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Historia

Rosario Castellanos: biografía, obra y poemas

Rosario Castellanos
© Cortesía Rosario Castellanos

Rosario Castellanos fue una destacada intelectual mexicana y una de las mejores poetisas del siglo XX. ¡Conoce su biografía!

Rosario Castellanos fue una escritora, intelectual y poetisa mexicana del siglo XX. Destacó por la agudeza de su crítica ante una sociedad que se imponía y relegaba a los más vulnerables: los pueblos indígenas y las mujeres.

Es indispensable reivindicar la labor de Castellanos, por eso te presentamos su biografía y el legado escrito que nos dejó en forma de poemas, ensayos, obras de teatro, cuentos y novelas. Además, te compartimos dos poemas que te harán reflexionar sobre la idea de buscar “otras mitades” y de la humanidad.

Rogelio Cuéllar

Rosario Castellanos, biografía de una mujer extraordinaria

Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de México. No obstante, cuando aun era muy pequeña, se fue a vivir junto con su familia a Comitán, Chiapas.

Ahí estudió hasta la secundaria. Sin embargo, hubo dos hechos que la marcaron estando en Comitán. Uno fue la muerte de su hermano menor y el segundo el entorno de desigualdad que se vivía debido al Porfiriato. Comitán era un lugar de finqueros, quienes, en su mayoría, explotaban y menospreciaban a la población indígena.

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Quizá fueron esos acontecimientos los que despertaron una singular sensibilidad que se convirtió en talento poético con el paso del tiempo. De hecho, Castellanos comenzó a consolidarse como poetisa a los 15 años. A esa edad publicó sus primeros poemas en un diario de Tuxtla Gutiérrez.

Rosario quedó huérfana en 1948. Sin embargo, en su ser quedó grabado el recuerdo de su madre. Éste era contradictorio, pues a veces renegaba de los quehaceres como “ama de casa” y después los aceptaba de la manera más feliz. Esto provocó que nuestra escritora se preguntara por la labor de la mujer y si el ser ama de casa se trataba de un destino infranqueable, obligado.

A los 25 años, Castellanos decidió regresar a la Ciudad de México e ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras. Tiempo después, se graduó como maestra en Filosofía. Fue ahí donde conoció a otros amantes de las letras: Jaime Sabines, Dolores Castro, Ernesto Cardenal y Augusto Monterroso.

Más allá de la Facultad…

Debido a su destacado desempeño académico, Castellanos consiguió una beca y viajó a España para estudiar Estética. Cuando regresó a México, se convirtió en profesora de la Facultad que la formó en la CDMX así como de la Universidad de Wisconsin, de Indiana, y de la estatal de Colorado, en Estados Unidos.

El trabajo de Rosario no se limitó a las aulas. También fue promotora del Instituto Chiapaneco de la Cultura y del Instituto Nacional Indigenista y nunca abandonó su quehacer de narradora, ensayista y poetisa. 

Sus letras estaban enfocadas en estudiar y reflexionar sobre la cuestionable situación de la mujer y de los pueblos originarios. Respecto a la mujer, Castellanos creía firmemente que debía deshacerse de los títulos de “víctima” y “sexo débil”, además de valorarse a sí misma, superarse y, entonces, ser libre.

En cuanto al sector indígena, como cita Carlos Monsiváis en sus Notas sobre la cultura mexicana del siglo XX, criticaba a la corriente indigenista y denunciaba a una sociedad clasista que exotizaba a los pueblos sin entenderlos como lo que eran: seres humanos, así como los blancos, negros, amarillos o grises. Y por lo mismo, no se les permitía ser autónomos ni defenderse por sí mismos, además de ser menospreciados por considerárseles inferiores a “los blancos”.

En 1958, Castellanos se casó con Ricardo Guerra, profesor de Filosofía. De esa unión, y después de algunos abortos involuntarios, lograron procrear a Gabriel. Años después, Rosario y Ricardo se divorciaron.

El final de una mente comprometida y brillante

En 1971, Castellanos fue nombrada embajadora en Israel. Ahí trabajó dando una cátedra en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Tres años después, el 7 de agosto de 1973 murió en Tel Aviv por un accidente doméstico aunque otra versión -no oficial- señala que fue asesinada debido a que sus declaraciones y escritos feministas y en defensa de los pueblos indígenas, incomodaban a ciertos sectores sociales.

Sin duda alguna, Castellanos había entendido que los sectores más vulnerables eran los indígenas y las mujeres. Por ello, dedicó su vida a luchar para que se hicieran conscientes de sus condiciones y pudieran buscar su propia liberación, así como lo hizo Virginia Woolf, Sor Juana y Rosa Luxemburgo.

Rosario fue clave para comenzar a desterrar prejuicios de las mentes más fundamentalistas. Fue así como nació Lecciones de cocina. En este texto, de carácter autobiográfico y ensayístico, nuestra autora habla sobre una mujer dedicada a las letras que está tratando de cocinar, a la par que se pregunta si ser ama de casa es algo natural o impuesto.

La obra de Castellanos

Cuentos

  • Ciudad Real
  • Álbum de familia
  • Los convidados de agosto
  • rito de iniciación

Novelas

  • De la vigilia estéril
  • El rescate del mundo
  • Balún-Canán
  • Oficio de tinieblas

Ensayos

  • La novela mexicana contemporánea y su valor testimonial
  • Mujer que sabe latín
  • El uso de la palabra
  • El mar y sus pescaditos

Poesía

  • Trayectoria del polvo
  • El rescate del mundo
  • Presentación en el templo
  • Poemas: 1953-1955
  • Salomé y Judith
  • Lívida Luz
  • Poesía no eres tú, obra poética 1948-1971

Teatro

  • El eterno femenino

Otros

  • Lecciones de cocina

2 poemas de Rosario Castellanos que tienes que conocer

En Poesía no eres tú, Rosario declara que los seres humanos somos criaturas completas que no necesitan “otras mitades” para complementarse. Es por ello que debemos abandonar esa idea romántica y aceptar nuestra propia complejidad e independencia para que entonces, la humanidad y la poesía comiencen.

En Agonía fuera del muro, Castellanos expresa de la manera más dolorosa y rítmica la decepción que siente de una humanidad egoísta y vanidosa que cuando burla una ley, se envilece y sonríe.

Poesía no eres tú

Porque si tú existieras
Tendría que existir yo también. Y eso es mentira.

Nada hay más que nosotros: la pareja,
Los sexos conciliados en un hijo,
Las dos cabezas juntas, pero no contemplándose
(para no convertir a nadie en un espejo)
Sino mirando frente a sí, hacia el otro.

El otro: mediador, juez, equilibrio
Entre opuestos, testigo,
Nudo en el que se anuda lo que se había roto.

El otro, la mudez que pide voz
Al que tiene la voz
Y reclama el oído del que escucha.

El otro. Con el otro
La humanidad, el diálogo, la poesía, comienzan.

Agonía fuera del muro

Miro las herramientas,
El mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
Sudan, paren, cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
Su noche de ronquido y de zarpazo
Y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
Y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
Que todavía la especie no produce?)
Los hombres roban, mienten,
Como animal de presa olfatean, devoran
Y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
O cuando burlan una ley o cuando
Se envilecen, sonríen,
Entornan levemente los párpados, contemplan
El vacío que se abre en sus entrañas
Y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
Soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
Gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
Déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
De algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.

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autor Amante de la literatura, de la fotografía y de descubrir los tesoros de México.
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