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Rituales de Semana Santa en 4 estados de México

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Te llevamos hasta Michoacán, Chiapas, Yucatán e Hidalgo para que conozcas cómo se expresa la creencia religiosa, el dolor y la fiesta que significan los rituales de Semana Santa

Cuatro testimonios dan cuenta del sincretismo de una celebración milenaria que se ha entretejido con las raíces prehispánicas. Copal, pétalos y látigos; cruces, capas y sombreros, aquí una muestra de la unión del dolor y la fiesta, de lo ajeno hecho propio.

Huandacareo, Michoacán

Se localiza justo sobre la rivera noroeste del lago de Cuitzeo, a escasos 45 kilómetros de Morelia. Su nombre proviene de las raíces purépechas huandaca y reo que, juntas, significan “el lugar de la palabra”.

El Jueves Santo, el movimiento mayor fue a las 15 horas cuando entró la peregrinación a caballo con 1,500 jinetes de San Andrés Tziróndaro, Quiroga. Más tarde iban saliendo los penitentes,  quienes por pagar algún favor concedido al Señor del Amparo, patrón del pueblo, caminan con una penca de nopal sobre su pecho y espalda, o con un trozo de madera con las extremidades atadas y el rostro cubierto. Se fueron incorporando los personajes de La Judea, quienes encabezaron la procesión a ritmo de tambora. Tras ocho horas de recorrido, a las cuatro de la mañana, llegamos al templo. El Viernes Santo a mediodía salió el viacrucis que concluyó con la crucifixión”. —FEDERICO VARGAS SOMOZA

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Federico Vargas Somosa

Mineral del Chico, Hidalgo

Desde la Ciudad de México, la autopista 85 conecta a este Pueblo Mágico. Forma parte del Corredor de la Montaña por lo que se recomienda ir preparado para realizar actividades de aventura.

“Para terminar un viaje de Semana Santa por el estado de Hidalgo llegué, por la mañana del Domingo de Resurrección, a Mineral del Chico. La misa de mediodía es muy especial y los pobladores desbordan la Iglesia de la Purísima Concepción, aguardando el final de la liturgia y el repicar de las campanas. En ese momento comienza la ‘lluvia de pétalos’, dura apenas un par de emotivos minutos, donde la fe convierte los pétalos en bendiciones caídas del cielo y todos levantan manos, sombreros y rebozos pues ‘hay que agarrar los más posibles’, me contó una feligrés que tenía su sombrero repleto de ellos; ‘se dice que son curativos, muchos los ponen en agua, para tomarla o para bañarse’”.—FRANCISCO PALMA

Francisco Palma

Acanceh, Yucatán

Este pueblo maya se prepara durante el año entero para la representación del viacrucis viviente. Se ubica a unos 25 kilómetros al sureste de Mérida y se accede por la carretera estatal 18. El pueblo se asentó sobre la zona arqueológica del mismo nombre, que se calcula midió tres kilómetros cuadrados; de las 300 estructuras sobreviven dos: sobre la calle 18 se encuentra El Palacio de los Estucos; en la calle 21, La Pirámide.

“Es mediodía y la temperatura supera los 36 grados Celsius. Me sorprende la devoción y la entrega del representante de Jesús este Viernes Santo. Tiene un verdadero rictus de dolor, quizá sea porque porta con resignación una auténtica corona de espinas y lleva a cuestas una cruz de más de cien kilos por las calles del pueblo. Me acerco para registrar de cerca su semblante y, en el intento, recibo un latigazo: ¡es real! En el trayecto recibe toda clase de azotes. Gente del pueblo ofrece su participación como manda. El Calvario, donde se recrea la crucifixión, está montado en la Plaza de las Tres Culturas, justo frente a La Pirámide, estructura maya del Clásico temprano, de once metros de altura, estilo Puuc. Aquí el dolor parece apoderarse de la plaza. Cristo desfallece, en serio. Somos muchos los que venimos a presenciar el viacrucis viviente más importante de Yucatán. Una vez que baja el Cristo, la gente regresa a sus casas a revivir el duelo milenario, el del martirio. Solo algunos van a la misa de la tarde”.—HUGO BORGES

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Hugo Borges

Los Altos, Chiapas

A esta zona se llega vía Tuxtla Gutiérrez por la carretera panamericana 190 (vía de cuota). Es tierra de los tzotziles y tzeltales. Particularmente, San Andrés Larráinzar y San Juan Chamula gozan de una cultura viva, vibrante y con profundas prácticas rituales donde se mezclan elementos españoles, heredados por los dominicos, y los indígenas, que vienen de su origen maya. Mostrar el respeto por los usos y costumbres es lo más recomendable.

“Aquí, la fiesta de Semana Santa es una de las más importantes. Los tzotziles no gustan de ser captados por la cámara, por lo que es muy complicado tomarles fotografías; en San Juan Chamula es casi imposible fotografiar la procesión; sin embargo, en San Andrés Larráinzar se abrió la posibilidad: me tomó un año lograr el permiso, luego de trabajar con la comunidad para un proyecto de textiles. Durante el Jueves Santo, se reúnen los mayordomos y en procesión van a traer agua del manantial en doce cántaros, uno por apóstol. El Viernes Santo, con esa agua preparada con manzanilla, laurel y rosas, las mujeres de los mayordomos se encargan del ritual en el que lavan y secan la ropa de la figura que representa a Jesús; al final, entre hombres y mujeres sahuman con copal el ambiente para purificarlo. Para mí fue una gran experiencia poder participar en estas celebraciones y agradezco al pueblo tzotzil de San Andrés por la oportunidad”.—ALFREDO MARTÍNEZ

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Alfredo Martínez

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