El Charco del Ingenio, paraíso de cactáceas en San Miguel
Muy cerca de San Miguel de Allende los visitantes pueden adentrase en una increíble reserva donde los cactus y las suculentas han dado vida a una “zona de paz”.
Vive una experiencia única:
Vuelo en Globo San Miguel de Allende
Este jardín botánico, a pocos minutos del bello San Miguel de Allende, comprende 67 hectáreas de reserva natural de gran biodiversidad. Aquí es posible admirar una de las colecciones más completas en el mundo de las cactáceas y suculentas mexicanas. Se trata de un refugio vivo tanto de cactus nativos del área, como de ejemplares rescatados de diferentes desiertos de México, muchos de ellos raros, amenazados o en peligro de extinción.
Espectacular alucinación
Además de la familia de Cactaceae, también están presentes otras de la flora suculenta, principalmente Crassulaceae, Bromeliaceae y Agavaceae.
En mi última visita a San Miguel, una de mis prioridades fue conocer este sitio tan especial, ya que tengo fascinación por estas plantas inteligentes -incluso sagradas para muchos pueblos indígenas- que parecen organismos de otro planeta o corales submarinos, y que se adornan con las flores más extraordinarias e inesperadas.
Decidí subir a pie por la cuesta de San José, un bonito Camino Real que zigzaguea entre casonas coloniales hasta salir de la ciudad. En media hora llegué a las puertas del Charco del Ingenio, un paisaje impresionante que abarca el valle del río Laja, en una profunda cañada rodeada de peñascos y caídas de agua (en temporada de lluvias).
Cuando comencé a explorar los senderos que bordeaban la cañada, me interné en una “jungla” de gigantescos nopales. Me impresionó la exuberancia de estas plantas que crecen en los climas más austeros. Resulté afortunada porque todos los cactus estaban en flor. Los nopales (género Opuntia) se cubrían de cientos de capullos con los colores de la llama de una vela, entre el amarillo y el rojo. Junto a los nopales, enormes “árboles” espinosos florecían en fucsia (género Echinocereus). Aquí y allá, las monumentales biznagas, esos cactus de un sólo cuerpo rechoncho que puede alcanzar los 2.5 metros de altura, se coronaban de amarillas flores carnosas.
Entre las más de 500 especies y géneros que alberga este territorio mágico, pude ver todas las formas, colores y tamaños: cactáceas columnares elevadas varios metros sobre mi cabeza, redondas, en racimo, así como especies pequeñas con flores espectaculares y delicadas. Me interné por diversos mundos bajo la sombra de ejemplares bellos y extraños, de geometrías perfectas o de aspecto jurásico.
Un conservatorio diferente
Después de caminar un rato bajo el sol, decidí explorar la joya del Charco: el Conservatorio de Plantas Mexicanas, un gran jardín de invierno especialmente diseñado para la exhibición y conservación de las especies más raras. Es un mundo aparte. Aunque se trataba de especies más pequeñas, sus diseños tan inesperados y maravillosos me cautivaron durante un par de horas más.
Antes de irme, visité la Tienda del Charco, donde se venden productos orgánicos y artesanales, libros y plantas del vivero del jardín. Allí me enteré que el inspirador y en gran medida realizador de este admirable proyecto fue el conocido cactófilo Charles Glass, quien cuidó del jardín botánico hasta su muerte, en 1998.
La mayor parte de la colección botánica está integrada hoy en día por ejemplares colectados durante años en diversas regiones del país, cuidadosamente identificados, junto con otros propagados en el vivero. Este extenso trabajo ha implicado vínculos con comunidades campesinas y con instituciones científicas.
El Charco también organiza talleres, conciertos y ceremonias, dejándose atravesar por la atmósfera cosmopolita que se respira en San Miguel. Una actividad que me pareció muy interesante fue el temazcal: durante el fin de semana más próximo a la luna llena, se llevan a cabo una o dos sesiones de este baño ritual y curativo tradicional a base de vapor y hierbas aromáticas, en una bóveda ubicada en las ruinas de la Hacienda las Colonias, en la zona norte del jardín.
Y por si faltara algo para ser un lugar especial, El Charco del Ingenio fue consagrado en el 2004 como “Zona de Paz” por el Dalai Lama, líder del pueblo tibetano y Premio Nobel de la Paz, durante su visita a México. Fueron cinco las zonas de paz declaradas en distintos puntos del país y se trata de espacios libres de violencia y de armas, dedicados a la conservación de la naturaleza y al desarrollo comunitario.
Cómo llegar
En automóvil:
Desde el Centro Histórico de San Miguel de Allende, remontar la salida a Querétaro y doblar a la izquierda en la glorieta con la estatua ecuestre de Ignacio Allende, avanzar medio kilómetro por empedrado, siguiendo las señales hasta la entrada principal del Jardín Botánico por calle Paloma.
Para los caminadores:
Una media hora de subida desde el Mercado Municipal, remontando la Cuesta de San José y el Antiguo Camino a Querétaro, siguiendo las señales, hasta llegar a la entrada principal por la calle Paloma.
Horarios: Abierto todos los días del amanecer a la puesta del sol.
Conservatorio de Plantas Mexicanas: de 9:00 a 17:00 hrs.
www.elcharco.org.mx
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