María Reyna, la soprano mixe que triunfa en todo el mundo con su voz
María Reyna, también conocida como Soprano Mixe, rompió las barreras de la discriminación y hoy triunfa como cantante en México y el extranjero.
María Reyna nació el 12 de diciembre de 1990. Canta en el coro escolar desde los 8, pero en realidad se consolidó como artista en 2012, cuando fue identificada como Soprano Mixe y arrancó el proyecto Ópera Mixe junto a su maestro y mentor Joaquín Garzón. Su sueño cumplido: vivir de la música.
Es la cuarta y última hija de un matrimonio campesino oriundo de Santa María Tlahuitoltepec, enclavado en la Sierra Mixe. A los 15, sin hablar español, ella salió de Tlahui en busca de lo que había detrás de la neblina, las filarmónicas y las montañas de su pueblo.
Su primer mentor fue el maestro Marcos Díaz Jiménez, con quien cantó en un grupo versátil a los 12 años. “Él me decía: ‘Esto es para ti, no lo dejes, sigue tus sueños, es lo que te gusta: hazlo’”.
Antes que él, ya su madre la alentaba: “Detrás de esta gran montaña, hay otra vida, hay cosas que ver, cosas que vas a descubrir por ti misma; no te quedes aquí, donde estoy yo porque no tuve la oportunidad. Yo no salí, pero tú sí puedes”.
María Reyna migra a la ciudad
Maduró rápido y siendo niña supo que el canto sería su destino. Su prima se había ido a Guadalajara y le ofreció recibirla. María aceptó, escribió el nombre de la ciudad en un papel y salió sola. Tomó un autobús hacia la ciudad de Oaxaca, de ahí a la Ciudad de México y, finalmente, a Guadalajara. Trabajó aseando casas, lo que le permitió acabar la prepa y, luego, la licenciatura en Canto Gregoriano.
“Vengo de una comunidad que es tierra de músicos, donde todos los días escuchas música, hay dos, tres, cuatro, cinco bandas filarmónicas, mujeres tocando… pero voz no había. No había maestros de canto ni instrucción para educar la voz. En 2009 decidí irme para profesionalizarme y buscar el camino que no encontraba en mi pueblo”.
Soprano Mixe
Tener una voz como la suya es un don; sin embargo, el estudio y la disciplina necesitan acompañar el talento en lo cotidiano: solfeo, memoria, entonación, oído, repetición, observación.
Primero, el reto que enfrentó fue aprender español; luego, sobrevivir, y finalmente cumplir su sueño de vivir de la música, como intérprete y dando clases. Poco a poco los caminos se fueron abriendo y conoció a su segunda familia, la de Joaquín Garzón y Gabriela Avendaño, con quienes ha crecido personal y musicalmente. Con ellos se asoció para crear Ópera Mixe, y grabar su primer disco Orgullosa soy raíz.
El maestro Garzón descubrió su talento y le sugirió:
“Tú tienes que ser diferente: hay cantantes de ópera, hay cantantes populares; yo quiero ver a una María Reyna que canta en su lengua, que le llegue al corazón lo que está cantando”
Ahora reside en Tlaxcala y está trabajando en un proyecto de difusión y respeto de las lenguas originarias. “Tengo un equipo muy sólido; ante todo aquí está la lealtad, la honestidad y la familia. Hicimos un proyecto hermoso, montamos Ópera Mixe. Estamos en ese proceso y, por supuesto, yo quiero vivir de esto, pero también quiero dar lo mejor”.
María Reyna y el canto con público
A pesar de su corta edad, la trayectoria de María Reyna es larga, por eso le pregunto sobre en qué punto está de su carrera. Ella, con humildad, contesta: “Me siento en la etapa de crecimiento, cuando uno puede ya estar en el escenario”. Tras 22 años de cantar…
Si bien Orgullosa soy raíz es su primer disco, ella ya pisó los teatros más importanes de Oaxaca (Teatro Macedonio Alcalá, Auditorio Guelaguetza) y algunos de la CDMX: la Sala Ponce de Bellas Artes, Esperanza Iris; además de diversas ciudades del país como Tepic, Monterrey, Hermosillo, Cuernavaca y, desde luego, Guadalajara.
Un profundo sentido comunitario
Lo que venía para 2020 era una gira por Europa y, luego, tal vez, Estados Unidos. La emergencia sanitaria nos confinó a todos y ella regresó a su pueblo. María Reyna aprovechó la pandemia para aceptar el bastón de mando como encargada sanitaria en el servicio comunitario en Tlahui.
Pasó 2020 al cobijo familiar, atendiendo enfermos, recolectando basura y buscando el bienestar sanitario de su gente. Hoy, ella es una comunera activa y al decirlo se arraiga con orgullo a su identidad: ayuukjä’äy. Los castizos la llamamos mixe, pero ella habla ayuuk.
Hacer el servicio “es respetar a tu gente y a la tierra que te vio nacer. Ser parte de la comunidad es ser activa en los tequios, es hacer el trabajo con las autoridades de ese año, abrir la colindancia para cuidar el territorio de tu pueblo. El tequio es dar tu cooperación al año (100 pesitos, aclara). Yo estaba persiguiendo mi sueño, pero también llegó el momento de cumplir con mi gente, con mi comunidad”.
“Uno de mis abuelos me decía ‘Acéptalo, hija, porque así tú te ganas también el respeto de tu gente y de tu familia’. Eres parte de… de eso no puedes escaparte, hay gente que está en Estados Unidos y sigue cooperando para estar en el pueblo”.
Este fuerte compromiso con su identidad le da mucha solidez.
La pulcritud y el respeto con los que trata las lenguas originarias son admirables. Si canta en maya, ella estudia la variante precisa y busca una interpretación tal que toque las fibras más sensibles de los escuchas al grado de que la gente originaria dude sobre si ella habla el idioma en la vida cotidiana. Así de comprometida es con su trabajo. Así de respetuosa es de la identidad.
Ese trabajo de rescate y esa entrega se percibe en sus canciones: “La voz es muy de adentro, muy emocional. La voz, la música, el canto, es terapia para el alma”.
Inspirar y ser ejemplo
“Quiero llegar a las mujeres indígenas, a las mujeres que son de las comunidades, a las mujeres que tienen esas ganas de salir, pero les falta esa parte: un poquito de coraje, que las empuje, quiero decirles: ‘Sal de ahí, para que puedas hacer algo diferente’”.
Menciona María Reyna para México Desconocido.
“Recuerdo mucho que alguna vez alguien me dijo ‘Queremos hablar contigo. Queremos decirte que tú no vas a vivir de la música. El canto no te va a llevar a ningún lado, tienes que buscar otro trabajo, estudiar algo diferente’. Y no es cierto, creo que cuando tú realmente quieres algo, lo puedes convertir en algo muy grande”.
Continúa.
“Si tú sacas lo que tienes aquí (señala su corazón), de alguna manera es una forma de interpretar. Yo interpreto lo que hizo el compositor. Es lo que me encanta transmitirles a los niños a los que les doy clases, me encanta enseñar. Lo poco que yo sé, pues lo doy”.
Concluye.
No sé si sea un atributo oaxaqueño, pero la risa de María Reyna me contagia. No son sólo sus labios los que muestran su alegría, también ríen sus ojos. Inclina su cuerpo, sus manos “hablan” con un gesto que en repetidas veces llegan a su pecho, a la altura de su corazón. Es quizá la alegría de tener bien profundas las raíces lo que le da esas enormes alas para volar y transportarnos con esas notas tan altas, como si su voz fuera un ave del paraíso.
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