Descenso en el río Pescados en Jalcomulco, ¡toda una aventura! - México Desconocido
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Ecoturismo y aventura

Descenso en el río Pescados en Jalcomulco, ¡toda una aventura!

Veracruz
descenso por el río pescados
© México Verde

Eran las seis y media de la mañana, cuando mi compañera, mi fotógrafo y yo salimos por la calzada Ignacio Zaragoza rumbo a Jalcomulco, Veracruz, hermosa población cercana a la capital del estado, situada a la orilla del río Pescados, en la vieja carretera que va de Jalapa a Córdoba por Coatepec y Tuzanapan.

Afortunadamente, y debido a la hora, no tuvimos que sufrir el tráfico que normalmente abarrota dicha arteria y en 20 minutos íbamos subiendo por la autopista disfrutando la salida del sol que pintaba de rosas y anaranjados la cabeza del Iztaccíhuatl y le daba al ambiente esa luz que normalmente los capitalinos ya no observamos debido a la espesa capa de contaminantes que suele flotar sobre nuestra heroica capital.

Aproximadamente hora y media después desayunamos unas enchiladas deliciosas en Puebla y continuamos nuestro camino hacia Jalapa por la carretera que va de Amozoc a Oriental, Puebla, y en la población del Carmen nos desviamos hacia Zacatopec para entroncar con la que va hacia Alchichica y Perote para finalmente llegar a Jalapa. Una vez en la capital de Veracruz teníamos dos opciones y escogí la que entra a la ciudad por la avenida Ruiz Cortines para después tomar la carretera que lleva a Coatepec.

Jalapa es una ciudad limpia, arbolada y muy agradable. Se nota además por la gran cantidad de escuelas, museos y edificios públicos, que tiene una vida cultural y estudiantil muy activa, lo que la hace aún más atractiva junto con la exuberante vegetación que la rodea.

De Coatepec, a 8 km de Jalapa, tomamos la carretera que lleva a Huatusco y Córdoba por Tuzanapan. Comenzamos a bajar de nivel rodeados de cafetales, que por esta época del año se encuentran cuajados de flores blancas que les da un aspecto muy hermoso. El café de esta región del estado es considerado uno de los mejores del mundo.

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Conforme bajamos al valle que forma el río Pescados, la vegetación y los cultivos van cambiando. Aparecen la caña de azúcar y los frondosos huertos de mango que pintan de verde toda la vega del río. Contrastan con los ocres y amarillos de la poca vegetación silvestre que queda en las paredes de los cañones y las puntas de los cerros. Es triste ver la deforestación de muchas laderas que en realidad no sirve de mucho a la agricultura y sí daña el entorno gravemente.

Por fin después de cuatro horas y media de camino, llegamos a nuestro destino: el campamento de México Verde. Este se sitúa en 2 ha de árboles de mango. Íbamos allí a tener la experiencia de bajar en una balsa inflable un tramo del río Pescados en el cual hay emocionantes rápidos. Aquí hay bellísimos rincones y paisajes impresionantes.

El lugar es acogedor ya desde la entrada; cuando uno pasa la cerca penetra a la sombra de los mangos y el calor se mitiga. Por todo el terreno hay pequeñas veredas de tepetate bordeadas con piedra volcánica. A los costados, cada 10 m más o menos, están colocadas unas lámparas de carrizo. Estas funcionan con petróleo y en la noche permiten caminar por el campamento sin problema.

Las casas de campaña están diseminadas por toda el área, y abajo de ellas hay un terraplén de gravilla y luego unas tablas. Por dentro, las tiendas tienen cuatro pequeñas camas con su colchón y un mosquitero, y una mesita en el centro, con agua y al lado un pequeño basurero. Hay también otras tiendas que son un poco más pequeñas en las cuales hay que dormir a ras del suelo.

México Verde

Al llegar, el lugar parecía desierto lo cual nos sorprendió. Pronto apareció una persona que nos dijo que todo el mundo se había ido ya hacia el río y que tendríamos que esperar a que regresaran. Dejamos nuestro equipaje en el coche y cuando nos disponíamos a pasear por el lugar para conocerlo se presentó una camioneta con un remolque. El conductor nos dijo que venía del río a cambiar una de las lanchas que se había picado y que si queríamos estábamos a tiempo de bajar nosotros también. Ya que todo el grupo se encontraba esperando.

Rápidamente fuimos al coche por ropa apropiada (un traje de baño, zapatos especiales para el río o huaraches y una playera). Nos cambiamos en el edificio de baños, que por cierto está impecable, para salir hacia nuestra aventura. La suerte nos favorecía desde el principio.

México Verde

Cuando llegamos al río con la nueva lancha, nos presentaron al grupo. Nos asignaron nuestra posición en una de las balsas y nos dieron las instrucciones necesarias para navegar con éxito (cómo remar, cómo tomar el remo, las voces que hay que obedecer de la persona del staffque va dirigiendo la balsa, etc.) y nos dispusimos a salir.

La primera impresión al estar en el río y sentir su fuerza, es un poco de miedo, sobre todo las personas que lo están haciendo por primera vez. Pronto ese miedo se convierte en una emoción diferente en la cual uno empieza a familiarizarse con la corriente, a escuchar las instrucciones y a ver que la balsa no es tan difícil de dirigir. Entonces empieza el disfrute de la naturaleza que bordea el cauce.

Pronto, el descenso se convierte en una experiencia apasionante cuando uno llega al primer rápido grande o un poco más difícil de pasar. Los nervios se tensan y mientras uno rema a buena velocidad, siente cómo las aguas se revuelven con fuerza en el fondo de la balsa y la hacen saltar como caballo encabritado. Al pasar con éxito una zona difícil, todos los que vamos en la tripulación gritamos como apaches y nos animamos a seguir adelante, mientras nos internamos por cañones llenos de orquídeas, helechos, lianas y rocas impresionantes.

rafting
México Verde

La fauna se empieza a hacer presente. Vemos zopilotes y auras, ya raras; algún pequeño gavilán, y unos nidos parecidos a los que hacen los pájaros tejedores. También vemos diseminadas por el río algunas trampas para langostino, lo que indica que este rico marisco aún existe en ese lugar. Después de unas dos horas de navegación hacemos un pequeño alto en el camino. Algunos comen chocolates que llevan los guías y otros nos refrescamos un poco para seguir nuevamente nuestro viaje. Volvemos al río y proseguimos nuestro camino.

De pronto, un muchacho que había ido delante de nosotros todo el descenso en un kayak, se atoró en unas piedras y no pudo zafarse. Nuestra balsa, que era la que venía después de él, fue llevada por la corriente hacia donde estaba. A pesar del esfuerzo que hicimos por variar el rumbo, lo embistió. Afortunadamente él se agarró hábilmente a nuestro pontón y se desatoró, lo cual evitó que le pasáramos por encima. Fue un buen susto y todos remamos con más atención de allí en adelante, a pesar de que el cansancio empezaba a hacerse presente.

Después de navegar unas cinco horas por rápidos y remansos observando la naturaleza pródiga de este lugar, llegamos a un pequeño embarcadero. Atracamos por fin. Estábamos agotados pero felices de haber vivido una experiencia tan satisfactoria en tantos aspectos. Regresamos al campamento mojados, asoleados, cansados y felices para disfrutar de las hamacas, la fogata, una deliciosa cena, música y unas cervezas. Después nos fuimos a dormir como bebés, para al día siguiente iniciar un nuevo descenso.

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Fuente: México desconocido No. 221 / julio 1995

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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