Orígenes de Guanajuato - México Desconocido
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Orígenes de Guanajuato

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Probablemente hacia principios del siglo XVI, la región del actual Guanajuato se encontraba poblada de indígenas chichimecas, principalmente un sitio llamado Paxtitlán, en el que abundaban las ranas.

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Al parecer los indios tarascos que les acompañaban le dieron el nombre de Quanashuato, “lugar montuoso de ranas” . Se sabe que hacia el año de 1546 los españoles ya habían explorado el área y que Rodrigo Vázquez estableció una estancia. Entre esa fecha y 1553 se realizaron importantes descubrimientos de yacimientos minerales de oro y plata, el más notable efectuado por Juan de Rayas en 1550. Para el año siguiente se habían asentado en el lugar cuatro campamentos o reales para el cuidado de las minas recién descubiertas, entre ellas la más importante llamada Santa Fe.

Aunque los chichimecas atacaban con cierta frecuencia, el Real de Minas se erigió como alcaldía mayor en 1574 adoptando el nombre de Villa de Santa Fe en el Real y Minas de Guanajuato. En 1679 ya tenía blasón o escudo de armas y en 1741 se le otorgó el título de ciudad por «las ventajosas conveniencias que ofrecen sus abundantes minas de plata y oro». El rey Felipe V firmaba la Cédula y le denominaba muy noble y leal ciudad Real de Minas de Santa Fe de Guanajuato.

Este emplazamiento obligó a un desarrollo que estableció características urbanas particulares que obedecían a las irregularidades topográficas del terreno, adaptando a ello la distribución del asentamiento y trazando peculiares calles, plazas, plazuelas, callejones y escalinatas de extraordinario aspecto, circunstancia que le ha valido a la ciudad el ser considerada una de las más admirables de nuestro país.

Inicialmente se conformó por cuatro barrios: el de Marfil o Santiago, el de Tepetapa, el de Santa Ana y el de Santa Fe; se piensa que este último era el más antiguo y que se encontraba en donde está el actual barrio de la Pastita. En la integración urbana también se incluyó un arroyo que prácticamente pasaba por el centro del asentamiento convirtiéndolo en la Calle Real que constituía el eje principal de la ciudad y a cuyos costados, sobre las faldas de los escarpados cerros, se construyeron las casas de sus habitantes. Esta calle, hoy conocida como Belaunzarán es una de las más bellas avenidas por sus tramos subterráneos, sus puentes y los agradables rincones que forma en su serpenteante recorrido. Las construcciones de mayor importancia y riqueza se fabricaron en cantera rosa, mientras que para las más modestas se utilizaron el adobe y el tabique, aspecto que le proporcionó un característico colorido que va de los tonos rojizos hasta los verdes, pasando por los rosados; para los pavimentos, escalinatas y chapeos se utilizó la loza estratificada.

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La opulencia que la ciudad alcanzó hacia el siglo XVIII, gracias a los ricos yacimientos de oro y plata, se manifestó en su arquitectura civil y religiosa; sin embargo es preciso nombrar por ejemplo la primera capilla, bendecida en 1555 que fue la del Hospital de los Indios Otomíes, el oratorio del colegio de Compañía de Jesús, fundado hacia 1589, que se ubicó donde hoy está la Universidad y la primitiva iglesia parroquial llamada de los Hospitales, que data de mediados del siglo XVI, hoy parcialmente modificada y con un grabado en su fachada con la imagen de Nuestra Señora de Guanajuato.

La ciudad ofrece espacios de extraordinaria ambientación y hermosas perspectivas, con sus plazas que enmarcan a las edificaciones de mayor interés, como la de San Francisco, en la que desemboca la calle de Sopeña, frente al templo de San Francisco, con una barroca fachada del siglo XVIII que constrasta con la contigua capilla de la Santa Casa. Más adelante se encuentra el jardín de Unión, en cuyo costado sur se alza el maravilloso templo de San Diego que contaba con un viejo convento; el templo se dañó por una inundación y fue reconstruido en el siglo XVIII por intervención del conde de la Valenciana. Su fachada es de estilo barroco con un aire churrigueresco.

Posteriormente se encuentra la plaza de la Paz, rodeada de interesantes inmuebles como el Palacio de Gobierno, la extraordinaria Casa de los Condes de Rul, obra de fines del siglo XVIII atribuida al arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras, que posee una excelente fachada y un bello patio interior; la Casa del Conde de Gálvez y la de Los Chico. En el extremo oriente de la plaza se halla la imponente basílica de Nuestra Señora de Guanajuato, construida en el siglo XVII en estilo barroco sobrio, que aloja en su altar mayor a la preciada imagen de la Señora de Santa Fe de Guanajuato. Tras la Basílica se encuentra otra plazuela que antecede al fastuoso templo de la Compañía de Jesús, edificado en 1746 con el apoyo de don José Joaquín Sardaneta y Legazpi. El edificio cuenta con una de las más hermosas fachadas barrocas de México y destaca en él la colosal cúpula que le fue agregada en el siglo pasado por el arquitecto Vicente Heredia. Al costado poniente de este templo se encuentra el recinto de la Universidad, que fuera el Colegio de la Purísima fundado por los jesuitas a finales del XVI; el edificio sufrió modificaciones en el XVIII y algunas más a mediados del presente siglo. Hacia el oriente de la Compañía se ubica la plaza del Baratillo, que ostenta una bella fuente traída de Florencia por órdenes del emperador Maximiliano, y en cuyo costado poniente se levanta el templo de San José.

Siguiendo por la calle Juárez se pasa por el Palacio Legislativo, construcción del siglo XIX; más adelante se encuentra el edificio que fuera la Casa Real de Ensaye, destacada mansión barroca que ostenta en su fachada el primer escudo nobiliario de la ciudad. Desde allí, por una pequeña calle transversal se pasa por la plaza de San Fernando para llegar a la plazuela de San Roque, encantador rincón colonial que enmarca a la iglesia del mismo nombre y que es la más antigua que se conserva, levantada en 1726. El conjunto da acceso a su vez al agradable jardín Morelos, mismo que antecede al templo de Belén, construcción del siglo XVIII con una modesta portada y bellos retablos en su interior. Desde un costado del templo, una calle que sube hacia el norte conduce al edificio de la Alhóndiga de Granaditas; concebido para almacenar granos y víveres, su construcción se inició en 1798 bajo un proyecto del arquitecto Durán y Villaseñor para terminarse en 1809 bajo la supervisión de José del Mazo. Su imagen general, es una bella muestra de la arquitectura civil neoclásica de México.

Espacios típicos de la ciudad son las plazuelas y callejones, entre los que se pueden mencionar la plazuela de la Valenciana, la de los Ángeles, la de Mexiamora, el famoso y romántico Callejón del Beso y el del Salto del Mono. Otros inmuebles religiosos de importancia son el templo de Guadalupe, construido en el siglo XVIII en estilo barroco sobrio, el templo del Pardo, también del XVIII, con su fachada plagada de motivos vegetales ejecutados magistralmente en cantera.

Ya fuera del Centro Histórico, hacia el norte, se encuentra el templo de la Valenciana dedicado a San Cayetano, cuya exquisita portada churrigueresca del siglo XVIII ha sido comparada con las del Sagrario y la Santísima en la ciudad de México. El templo fue levantado a instancias de don Antonio de Obregón y Alcocer, primer conde de la Valenciana, entre 1765 y 1788. El recinto conserva en su interior algunos espléndidos retablos y un precioso púlpito con incrustaciones de hueso y maderas preciosas. El templo de Cata también merece especial atención. Levantado frente a la plazuela hoy conocida como del Quijote, es otra de las excelentes muestras del barroco mexicano, cuya fachada rivaliza con la de la Valenciana. Se encuentra en el poblado minero del mismo nombre y su construcción data del siglo XVII.

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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