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Los cuidados de una diosa

Los cuidados de una diosa fifu

Cuando vemos Ias representaciones escultóricas de Ios dioses en distintas culturas, Ios seres humanos creemos que siempre estuvieron allí en donde Ios ha ubicado Ia mano deI hombre y que a muchas de ellas nada a través deI tiempo Ies ha podido afectar dado el esplendor que muestran.

AI decir “dioses » estamos hablando de personajes creados por Ios hombres, o bien de seres verídicos que después fueron divinizados debido a su importancia en esta tierra por Ias hazañas que realizaron en vida.

Cada una de Ias deidades de Ios diversos panteones prehispánicos presentan características muy peculiares, tanto desde el punto de vista mítico-religioso como en relación con sus representaciones artísticas, que muestran atributos determinantes y llenos de simbología de acuerdo con su definición individual. AIgunos cronistas españoles deI siglo XVI como fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán han dejado muestra de ello; entre muchas otras cosas, narran Ias advocaciones de Ios dioses de estas tierras, sus atavíos y ornamentos, Ios colores y disefios con que eran pintados, Ios materiales de que estaban hechos y adornados; Ios sitios que ocupaban Ias esculturas de Ios dioses en Ios recintos y Ia manera en que eran reverenciados con festividades, ceremonias, ritos y sacrifícios.

Un ejemplo de esto es Ia descripción que hace Durán del dios HuitzilopochtIi «que á el solo Ilamavan señor de lo criado y todopoderoso»: tenía este ydolo toda Ia frente azul y por encima de Ia nariz otra venda azul que le tomava de oreja á oreja, tenía sobre Ia cabeza un rico penacho a la hechura de pico de pájaro el qual pájaro llamavan vitzitzilin. […] Este ydolo assi bestido y aderezado estaba siempre puesto en un altar alto en una pieza pequeña muy cubierta de mantas y de joyas y plumas y aderezos de oro y rodelas de plumas lo más galano y curioso quellos savían y podían aderezallo, tenían siempre una cortina delante para más reverencia y beneración.

Hay quien dice que en el momento de Ia conquista dicha estatua fue derribada de lo alto deI Templo Mayor por el soldado Gil González de Benavides, quien recibió como recompensa a este acto los predios que quedaron sobre el terreno deI destruido Templo. Con esto podemos ver cuán distinta suerte corrió, paradójicamente, Ia escultura deI dios Huitzilopochtli de Ia sufrida por su hermana Ia diosa Coyolxauhqui, cuya imagen fue encontrada completa y en excelentes condiciones. Y es que, créase o no, los cuidados de una diosa son extremos.

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De hecho, cuando Ia gente contempla Ias esculturas de los dioses prehispánicos, Ia mayoría supone que salieron limpias, enteras ( o casi) y sin problemas. No imagina que desde el momento de su creación hasta el de su descubrimiento por el arqueólogo Ias esculturas prehispánicas han ido acumuIando una serie de datos que forman ya parte de ellas mismas y Ias hacen más interesantes y valiosas. Hablamos de datos tales como: Ia razón político-religiosa por Ia que cada escultura fue elaborada, Ia función ritual para Ia que se creó y se colocó en determinado lugar, Ias atenciones que recibió, Ios motivos por Ios que dejó de ser venerada y fue protegida cubriéndola de tierra, Ios daños que sufrió mientras estuvo enterrada, o bien, Ios cambios que experimentó al ser descubierta siglos después.

No imagina Ia gente Ias peripecias técnicas en el descubrimiento y traslado, ni los análisis químicos que generan disertaciones sobre los tratamientos más adecuados a aplicar , ni Ias profundas investigaciones en los libros que nos dejaron los cronistas para poder argumentar Ias interpretaciones que vayan surgiendo. Pero cuando el público va adentrándose en su historia aI leer este tipo de información y observa fotografias y, a veces, hasta videos que muestran Ia forma en que Ias esculturas de los dioses fueron encontradas y excavadas, entonces comienza a percibir que existen disciplinas especializadas cuyo específico fin es cuidar no solamente a los dioses —aunqué éste sea el tema que nos ocupa por el momento–, sino también darles tratamientos de conservación y restauración a todos los objetos encontrados en excavación.

CoyoIxauhqui, Ia diosa de Ia luna y hermana de Huitzilopochtli, dios deI sol, mereció cuidados extremos desde su descubrimiento en el Templo Mayor por varios motivos: 1o.) fue encontrada accidentalmente por obreros de Ia Compañía de Luz y Fuerza; 2o.) arqueólogos deI Departamento de Salvamento Arqueológico deI INAH realizaron los trabajos de rescate de Ia diosa, mismos que consistieron en liberarIa de Iodo y piedras, hacerle una limpieza superficial, así como excavar el área circundante e inferior de Ia diosa para su estudio; 3°) esto último dio lugar a Ia necesidad de adaptarle una estructura que Ia soportara in situ (en su lugar original), que de acuerdo con Julio Chan estaba formada por dos triángulos de placas de fierro (colocando neopreno, substancia química, como aislante) y soportada a su vez por medio de vigas de fierro con zapatas y en el centro se le colocaron tres gatos mecánicos asentados sobre recipientes con arena; 4°) restauradores deI entonces Departamento de Restauración deI Patrimonio Cultural deI INAH le aplicaron un tratamiento preventivo de limpieza mecánica (con instrumental médico), limpieza química, fijado de Ia pintura, velado de Ias orillas de Ia fractura y unión de pequeños fragmentos.

Posteriormente, se tomaron muestras para análisis (por personal deI entonces Departamento de Prehistoria) tanto de Ia piedra como de su escasa policromía, dando como resultado lo siguiente:

-La piedra es una toba volcánica de tipo extrusivo «traquiandesita», de color rosa claro.

-EI color amarillo es un ocre compuesto por óxido de hierro hidratado.

-EI color rojo es un óxido de hierro no hidratado.

EI análisis de Ia piedra sirvió no sólo para conocer Ia composición química que Ia conforma, sino también para saber en qué estado de conservación fue descubierta después de 500 años de estar enterrada. Gracias a Ia observación microscópica Ios expertos pudieron obtener datos acerca de Ia pérdida, en buena parte, deI principal constituyente de este tipo de piedra como Io es el sílice. De allí que se decidiera darle a Coyolxauhqui un cuidadoso tratamiento de consolidación para restituirle dicha pérdida y, por ende, su fuerza físico-química. Para ello se le apIicó una substancia a base de silicatos de etilo que, al penetrar en Ia piedra, reaccionaron con los cristales internos, formando dióxido de silicio o sílice. Este proceso de conservación duró cinco meses y lo realizamos de Ia siguiente manera:

Sobre la superficie de la piedra completamente limpia y seca se fue aplicando el consolidante -diluido en nafta- con una brocha, hasta saturar la sección elegida (la escultura fue trabajada por secciones para poder controlar perfectamente su consolidación); después se le colocaron encima compresas de algodón envuelto en gasa y sumergidas en el consolidante, y finalmente éstas fueron cubiertas con un plástico grueso seIlado para impedir la evaporación violenta del solvente.

Diariamente se aplicaba más consolidante sobre Ias compresas ya colocadas para obtener mayor penetración y consolidación, hasta que cada sección quedaba saturada y se dejaba secar en sus vapores.

Una vez terminado el tratamiento de consolidación de Ia diosa, se le dedicaron cuidados de mantenimiento una o dos veces por semana, efectuando una limpieza meramente superficial con una aspiradora y cepillos de pelo fino. Sin embargo, esto no era suficiente para Ia protección de Ia piedra después de su consolidación, ya que, a pesar de estar cubierta por un techo y cortinas, Ias partículas sólidas de Ia contaminación atmosférica se estaban depositando sobre ella con el peligro de dañarla, pues tanto éstas como los gases, más Ia humedad del ambiente, provocan Ia alteración de Ia piedra. Por lo tanto, al planearse Ia construcción del museo de sitio, se le consideró para colocarla dentro de una sala y así, al mismo tiempo que se le protegía de los agentes de deterioro naturales, podría ser apreciada de cerca y desde lo alto en toda su magnitud.

El levantamiento de Ia piedra de su sitio original tomó en cuenta todas Ias precauciones: implicó todo un trabajo de protección, empaque, movimiento de Ia piedra y su estructura con cables, por medio de una «pluma» (dispositivo para carga) que trasladó Ia piedra a un camión especial para después hacer el trayecto hasta el museo, y ahí nuevamente levantarla ahora entre dos «plumas » para introducirIa por una abertura que se había dejado ex profeso en una de Ias paredes del museo.

Vale Ia pena concluir este artículo diciendo que, mientras Ia diosa Coyolxauhqui permaneció in situ, recibió Ia admiración y pleitesía de cuantos tuvimos Ia suerte de estar cerca de ella, incluso hubo quien un día tuvo el hermoso detalle de co locar sobre su pierna derecha una bellisima rosa, el más delicado tributo que una diosa reconoce. Aún ahora, dentro del museo, continúa recibiendo cuidados de mantenimiento así como la admiración y el cariño de quienes la contemplamos con ojos absortos, remontándonos a uno de los mitos más estremecedores que suelen darnos a conocer a los dioses prehispánicos.

Fuente: México en el Tiempo No. 2 agostro-septiembre 1994

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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