’urhépecha.
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En una espléndida confabulación de talento y pericia de músicos y danzantes, la K’uínchekua, fiesta de Michoacán, brindó al público una experiencia grata y llena de sorpresas.
Abanico musical de K’uínchekua
Estuvieron presentes músicos de diversas regiones en Michoacán: la región del lago, la Sierra, la Cañada, Cuitzeo, Lerma, Chapala, Río Balsas, Tepalcatepec y la Ciénega de Zacapu.
Se dio muestra de una gran variedad musical con los ensambles que dieron marco a los pireri, en sus emblemáticas pirekuas, canciones de la cultura p’urhépecha que se cantan en lengua materna, aunque también las hay en español.
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Dentro de la gama de voces presentes en la K’uinchekua, alma de México, hay que destacar la de Juan Del Bosco, tenor radicado en Morelia, Michoacán. La canción «Janitzio» del memorable compositor Agustín Lara fue acompañada de la Orquesta Filarmónica Tzintzuni, donde Del Bosco hizo vibrar al público con su portentosa voz.
Orquestas y grupos como la Banda Infantil de Tiríndaro, inyectaron el ambiente festivo. El colorido vestuario de mujeres, hombres y niños danzantes elevaron los aplausos con cada movimiento.
La K’uínchekua, difusión de tradiciones
El evento comenzó con el llamado ceremonial de los caracoleros de la región de Uárukua y dio pauta para simbolizar la creación y el cosmos, en orientación hacia los cuatro puntos cardinales. La noche acompañó con su manto estelar este momento, donde según la tradición las fuerzas divinas estaban presentes.
Los portadores de la tradición, médicos y ejecutantes de la Uárukua (juego de pelota), mostraron parte de los ritos que comparten con mesoamérica.
El mito
Tzintzuntzan que significa en lengua p’urhépecha “lugar de colibríes”, en tiempos prehispánicos era considerado como centro de poder para el linaje gobernante uacúsecha.
Los pueblos originarios viven sus festividades entretejidas a la religión católica y vinculadas a los mitos de origen de épocas prehispánicas.
El pedimento de lluvia, el fuego nuevo y la buena cosecha son rituales significativos que se hacen a dioses y santos vinculados a la naturaleza. Se realizan en cerros emblemáticos, manantiales, lagunas y ríos que consideran sagrados.
Danzar es reafirmar el mito
La danza es la narrativa más colorida y dinámica de las comunidades. Sus representaciones, movimientos y sonidos percutidos encaminan hacia algo más que un espectáculo visual.
Es el ritual más expresivo que, acompañado con la música, logra conectar con las fuerzas divinas.
La K’uínchekua mostró, además de la vistosidad de las danzas, la importancia del ritual que se tiene para cada región.
Por ejemplo, la danza del pescado durante el periodo de pesca o la danza de Las Panaderas de Tarecuato durante su fiesta de Corpus, también llamada K’anikukueeri.
Gran final
El show de drones y la pirotecnia, encendieron el cielo para anunciar los últimos momentos del espectáculo.
Finalmente, al ritmo del Mariachi Juvenil Galleros, la Banda Infantil de Tiríndaro y todos los grupos participantes, convidaron a los espectadores que entre sonrisas y aplausos, entonaron a una sola voz, la canción que quedaría esa noche para recordar: ¡Qué lindo es Michoacán!
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