Presencia de México en el mundo
A lo largo de este siglo que está por concluir, la imagen de nuestro país, reflejada fundamentalmente en nuestros tesoros artísticos.
Hoy en día, gracias a esa labor sistemática de presentación del patrimonio mexicano en Tokio, New York, París, Río de Janeiro, Beijin y en las más importantes capitales del planeta, se conoce y se admira el arte de los mayas y los olmecas, las pinturas de Diego Rivera y Frida Kahlo,los árboles de la vida de Metepec y el vidrio soplado de Guadalajara.Indudablemente nuestro papel en el concierto de las naciones debe mucho a esta labor cultural que han llevado a cabo las exposiciones internacionales de México.
La tradición de exhibir los objetos más preciados de nuestro patrimonio cultural se remonta al tiempo de la conquista de México por los españoles. Muy conocido es el testimonio del prestigioso pintor alemán Alberto Durero, quien en su diario de viaje por los Países Bajos, hacia 1528, relata su admiración al observar, detenidamente, los objetos de orfebrería en oro y plata que habían sido llevados a la corte flamenca cuando el joven Carlos I de España, realizaba una visita a esa ciudad. Durero menciona que “la vista de estas joyas regocijó su corazón”. Durante los tres siglos de dominio colonial, los objetos mexicanos fueron coleccionados ávidamente por reyes, jerarcas de la Iglesia y miembros de la nobleza, quienes los depositaron celosamente en sus gabinetes de maravillas y curiosidades.
Después de la consumación de la Independencia, llegaron a México numerosos viajeros quienes descubrieron la potencialidad económica y artística de la joven nación. Uno de ellos, el inglés William Bullock, llevó a Londres un importante conjunto de piezas arqueológicas y etnográficas presentándolas en 1824 en el Egyptian Hall. En aquella ocasión, por vez primera en la época moderna, se presentaban ante el público europeo los testimonios de las culturas indígenas mexicanas, del pasado y del presente. Afortunadamente, Bullock publicó los catálogos de ambas exposiciones. En la de arqueología apreciamos la presencia de copias en yeso de los monolitos como,la Piedra del Sol, la gran Coatlicue, y la Piedra de Tizoc, acompañados de esculturas originales, que hoy son parte del Museo Británico, y algunos códices que para nuestra fortuna se pudieron recuperar.
Cabe señalar que este viajero fuepionero de la museografía pues, además de los arreglos para presentar los objetos arqueológicos en la sección etnográfica, construyó una choza indígena, rodeándola de cestas, cerámica, metates, etc. y se llevó a un nativo, quien paseaba frente al público con su calzón y camisa de manta, su sombrero y capisayo, el curioso impermeable de hojas de palma. Las guerras fracticidas, las constantes revueltas y la inestabilidad política que caracterizaron el siglo XIX, impidieron la continuidad de las exposiciones, y no fue sino hasta finales de la centuria cuando, con la paz porfiriana, México estuvopresente en las principales ferias y exposiciones conmemorativas que se llevaron a cabo en Europa y en los Estados Unidos. En París, en 1888, para la Exposición Universal, México envió un buen número de reproducciones en yeso, de tamaño original, de los más destacados monumentos arqueológicos del viejo Museo Nacional. Así, la Piedra del Sol y Coatlicue, del mundo mexica, fueron acompañadas por el Chac-Mool y el Relieve de la Cruz de Palenque, representando el arte de la cultura maya. En 1892 se llevó a cabo en Sevilla la exposición conmemorativa del cuartocentenario del descubrimiento de América.
Para esta ocasión la junta colombina mexicana, presidida por don Francisco del Paso y Troncoso, organizó una espectacular muestra integrada por centenares de objetos arqueológicos de las más recónditas regiones del país, los que se presentaron en salones acondicionados al estilo de la época, recreando las insignias de los pueblos del México antiguo con escudos y armas nativas. El propósito fue mostrar la buena voluntad con España exaltando nuestra hermandad lingüística e histórica, la arqueología desempeñó un papel excelente. Para la exposición universal de París del año 1900, una vez más el pabellón mexicano utilizó el pasado arqueológico para dar carta de identidad a nuestro país con decorados aztecas, mayas, zapotecas, etc.
Con el periodo revolucionario, hacia la segunda década del siglo XX ocurrió un redescubrimiento de nuestra alma nacional. Ahora, los campesinos, los rostros revolucionarios y los paisajes mexicanos, mostraban el colorido de nuestros pueblos, conformando la paleta de artistas como Rivera y Orozco, quienes plasmaron la nueva plástica,en los muros de los edificios públicos. Así también el mundo colonial, con su arte cristiano y la producción artística popular, se revaloraron con los estudios de Gerardo Murillo, Dr. Atl. Surgieron entonces investigadores que promovieron el coleccionismo del arte mexicano, y nuestros museos iniciaron su labor de difusión de la nueva plástica.
En 1940, se presento en el Museo de Arte Moderno de New York, la deslumbrante exposición “Twenty Centuries of Mexican Art” que conjuntó piezas selectas del arte prehispánico, testimonios artísticos del mundo colonial y vistosos objetos de nuestro arte popular, acompañados con pinturas de la escuela mexicana del siglo XX; el impacto fue profundo y conmovedor, la ciudad de los rascacielos admiró nuestro arte, original y vigoroso. El catálogo de la muestra nos brinda una visión temprana de esta panorámica del patrimonio cultural mexicano, que de tiempo en tiempo, a lo largo del siglo XX, se presentará de manera constante, renovándose y ampliándose, según lo requirieron las condiciones de la época. En 1950 nuestra conquista cultural se dirigió a las ciudades europeas; en ese año México participó en la Bienal de Venecia con obras de Orozco, Rivera y Tamayo.
Fernando Gamboa afirma que fue “nuestra primera aparición formal en el extranjero”, dos años más tarde, este mismo crítico de arte y museógrafo preparó un selecto conjunto de obras de arte de todos los tiempos para la exposición “ArtMexicain du Precolombien a nos jours”, que contó con el patrocinio de la Presidencia de la República. París y Estocolmo se estremecieron ante las formas de las esculturas indígenas y el gran colorido de la obra de Orozco y Rivera. Aprovechando los movimientos que se realizarían con las colecciones arqueológicas del Museo Nacional de Antropología para su traslado del Centro Histórico al Bosque de Chapultepec, Fernando Gamboa, presentó otra exposición de arte mexicano que nuevamente se envió al viejo continente. Para entonces, el público europeo ya se había familiarizado con las imágenes de las deidades mesoamericanas: los Cristos dolientes, las vendedoras de flores de Diego Rivera y los ingenuos caballos policromados de Metepec.
Esto se debió a la popularización de nuestro arte, publicado en hermosas ediciones. De esta manera, los visitantes a la exposición Chefs d’oeuvre de l’art mexicain”, en París, Londres y Copenhague, confirmaron las emociones estéticas que habían sentido originalmente ante las láminas de aquellos libros. Fernando Gamboa derivó de aquellas dos exposiciones una más, llamada: “Retrato de México”, la cual recorrió por más de 15 años recónditas ciudades del planeta. El público más heterogéneo, con culturas tan contratantes como la filipina, la australiana, la chilena y la coreana, por mencionar sólo algunas, admiraron las obras arqueológicas y coloniales, las expresiones populares y el arte contemporáneo de México, constituyéndose nuestra plástica en efectiva embajadora ante todo el mundo.
En las últimas cuatro décadas del siglo XX, la educación artística de los públicos especializados ha obligado a los museos más poderosos del orbe a conformar exposiciones temáticas del arte mexicano. En 1970 se presentó en el Museo Metropolitano de Nueva York, “Before Cortés”, muestra que conmemoró el centenario de dicho museo. Ahí se conjuntaron las piezas más exquisitas y espectaculares de las culturas indígenas precolombinas, desde la época del Preclásico hasta el mundo azteca, exhibiéndose objetos de toda el área mesoamericana. A esta exposición han seguido en los últimos años importantes exhibiciones dedicadas exclusivamente, a los mayas, los mexicas, los olmecas, los teotihuacanos, etc. Probablemente, la más reciente muestra mexicana que en la última época ha dejado un imborrable recuerdo, por el impacto que causó a nivel mundial, fue “México, Esplendores de 30 Siglos”, deslumbrante exhibición que recorrió Nueva York, San Antonio y Los Ángeles entre 1990 y 1991. La selección de las obras de arte fue muy ambiciosa, muchas de ellas, aunque mexicanas de origen, procedían de diversos países y museos que hoy con orgullo las alojan.
Como podemos apreciar, el extraordinario concierto de la plástica mexicana muestra hoy ante el mundo la vigorosa personalidad de nuestro pueblo, desde los olmecas hasta Frida Kahlo y la Escuela Mexicana Contemporánea. De esta manera, cuando se presentan los retos de la globalización, la identidad de México se reafirma con su tradición artística y sus valores culturales, lo que sumado a nuestro esfuerzo por la equidad y el progreso, estamos seguros , nos permitirá enfrentar la problemática del nuevo milenio.
Felipe Solís es arqueólogo, curador de la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología y subdirector de Arqueología de la misma institución.