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Ruta Maravillas de Mulegé: De San Ignacio a Guerrero Negro

Baja California Sur
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El norte del estado ofrece gran variedad de experiencias: desierto, mar, sierra y lagunas enamoran a los aventureros. Mulegé, la “Tierra de seres milenarios”, es sitio para el asombro y la admiración.

Aquí te presentamos una ruta de las maravillas de Mulegé.

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San Ignacio

Poblado asentado en un oasis del desierto de Baja California Sur, San Ignacio, en el municipio de Mulegé fue nombrado por los cochimíes –sus antiguos habitantes– Kadacaamán, que en su lengua significa “Arroyo del carrizal”, debido al río que desemboca en la laguna de San Ignacio. En 1716 este oasis fue descubierto por misioneros jesuitas, y en 1728 el padre Juan Bautista Luyando lo rebautizó con el nombre que lleva hasta ahora.

Un gran atractivo del lugar es la misión de San Ignacio de Loyola, cuya construcción inició el padre Luyando y la concluyó el dominico Juan Crisóstomo Gómez en 1786. Hecha de piedra volcánica, es una de las iglesias mejor conservadas del estado y resguarda un bello altar de estilo barroco. Al lado está el Museo de Arte Rupestre, donde se pueden ver reproducciones de las pinturas de la región.

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Pero qué mejor que ver dicho arte original en toda su grandeza. A 44 kilómetros se encuentra, en la sierra de San Francisco, la Cueva del Ratón. Ahí se ven pinturas rupestres de unos 5 mil años de antigüedad: hombres empenachados cazando borregos, venados y liebres, dan cuenta de la forma de vida en tiempos remotos.

En otro sentido, a 55 kilómetros de la misión se localiza la laguna de San Ignacio, santuario de la ballena gris. Aquí se puede practicar todo tipo de actividades acuáticas, como buceokayak y surf; o bien, pasear a pie o en cuatrimoto para admirar la flora y la fauna de este lugar de ensueño. Te fascinará.

Reserva de la Biosfera

El Vizcaíno

Con un área de 2 millones y medio de hectáreas, la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno es una de las áreas naturales protegidas más grandes y diversas del mundo. En ella se ubican dos sitios Patrimonio de la Humanidad: las pinturas rupestres de la sierra de San Francisco y el santuario de la ballena gris. Los habitantes de esta zona se han encargado de mantenerla bien protegida promoviendo el ecoturismo, de tal forma que quien la visita puede explorar, observar y permanecer en ella sin perturbar sus atractivos naturales. Habitan ahí casi 500 especies de flora terrestre y acuática, así como más de 300 especies animales: aves, mamíferos, anfibios y reptiles. De entre los más admirados están el berrendo peninsular, el borrego cimarrón, el águila real y, por supuesto, la ballena gris.

La Reserva incluye también en su jurisdicción 16 islas e islotes, tanto en lagunas como en la franja marítima. Tiene tres grandes áreas geomorfológicas: sierra, planicies y costeras, por lo que la riqueza de sus ecosistemas y de sus paisajes es incalculable.

Guerrero Negro

Un barco le puso nombre a esta ciudad salinera, el ballenero Black Warrior que, se cuenta, encalló en las aguas de la laguna en 1858 y sus restos permanecieron ahí por décadas, de forma tal que tanto la laguna como la naciente ciudad fueron bautizados como Guerrero Negro en 1954, cuando el empresario estadounidense Daniel K. Ludwig obtuvo la autorización para explotar la sal de la laguna y fundar la Compañía Exportadora de Sal. Desde entonces, la empresa creció hasta convertirse en la más importante del estado.

Para los habitantes de Guerrero Negro, todo en su región es colosal: el desierto, las dunas de sal, las lagunas, las ballenas que las visitan e incluso los grandes camiones de carga que transportan su preciada carga salina.

El complejo lagunar de Mulegé está conformado por tres lagunas principales: Guerrero Negro, Ojo de Liebre y Manuela, que se sitúa más al norte y es la menos conocida, al contrario de la laguna Ojo de Liebre, mundialmente célebre por el arribo de ballenas y de otras especies, como el pelícano blanco, el águila pescadora y la garza blanca. Guerrero Negro pertenece a la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, por lo que se practica el ecoturismo. Asimismo, es una ciudad pequeña (tiene poco más de 13 mil habitantes) pero industriosa. Hallarás en ella hoteles de gran calidad, buenos restaurantes y puestos donde degustar los tradicionales y deliciosos tacos de pescado. ¿Qué más se puede pedir?

Día 1. San Francisco

Desde San Ignacio parten visitas  guiadas hacia la Cueva del Ratón, en la sierra de San Francisco, donde puede admirar las famosas pinturas rupestres en un recorrido de aproximadamente 8 horas. Te quedará tiempo para ver el altar barroco de la misión de San Ignacio de Loyola.

Día 2. El Vizcaíno

Lánzate a una expedición por la Reserva de la Biósfera El Vizcaíno, para admirar al berrendo peninsular y otras especies en peligro de extinción.

Pregunta por los recorridos que incluyen acampadas en las zonas naturales: las probabilidades de ver fauna silvestre aumentan con el anochecer.

Día 3. Ojo de Liebre

La visita a la laguna Ojo de Liebre, en Guerrero Negro. Esta parada es imperdible si deseas ver a la ballena gris en su hábitat natural. De diciembre a marzo es la temporada de avistamientos.

• La festividad de san Ignacio de Loyola, el 31 de julio. El pueblo que lleva su nombre celebra una cabalgata y actividades culturales.

• En la laguna de Guerrero Negro se creó una isla artificial de dunas de sal con un faro. Un lugar idílico para disfrutar de una hermosa vista.

• Acudir a alguna de sus lagunas y tocar a una amistosa ballena.

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autor María Luisa Durán
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