Un buen día para ver ballenas
Sigue la crónica de una de nuestras expertas en su encuentro con las ballenas, curiosos cetáceos que año con año llegan a la Península de Baja California a pasar el invierno.
Salí hacia Baja California con el propósito de tocar una ballena. Llegué con los amigos de Kuyimá -rayo de luz en la oscuridad-, campamento ecológico de observación del cetáceo, para adentrarme con ellos a la laguna de San Ignacio. Era un buen día para ver ballenas.
Zarpamos una mañana tranquila, casi sin viento, para encontrarnos con la ballena gris (Eschrichtius robustus) en la línea de observación que se tiene marcada. Apenas entramos al límite imaginario cuando escuchamos el fuerte sonido que provoca su respiración, y vimos el chorro de agua que permite ubicarlas fácilmente. Emocionados nos dirijimos hacia donde se encontraba una madre con su cría, nacida este invierno. Cuando sintieron la vibración del motor de la lancha, giraron directamente hacia nosotros; entonces vimos que era una pareja amistosa.
Rápidamente nos alcanzaron. La madre nadó por debajo de nosotros y nos hizo sentir infinitamente pequeños e indefensos. Vimos claramente la mancha de su cuerpo bajo el agua desplazarse junto a su pequeño ballenato. Luego de la primera vuelta, como si la madre le hubiese dado permiso, el pequeño se aproximó hacia nosotros y sacó la cabeza para empujar la lancha. Con sus grandes ojos nos observó a cada uno para pedir caricias con un gesto de la cara. De alguna manera se impulsaba lo suficiente como para quedar al nivel de la borda y facilitarnos la labor del contacto. La sensación más emocionante es sentir esa suavidad y ver esos ojos -universo- tan cerca.
El ballenato decidió cuáles caricias le resultaban más placenteras, e incrementó el número de salidas en donde se encontraba el pasajero preferido. La hora del juego había comenzado: colas, aletas y algunos brincos formaban parte del espectáculo que tenían preparado. El toque final era el salpicón que, curiosamente, le tocaba al de la cámara en el cuello. Luego de un buen rato, la madre decidió que había sido suficiente de humanos por el día, e interpuso su enorme cuerpo entre el de su cría y la lancha, avisando que era la hora de partir. Así como llegaron, nadaron despidiéndose con los fuertes solos que marcan el ritmo de su respiración.
Estos mamíferos marinos, almacenes de información milenaria, han tomado ya la costumbre de hacer contacto con los seres humanos; es como si los pequeños, guiados por su madres, vinieran a darnos un importante mensaje. El mensaje del pacto de paz que debemos establecer con todas las especies, para garantizar la subsistencia armónica en este planeta.
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Para saber más sobre ballenas consulta el PDF Interactivo:
¡Ballenas a la vista!
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