La indefendible estatua de Hernán Cortés pisando una cabeza azteca
Un grupo clandestino manchó de rojo la estatua de Hernán Cortés por considerarla ofensiva para México, autoridades españolas lamentaron la vandalización pero no hablaron sobre el desprecio de esta obra a la cultura azteca.
Desde hace 132 años, yace al centro de la plaza del municipio de Medellín, España, una estatua por demás polémica: se trata del conquistador Hernán Cortés pisando orgulloso la cabeza de un ídolo o un hombre azteca, no es claro.
Y aunque por razones evidentes ésta tal vez sea una de las efigies menos presumidas en aquel país, la realidad es que su fama sí le ha alcanzado para ser víctima de vandalizaciones, o al menos una, ocurrida en 2010.
Manchan de rojo la estatua de Hernán Cortés en Medellín
El 11 de agosto de ese año las selecciones de futbol de México y España tuvieron un encuentro en el Estadio Azteca. Aquel partido no fue la gran cosa, de hecho quedaron 1-1, pero en Medellín, lugar de nacimiento del conquistador, la situación estuvo más intensa.
Un grupo de personas de nacionalidad hasta la fecha desconocida, arrojaron pintura roja a la estatua de Hernán Cortés, dejándole un manchón carmesí del pecho hasta la zona donde está la cabeza del ídolo azteca, o lo que dicen es la cabeza de un ídolo azteca.
«Estatua es un insulto a México»: Ciudadanos Anónimos
El acto se lo adjudicó un grupo denominado Ciudadanos Anónimos, se supo por un montón de folletos tirados al pie de la columna de la efigie, en los que la organización clandestina explicó que la acción la realizaron porque la estatua es un insulto a México.
La vandalización fue tomada por el entonces alcalde de Medellín, Antonio Parral, como una ofensa. Dijo que los perpetradores ignoran la historia porque, aseguró, la cabeza que pisa Cortés no es de un nativo sino de un ídolo de la cultura azteca.
Pero francamente la declaración del edil no restó en lo más mínimo polémica a la efigie en cuestión. Como fuera, la vandalización se olvidó con los años.
El origen de la estatua de Cortés pisando una cabeza azteca
Ahora hablemos del origen de esta estatua al conquistador. Fue en 1889 cuando el municipio de Medellín contrató, por un costo de 62 mil 772 pesetas, al escultor Eduardo Barrón González, para crear una estatua a Hernán Cortés a fin de honrarlo por sus hazañas.
El diseño de esta obra escultórica presenta al conquistador en traje militar, botas de montar, espada, sosteniendo un estandarte de Castilla, el cetro de mando y teniendo bajo sus pies trozos de altares de ídolos aztecas, esto último de acuerdo con la página medellinhistoria.com.
La estatua se fundió en 1890 en la empresa de Federico Masriera, ubicada en Barcelona. Alcanzando un peso de cinco toneladas y tres metros de altura de pies a cabeza, o cuatro metros de pies a la punta del asta.
La reina madre nombra al escultor «Caballero de Carlos III»
Una vez que Eduardo Barrón González informó la conclusión de la efigie la Reina Madre fue hasta el taller del artista para apreciar su obra, quedando tan impresionada que lo nombró “Caballero de Carlos III”.
La estatua de Cortés llegó por ferrocarril, pero los problemas empezaron cuando los carros tirados por caballos que la transportaban desde la estación de trenes se hundieron varias veces en el lodo de las calles por el gran peso de la escultura.
Pero al final la obra llegó a su destino. Fue montada en el pedestal e inaugurada el 2 de diciembre de 1890, aniversario de la muerte del conquistador.
La conexión entre Franco y Hernán Cortés
En la caja de comentarios de la nota periodística que da cuenta sobre la vandalización de la estatua de Cortés el 11 de agosto de 2010, dentro del sitio elmundo.es, destaca la congruencia de uno marcado con el número 669, hecho por una española que expresa lo siguiente:
“…es imposible defender la estatua, sea la cabellera de Moctezuma o un ídolo pagano. Es penoso que en este país (España) se esté luchando por la memoria histórica y la retirada de nombre de calles y símbolos del franquismo, pero nos olvidemos de la masacre que realizamos allá (…) cambiemos la cabeza del indio por una piedra, no se ofendería a nadie”, concluyó la lectora.