El Partido Nacional Revolucionario (PNR), de la lucha armada al corporativismo
Un día como hoy, pero de 1929, se fundó el Partido Nacional Revolucionario, instituto político que daría paso al corporativismo y al socialismo mexicanos.
A finales de la Revolución Mexicana, los esfuerzos por nuevamente institucionalizar el país requirieron de nuevos esfuerzos y enfrentamientos. En 1913, Venustiano Carranza promulgó un decreto para que los movimientos insurgentes se agruparan en un sólo ejército, lo que se convirtió en el Ejército Constitucionalista, de donde también saldrían los futuros presidentes de la República Mexicana, entre ellos, Plutarco Elías Calles –fundador del Partido Nacional Revolucionario (PNR)–.
El inicio de la institucionalización de la revolución también provocó la persecución política de los actores que se oponían al nuevo régimen, sin importar si provenían de los sectores de derecha o izquierda. Sin embargo, aún no existía un órgano de poder que unificara a las voces políticas en el cada vez más evidente proyecto caudillista liderado por la cúpula militar. El primero en pensar en un partido político unificador fue Álvaro Obregón, pero su muerte impediría que lo consolidara.
Un partido hegemónico
Cuando Plutarco Elías Calles asumió su segunda presidencia en 1929, retomó los proyectos sociales y la negativa de sometimiento a los empresarios estadounidenses. Asimismo, aceptó entablar relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, país que entonces era gobernado por un sólo partido y que serviría de modelo para su proyecto partidista.
Durante su llegada, el embajador soviético declaró: “ningún país muestra más similitudes que la Unión Soviética y México”.
Como consecuencia, el gobierno estadounidense declaró que México era el segundo país bolchevique en la tierra y se refirieron a él como “México soviético”.
Pese a los puntos de encuentro, Calles negó la entrada de comunistas a la república y evitó que se infiltraran en el gobierno. En 1928 el presidente propuso la fundación de Partido Nacional Revolucionario (PNR), con carácter capitalista moderado pero que aglutinaba una mayor diversidad ideológica, lo que permitió que durante cardenismo tuviera una etapa socialista. A partir del 04 de marzo de 1929 –fecha oficial de su fundación–, el PNR fue el puente para aquellos que quisieran acceder al poder; así como el órgano que aglutinó sindicatos y luchas sociales.
Para ser candidato del Partido Nacional Revolucionario se requería:
I. Ser miembro del Partido con antigüedad de dos años cuando menos al verificarse la convención respectiva.
II. Haber realizado obras meritorias en favor de la Revolución, y especialmente en favor del proletariado mexicano y del Partido Nacional Revolucionario.
III. No haber combatido nunca los principios revolucionarios, ni haber traicionado los postulados del Partido Nacional Revolucionario.
Plutarco Elías Calles “el Jefe Máximo de la Revolución”
Gracias a la poder político centralizado en el PNR, durante el periodo de 1928 a 1934 no hubo autoridad política más importante que la de Plutarco Elías Calles, debido a ello, el expresidente comenzó a ser llamado “Jefe Máximo de la Revolución“. A diferencia de sus antecesores, Calles ya no apostaría por reelecciones, sino por una democracia simulada a través de prestanombres.
Las administraciones del presidente interino Emilio Portes Gil, de Pascual Ortiz Rubio y de Abelardo L. Rodríguez, compusieron el periodo apodado como el Maximato, donde Plutarco Elías Calles tomaba la última palabra en las decisiones políticas desde su finca de Cuernavaca o su casa en la colonia Anzures.
«El Estado soy yo», el uso del Partido Nacional Revolucionario
Pese a los avances en la institucionalización del país, el Maximato no fue un periodo de gobiernos estables. El magnicidio que inauguró el periodo generó que la administración de Portes Gil se enfocara en la estabilidad política y en la organización de los nuevos comicios.
Posteriormente, la administración de Ortiz Rubio nuevamente generaría inestabilidad, pues su gobierno sólo duraría dos años, abarcando el periodo de 1930 a 1932. Entre los actos que marcaron la administración de Ortiz Díaz se encuentra el avance en materia de derechos para la ciudadanía, el reconocimiento de la Segunda República Española, la ratificación de la libertad de culto y la inversión en infraestructura telefónica.
Tras un intento de asesinato, Ortiz Rubio se mantuvo al margen del escenario político y optó por renunciar en 1932. La versión oficial clamaba que el presidente sufría neurosis tras al atentado y que había quedado incapacitado para mantenerse en funciones. Por su puesto, las decisiones gubernamentales seguían siendo tomadas por Calles, pese a sus constantes afirmaciones de que se mantenía al margen del poder. Ante un clima de golpe de Estado, el presidente Ortiz Rubio declaró:
”Salgo con las manos limpias de sangre y dinero, y prefiero irme, y no quedarme aquí sostenido por las bayonetas del ejército mexicano”.
El Maximato: obsesión por el poder
Tras dos breves gobiernos tutelados por civiles, la presidencia recayó nuevamente en manos de un militar: Abelardo L. Rodríguez, quien se convirtió en el último presidente no electo constitucionalmente en la historia de México. A diferencia de sus antecesores, Rodríguez había combatido en el último periodo de la Revolución Mexicana y pertenecía al círculo militar del Plutarco Elías Calles.
De acuerdo con la Ley Orgánica del Congreso de los Estados Unidos Mexicanos entonces vigente, el presidente interino debía ser elegido por el grupo parlamentario al que pertenecía el presidente a sustituir. En el caso de Ortiz Rubio, el grupo parlamentario era el del PNR, quien escogió a Abelardo L. Rodríguez gracias al visto bueno del líder del Maximato.
El gobierno de Rodríguez nuevamente duró solo dos años, en los cuales se centró en la reforma constitucional para evitar la reelección en cualquiera de sus formas, se avanzó en los proyectos de infraestructura y se realizaron reformas económicas, como el establecimiento del salario mínimo. Su mandato terminó el 30 de noviembre de 1934, cuando entregó el poder al general Lázaro Cárdenas, quien por su cercanía con Plutarco Elías Calles debería seguir el Maximato.
Lázaro Cárdenas, un nuevo caudillo
Sin embargo, el gobierno de Lázaro Cárdenas no continuó con las políticas del Maximato, comenzando el debilitamiento político de Plutarco Elías Calles.
Ante las inclemencias políticas, Lázaro Cárdenas decide poner fin al Maximato la noche del 09 de abril de 1936, enviando militares y policías a Santa Bárbara, la hacienda donde vivía el expresidente. Calles se encontraba en su cama leyendo “Mi Lucha” de Hitler, cuando la comitiva le anunció que debía salir de México antes de las 7 am.
Asimismo, el Partido Nacional Revolucionario llegó a su fin con el exilio de Calles, cuando el presidente Lázaro Cárdenas decidió que debía incorporarse a sectores obreros y campesinos reales, y no sólo a líderes sindicales que fomentaran el corporativismo.
De acuerdo con Meyer (2009), «la derrota política de Calles y del callismo fue un prerrequisito para que el ala izquierdista del PNR […] pusiera fin a la diarquía que había existido desde hacía tiempo y lograr que la presidencia de la República recuperara su carácter de centro formal y real del poder».
La nueva etapa del partido que abría sus puertas a los sectores populares proyectó la creación del Partido Socialista Mexicano, encabezado por los cardenistas. Sin embargo, la transformación Partido Nacional Mexicano concluyó en el Partido de la Revolución Mexicana, el cual nació el 30 de marzo de 1938 y puso fin al PNR.