La feroz crisis de rabia de 1934: cuando México pudo desaparecer
En 1934 los casos de rabia se dispararon en México, no solo entre perros, sino sobre todo en humanos. Casi por un milagro el país sobrevivió a esa crisis sanitaria.
En 1934 el mortífero virus de la rabia traía asolados a perros y humanos mexicanos por igual. La veloz expansión de la enfermedad era tal que ese año un coronel segundo de la capital se planteó matar a balazos a su mujer, hijos y servidumbre, porque convivieron con una perrita de apariencia normal, pero que al día siguiente amaneció con espuma en el hocico.
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La amenaza del militar no era algo que hubiera que tomar en broma en aquellos tiempos, no solo por ser él hombre de armas, sino porque recién se había sabido de un joven que le disparó a su su propia madre en cuanto le vio algo blanquecino en la lengua creyendo que tenía el mal, siendo exculpado por considerarse que le hizo un bien a su progenitora.
La rabia: «¡Mamacita, no te acerques!»
Ese mismo año la prensa dio cuenta de un muchacho veracruzano de 21 años, que, sin dar importancia a la mordida de un can, enfermó velozmente siendo trasladado a la capital para su tratamiento. En el hospital tuvo que ser amarrado a la cama pues estaba histérico creyendo que podía morder a su propia madre: “¡Ya me va a dar! ¡Mamacita, no te acerques!”, gritaba repetidamente antes de morir.
También estaba el caso del niño de cinco años Jaime Sánchez, que morido por un perro, fue llevado a una clínica para ser inyectado, pero cuando los padres se le despegaron un momento, el infante se le escapó a la enfermera por miedo a la aguja. Fue así como los progenitores se llevaron a su hijo sin antídoto alguno en el cuerpo. A los pocos días el niño murió.
Alta demanda para el Instituto Antirrábico
Con toda esta crisis sanitaria encima el gobierno decidió crear una organización exprés: el Instituto Antirrábico Mexicano, un sistema especial de salud que por alguna razón fue borrado de los libros de historia. Ahí eran atendidos 300 perros diarios, algunos para observación y otros para sacrificio. También al día se inyectaban con los tratamientos 1, 2 o 3, según fuera la gravedad de cada caso, 250 personas, aunque en verano la cifra subía a 500 diarios.
La causa era que en el verano los infantes se quedaban en casa, y no teniendo cosa mejor que hacer que molestar a sus respectivos perros, éstos los mordían, ocasionando que desde temprano acudieran en masa, formando un desfile de mordidos al interior del Instituto Antirrábico de México.
Inyección en el ombligo para la rabia
Ahora habrá que explicar que el pinchazo con el tratamiento 1 se aplicaba a las personas que tuvieron contacto con el perro rabioso, pero que no fueron mordidos; el 2, a quienes presentan lesiones serias, y el 3, a quienes llevaban heridas de gravedad, siendo éste el más molesto, por incluir tres inyecciones diarias hasta completar 15, para luego poner una cada día por tiempo indefinido. Lo más molesto era que cada inyección tenía que ser colocada siempre en la zona abdominal sin excepción.
Desde hace 17 años que México no presenta un solo caso de rabia humana. De hecho México es el primer país en recibir un reconocimiento de la OMS por no tener a la rabia como un problema de salud pública. Es bueno pensar que todo esto se debe en gran medida a la aparición del ahora extinto y olvidado Instituto Antirrábico de México.
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