Las iglesias porfirianas de la ciudad de México.
Construidas en su mayoría con un estilo ecléctico, las iglesias de principios de siglo son los mudos testigos del enorme crecimiento de nuestra ciudad.
El periodo conocido como porfiriato abarcó poco más de 30 años de la historia de México (1876-1911), sin considerar las breves interrupciones de los gobiernos de Juan N. Méndez y de Manuel González. Aunque durante esa época la situación en el campo era por demás difícil, el general Porfirio Díaz propició un gran auge en la economía del país que dio por resultado una actividad constructiva sobresaliente, especialmente en las ciudades más importantes.
Las nuevas necesidades de la economía generaron la expansión urbana, iniciándose así el crecimiento y la fundación de colonias y fraccionamientos que, de acuerdo a la posición económica de la población, tenían diferentes tipos de construcción, influenciados la mayoría por los estilos arquitectónicos traídos de Europa, principalmente de Francia. Era la época de oro para los ricos que habitaban nuevas colonias como la Juárez, la Roma, la Santa María la Ribera y la Cuauhtémoc, entre otras.
Además de los servicios como agua y alumbrado, a estas nuevas urbanizaciones debía dotárseles de templos para el servicio religioso de sus residentes, y en aquel entonces México ya contaba un excelente grupo de profesionales para llevar a cabo estos trabajos. Tal es el caso de Emilio Dondé, autor del palacio de Bucareli, hoy Secretaría de Gobernación; de Antonio Rivas Mercado, creador de la columna de la Independencia; de Mauricio Campos, a quien se le acredita la Cámara de Diputados, y de Manuel Gorozpe, proyectista de la iglesia de la Sagrada Familia.
Estos arquitectos pusieron en práctica una arquitectura regresiva, es decir, trabajaron con los estilos «neos» como el neogótico, el neobizantino y el neorrománico, que en realidad eran retornos a modas antiguas, pero utilizando métodos de construcción modernos como el concreto armado y el hierro fundido, que comenzaron a ponerse en boga a partir del último cuarto del siglo pasado.
Este paso hacia el pasado arquitectónico fue producto de un movimiento llamado romanticismo, que surgió en Europa en el sigloXIXy que perduró hasta las primeras décadas del actual. .Este movimiento fue una rebelión nostálgica contra el frío arte neoclásico, el cual se inspiraba en elementos de la sobria arquitectura griega y proponía que se volviera nuevamente a los estilos ornamentados y suntuosos que el academicismo había desechado.
Los arquitectos del porfiriato estudiaron entonces estilos más elaborados y menos clásicos; sus primeras obras neogóticas surgieron en México en la segunda mitad del sigloXIXy muchas fueron eclécticas, es decir, formadas por elementos pertenecientes a varios estilos.
Uno de los mejores ejemplos que tenemos de la desconocida arquitectura religiosa porfiriana es la iglesia de la Sagrada Familia, situada en las calles de Puebla y Orizaba, en la colonia Roma. De estilos neorrománico y neogótico, su autor fue el arquitecto mexicano Manuel Gorozpe, quien la inició en 1910 para concluirla dos años después en plena Revolución. Su estructura es de concreto armado y es posible que debido a eso fuera víctima de duras críticas como la del escritor Justino Fernández, quien la califica como «mediocre, aparatosa y de gusto decadente», o como la del arquitecto Francisco de la Maza, quien se refiere a ella como «el más triste ejemplo de la arquitectura de la época». De hecho, casi todas las iglesias de esta época han sido bastante criticadas.
El señor Fernando Suárez, vicario de la Sagrada Familia, afirma que la primera piedra se colocó el 6 de enero de 1906 y que ese día llegó gente por la avenida Chapultepec para asistir a la misa que se celebró en un cobertizo. Hacia los años veinte, el padre jesuita González Carrasco, pintor hábil y rápido, decoró los muros del interior del templo ayudado por el Hermano Tapia, quien sólo realizó dos cuadros.
Según una inscripción, las rejas que limitan el pequeño atrio lateral norte, fueron construidas por la gran herrería Gábelich, la cual estaba en la colonia de los Doctores y era una de las mejores y más famosas de la primera mitad del presente siglo. Los pocos trabajos de hierro forjado que sobreviven en colonias como la Roma, Condesa, Juárez y Del Valle, entre otras, son preciosos y se deben en su mayoría a -esta magnífica herrería que desgraciadamente ya no existe.
Otro de los motivos que hacen que esta iglesia sea muy visitada, es que los restos del mártir mexicano Miguel Agustín Pro, sacerdote jesuita mandado a fusilar por el presidente Plutarco Elías Calles el 23 de noviembre de 1927, en tiempos de la persecución religiosa, se conservan en una capillita situada en la entrada lateral sur.
A sólo unas cuantas cuadras de distancia, sobre la avenida Cuauhtémoc, entre Querétaro y Zacatecas, se levanta majestuosa la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, obra de los arquitectos mexicanos Ángel y Manuel Torres Torija.
La construcción de este templo neogótico se empezó hacia 1920 y se concluyó hacia 1930, y aunque no pertenece a la época del porfiriato, sí es necesario incluirlo en este artículo por su afinidad con los estilos de esos tiempos; además, es probable que su proyecto haya sido realizado antes de 1911 y que su edificación se haya demorado.
Como es lo natural en el estilo gótico, en esta iglesia destaca el rosetón de la fachada, y sobre este un frontón triangular con la imagen en relieve de Nuestra Señora del Rosario; son de notarse también las puertas y ventanas ojivales, al igual que los arcos de las tres naves de que se conforma su amplio interior, embellecido por llamativos vitrales emplomados y líneas de acentuada tendencia a la verticalidad.
En la calle de Praga número 11, rodeada por el bullicio de la Zona Rosa, en la colonia Juárez, se halla encajonada y escondida entre altas construcciones la iglesia del Santo Niño de la Paz. Su párroco, el señor Francisco García Sancho, asegura que en una ocasión el vio una fotografía fechada en 1909, donde podía apreciarse que el templo estaba en construcción, casi por acabar, pero que sin embargo aún no poseía el «pico» de fierro que hoy corona la torre.
Fue la señora doña Catalina C. de Escandón quien impulsó su edificación junto con un grupo de señoras de la alta sociedad porfirista, y lo ofreció en 1929 al Arzobispado de México, porque ella ya no podía concluir las obras faltantes. Tres años después, la Secretaría de Gobernación autorizó la apertura del templo y se facultó al presbítero Alfonso Gutiérrez Fernández para ejercer el ministerio de su culto entre los miembros de la colonia alemana. Esta honorable persona se destacaría a partir de entonces por sus esfuerzos para sacar adelante a esta iglesia de estilo neogótico.
Ubicada en la esquina de Roma y Londres, en la misma colonia Juárez pero en su parte oriental, antes llamada «colonia Americana», se alza la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, iniciada hacia 1903 y concluida cuatro años después por el arquitecto mexicano José Hilario Elguero (graduado en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1895), quien le imprimió un marcado carácter neorrománico. La zona donde se encuentra este templo fue una de las más elegantes en la época del porfiriato y sus orígenes se remontan a fines del siglo pasado.
Otra bella obra neogótica se localiza en el viejo panteón francés de La Piedad, al sur del Centro Médico. Se trata de una capilla empezada en 1891 y concluida al año siguiente por el arquitecto francés E. Desormes, y que destaca por su aguja de fierro calado que remata la fachada y por su rosetón, interrumpido en su parte inferior por un frontón agudo con la imagen del Jesucristo y cinco ángeles en relieve.
Al norte del Centro Histórico se encuentra la colonia Guerrero. Esta colonia se fincó en 1880 en los potreros que pertenecieron al Colegio de Propaganda Fide de San Fernando y que, antes de fraccionarse, fueron propiedad del licenciado Rafael Martínez de la Torre.
La Guerrero tuvo al principio una alameda o plazuela que llevó el nombre del licenciado mencionado para perpetuar su memoria. Ese sitio está hoy ocupado por el mercado Martínez de la Torre y por la iglesia del Inmaculado Corazón de María (Héroes 132 esquina con Mosqueta), cuya primera piedra fue colocada por el presbítero Mateo Palazuelos el 22 de mayo de 1887. Su autor fue el ingeniero Ismael Rego, quien la concluyó en 1902 en estilo neogótico.
Originalmente planeada de tres naves, sólo se le construyó una por lo que quedó muy desproporcionada; además, al hacerse las columnas de piedra y los arcos de hierro, no tuvo la suficiente consistencia para resistir el sismo de 1957, que ocasionó la separación del muro sur de la bóveda. Desgraciadamente, este daño no fue reparado y el terremoto de 1985 causó el derrumbe parcial, por lo que el inba, la sedue y el inah determinaron demoler el cuerpo del templo para construir uno nuevo, respetando la antigua fachada y las dos torres, que no habían sufrido daños mayores.
Al occidente de la Guerrero se halla otra colonia de gran tradición, la Santa María la Rivera. Trazada en 1861 y por ende la primera colonia de importancia fundada en la ciudad, la Santa María fue planeada originalmente para albergar a la clase media alta. En un principio, las pocas casas que se construyeron se ubicaron al sur de su alameda, y justamente en esa zona, en la calle Santa María la Rivera número 67, nació la iniciativa del padre José María Vilaseca, fundador de la Congregación de los Padres Josefinos, de dedicar una hermosa iglesia a la Sagrada Familia.
Su proyecto, de estilo neobizantino, fue elaborado por el arquitecto Carlos Herrera, recibido en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1893, autor también del Monumento a Juárez en la avenida del mismo nombre y del Instituto de Geología -hoy Museo de Geología de laUNAM- frente a la alameda de Santa María.
La construcción del templo quedó a cargo del ingeniero José Torres, la primera piedra se colocó el 23 de julio de 1899, se terminó en 1906 y fue bendecido en diciembre de ese mismo año. Cuatro décadas después dieron inicio las obras de ampliación y reforma con la construcción de los dos campanarios que se encuentran entre las gruesas pilastras frontales.
El santuario parroquial María Auxiliadora, situado en la calle de Colegio Salesiano número 59, colonia Anáhuac, fue realizado de acuerdo a un proyecto original fechado en 1893, elaborado por el arquitecto José Hilario Elguero, autor también de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y del Colegio Salesiano, adyacente al santuario de María Auxiliadora.
Los primeros religiosos salesianos que llegaron a México hace poco más de 100 años, se establecieron en los terrenos que en esa época pertenecían a la antigua hacienda de Santa Julia, en cuyos límites, al borde de sus huertas y frente a lo que es el actual santuario, se ubicaban los «oratorios festivos», que era una institución que agrupaba a los jóvenes para enriquecerlos culturalmente. Allí se reunía la gente que habitaba la naciente colonia Santa Julia -hoy Anáhuac- por lo que se determinó levantar un templo que inicialmente se había concebido para la hacienda y no para el colegio de los salesianos.
La Revolución y la persecución religiosa -1926 a 1929- prácticamente paralizaron las obras, hasta que en 1952 fue entregado el templo a los religiosos que en 1958 encomendaron al arquitecto Vicente Mendiola Quezada la terminación de la obra de estilo neogótico, quien se basó en el proyecto original consistente en arcos de acero y elementos modernos de fibra de vidrio para evitar el excesivo peso de la piedra. Sus torres, aún inconclusas, son hoy objeto de obras que permitirán que este santuario quede completo como lo merece.
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