Paseo por Chimalistac, un barrio instagrameable en la CDMX
Secreto y señorial, el barrio de Chimalistac resguarda rincones que podrían conquistar a todos tus contactos de Instagram. ¿Ya lo conoces?
En el sur de la Ciudad de México, escondido en algún lugar entre San Ángel y Coyoacán, se encuentra el señorial barrio de Chimalistac, un pequeño enclave que silencioso y exuberante ha conservado sus contornos de pátinas ancestrales y sus secretos de tiempos inmemoriales.
Quizá fue cuando el escritor Federico Gamboa publicara en 1903 su novela Santa, que transcurre en Chimalistac, o después, en 1918, con la adaptación cinematográfica de la novela por parte de Luis G. Peredo, que muchos capitalinos supieron de la existencia de este barrio melancólico y entrañable.
Hoy, el lugar es una de las joyas de la ciudad; caminar sus calles es una delicia, tras cada paso se van descubriendo sus casonas señoriales, sus puentes de antaño, sus fuentes altivas, sus frondosas plazoletas, su ermita colonial, su bello templo de San Sebastián, sus amplios parques, y muchas callejuelas empedradas y de gruesos sillares con musgos y enredaderas floridas.
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Un poco de historia de Chimalistac
Chimalistac viene de muy lejos, sus orígenes se pierden en el tiempo, sin embargo, sabemos que su topónimo es de origen náhuatl y que quiere decir “Lugar del Escudo Blanco”, y que pertenecía a Coyohuacan (hoy Coyoacán), y que a la llegada de los españoles era gobernada por Ixtolinque, quien después de la caída de Tenochtitlán se somete a Hernán Cortés y es bautizado como Juan de Guzmán Ixtolinque.
También es de todos conocido, que Hernán Cortés y sus huestes, una vez concluida la toma de Tenochtitlán, escogió estos lares para asentar sus reales, es decir, Coyoacán y Chimalistac, en lo que se levantaban los primeros edificios españoles sobre la derruida capital azteca (1521-1523).
En las primeras décadas de la Conquista, Chimalistac permaneció como una hermosa finca de huertos y hortalizas, y es que se trataba de una zona rica en agua, por el lugar cruzaban el río Magdalena y otros pequeños afluentes y manantiales.
A finales del siglo XVI, los hijos de Ixtolinque, quien gobernó Coyoacán hasta su muerte en 1569, donaron todos los terrenos de la Finca Chimalistac a la orden de los Carmelitas Descalzos, y estos decidieron, al paso de los años, fundar aquí su colegio de artes y teología dedicado a Santa Ana.
Pasaron los años y las décadas y Chimalistac siguió ostentando su vocación académica y horticultora, no fue sino hasta finales del siglo XIX —cuando el colegio de Chimalistac ya era conocido como el Colegio de los Carmelitas de San Ángel— que la zona fue urbanizada como hoy la conocemos.
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Un paseo fotográfico por Chimalistac
Con todo lo dicho anteriormente es fácil deducir para los amantes de la fotografía que Chimalistac es un edén para pasearse tranquilamente y hacer las mejores tomas fotográficas, de día o de noche, ya que el lugar ofrece unos ángulos y perspectivas inigualables.
No por nada el maravilloso pintor y paisajista José María Velasco (1840-1912) escogió estos escenarios inspiradores para realizar algunas de sus obras más destacadas.
Tampoco es menor el hecho de que el Gobierno de la Ciudad, en 2012, emitiera un decreto para declarar a Chimalistac como patrimonio tangible e intangible de la ciudad.
Un recorrido minucioso por Chimalistac
El Barrio, aunque no es grande, tiene muchos recovecos imperdibles, te dejamos aquí algunas sugerencias para que no te pierdas ningún detalle:
- El recorrido conviene iniciarlo por el Paseo del Río, cuyo acceso está justo a un costado de la librería Gandhi en Miguel Ángel de Quevedo. En esta calle principal se encuentran algunas de las casonas más emblemáticas del barrio, y además se pueden descubrir los tres antiguos puentes que en su momento cruzaban el río Magdalena, el Puente del Púlpito es el primero y más atractivo.
- Desde el Paseo de Río, puedes tomar la calle Del Carmen que es la que te lleva hasta la hermosa Plaza Federico Gamboa, en ella se encuentra la fantástica Parroquia de San Sebastian, y la conocida Casona de Chimalistac que hoy alberga el Centro de Estudios de Historia de México de Grupo Carso.
- Desde este punto resulta recomendable tomar la calle de Santa, que es una de las más emblemáticas del barrio y que lleva este nombre en honor a la novela de Federico Gamboa.
- Al llegar a la esquina se encuentra la calle de Hipo, cuyo nombre es en honor a Hipólito, el pianista invidente que vela por Santa.
- La calle de Hipo te regresa al Paseo del Río, y una vez allí encontrarás la calle de Rafael Checa, que además de contar con algunas de las casonas más espectaculares del barrio, te lleva hasta la hermosa Fuente del Huerto, que es una reminiscencia de las numerosas fuentes que habitaban en los huertos de Chimalistac entre los siglos XVII y XVIII, donde se dice había más de 13,600 árboles frutales.
- Desde esta fuente, conviene tomar la calle del Carmen que es la que te lleva a otra preciosa fuente que está en la esquina de las calles Fresno y Pimentel.
- Desde aquí, siguiendo todo derecho por la calle de Pimentel, se llega a la estupenda Ermita o Cámara del Secreto, que es el edificio más antiguo de Chimalistac, es decir, del siglo XVII.
- No podrás irte sin conocer la calle de San Ángelo, y el callejón de Cumaná, cuyos accesos también se encuentran en el Paseo del Río.
- En los límites del barrio, del lado de la avenida Insurgentes, resulta imperdible el maravilloso Monumento de Álvaro Obregón, en lo que es el amplio Jardín de la Bombilla, aquí fue donde puntualmente fue abatido el General Obregón el 17 de julio de 1928, en un restaurante campestre que se encontraba justo en este lugar. Las esculturas monumentales del escultor Ignacio Asúnsolo (1890-1966) que simbolizan las luchas campesinas son simplemente una joya.
- Finalmente, para sentir que no te has dejado nada en la chistera, es decir ningún pendiente, conviene dirigirte, del otro lado de la avenida Miguel Ángel de Quevedo, al bello Parque Tagle, también conocido como el Parque del Ahorcado, en un paseo por sus veredas peatonales encontrarás fabulosas perspectivas y escenarios frondosos y floridos, sin duda un buen cierre para una jornada inolvidable en uno de los rincones más espectaculares de nuestra gran ciudad.
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