Alacraneros, el peligroso oficio de decenas de familias en Durango
Los alacranes son seres ermitaños y escurridizos. Por eso los alacraneros tienen que cazarlos durante la noche, cuando salen a comer, haciendo de esto un oficio muy peligroso.
Uno de los oficios más peligrosos del mundo debe ser el de los alacraneros. Tal actividad consiste en la búsqueda y captura de alacranes para su venta a creadores de artesanías en el estado de Durango.
Y ser alacranero es un oficio de riesgo, primero, porque en ese estado se dan dos de las especies de alacranes más letales del mundo: el Centruroides suffusus y el Centruroides infamatus. Luego, por las condiciones en que tienen que capturarlos.
Alacraneros buscan al preciado arácnido durante la noche
Estos cazadores de alacranes en Durango se internan, durante la noche por tratarse de animales nocturnos, en desolados parajes de la sierra e incluso en oscuras minas abandonadas. En estas últimas, por cierto, encuentran a los de mayor tamaño, al parecer por su consumo de minerales.
Por cada ejemplar pequeño les pagarán un peso, mientras que por los grandes dos pesos o si es un caso especial, tres pesos, no más. Si el dinero que obtienen compensa el riesgo de su oficio, probablemente no. Pero para la mayoría representa un kilo de huevo para la semana o tal vez un litro de leche para sus hijos.
El oficio de alacranero empezó en 1760
Sobre el riesgo no hay números, pero hay anécdotas. Cuando alguno de ellos es picado por un alacrán en la sierra, se sabe que difícilmente podrán llegar a una clínica a que les inyecten el antídoto, van a la buena de Dios, quien no pocas veces les ha salvado la vida a muchos.
Esta peligrosa actividad nació en 1760, cuando el municipio de Durango estableció dar un pago de tres a cinco centavos a los habitantes por alacrán vivo que entregaran, a fin de disminuir la población de estos arácnidos. De esta forma nacieron los alacraneros profesionales, gente que empezó a vivir del oficio.
Ahora son los artesanos quienes emplean a los alacraneros
Aunque ahora no es el gobierno quien se los compra, sino los artesanos, quienes tras quitarle el veneno a los alacranes vivos que les entregan los alacraneros, los meten en alcohol, los disecan e inyectan cera para que recuperen su forma.
Así los encapsulan en llaveros, hebillas de cinturón, los hacen pisapapeles o los montan en tazas, relojes o gorras. Pero ya en años recientes, se les ha empezado a dar un uso gastronómico, adornando con ellos las botellas de mezcal, haciéndolos brochetas o comiéndolos en taco.
Si alguna vez te encuentras en Durango, puedes protegerte de los arácnidos con la oración de los alacraneros: “San Jorge bendito, amarra a tus animalitos con un cordón bendito, para que no me pique ni a mí ni a mis hijitos”.
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