Ángela Gurría, la gran escultora que firmó sus primeras obras con seudónimos masculinos
Referente en la plástica mexicana del siglo XX, Ángela Gurría abrió camino a otras mujeres en el mundo del arte con su talento. ¡Conócela!
Angela Gurría llega victoriosa… [su obra] orgullo de México”.
Rufino Tamayo, pintor
Ángela Gurría nació en la Ciudad de México en 1929 y a finales de los cuarenta, ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México para estudiar Letras hispánicas y españolas, pero cambió de parecer y retomó sus actividades en las artes plásticas, que había aprendido de forma autodidacta pues en esos tiempos era poco común que las mujeres se desarrollaran profesionalmente.
Más tarde, entre 1949 y 1952, inició formalmente su carrera como escultura al ingresar al Mexico City Center (ahora Universidad de las Américas) y estudiar, a la par, con el artista Germán Cueto, considerado el introductor de la corriente abstracta en la escultura mexicana del siglo XX.
La carrera en ascenso de Ángela Gurría
En sus inicios, firmó sus obras con seudónimos masculinos como Alberto Urría o Ángel Urría, debido a que como mujer, temía la desaprobación si entregaba sus trabajos con su nombre real. Sin embargo, a finales de los sesenta fue invitada a crear obras públicas monumentales en diferentes partes de México y así, poco a poco, llegó el reconocimiento.
Para 1968, Mathias Goeritz la invita a participar en la llamada Ruta de la Amistad, un corredor donde fueron colocadas varias obras en homenaje a los Juegos Olímpicos de ese año que se celebraron en México. Gurría participó con la escultura titulada Señal, que aún se encuentra ubicada al sur de la Ciudad de México y es considerada “una de las esculturas de arte moderno más importantes de la segunda mitad del siglo XX”.
Igualmente, otras de sus obras destacadas en la capital son Río Papaloapan y Nube, en el Museo de Arte Moderno; y Puerta-Celosía, localizada en la entrada a la Casa de Moneda, por la que ganó en 1967 el primer lugar en la III Bienal Mexicana de Escultura.
A partir de ahí, erigió su trabajo monumental no solo en la capital del país, sino en otras ciudades, como en Tijuana, donde se encuentra su obra titulada Monumento a México en la glorieta Independencia. De igual forma, en Acapulco podemos apreciar su Fuente Rosa, de 1970; y en el Estado de México su Homenaje al trabajador del drenaje profundo, de 1975, considerado uno de los monumentos más desconcertantes del Valle de México.
Abriendo camino a otras mujeres artistas
Debido a su éxito en una época donde la presencia de las mujeres era escasa en casi cualquier ámbito profesional, Ángela Gurría hizo historia en 1973, cuando se convirtió en la primera mujer en ser aceptada como miembro de la Academia Nacional de las Artes.
Y cuarenta años después, en el 2013, su trayectoria sería reconocida con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el más importante que un ciudadano mexicano puede recibir del gobierno por sus aportaciones al desarrollo nacional.
El lenguaje formal de Ángela Gurría
En realidad, su producción artística se decantó por las formas geométricas, orgánicas y abstractas, aunque con cierta influencia prehispánica, pues empleó sin temor iconografía mexica como las calaveras y mariposas. Para 1970, Gurría era considerada pionera en el arte escultórico moderno de México y sus obras monumentales gozaban de reconocimiento mundial.
Finalmente, falleció el 17 de febrero de este año a los 93 años. De la artista, el pintor Juan O’Gorman expresaría: “Para ella existe el arte como placer estético puro”.