Casa del Árbol de Amacuzac, Morelos
Imagina escuchar a las ardillas y las aves en los nidos del techo y al abrir los ojos ver el verde de los árboles, así son los amaneceres en la Casa del Árbol de Amacuzac, Morelos.
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Amacuzac es un pueblo que está entre Cuernavaca y Acapulco, pero todavía en Morelos. Su clima es tropical húmedo y los días aquí se acompañan del correr del río que si bien no se muestra cristalino abastece de agua y favorece el cultivo de una gran cantidad de flores y frutos, que van desde la caña (bambú) hasta dulcísimas toronjas, naranjas, limones, mangos y encantadores nenúfares. Entre los prodigios de esta tierra están los árboles centenarios, como la parota o el guamúchil. Lorena y Rodrigo supieron aprovechar esta madera y con inspiración lírica y un cuidado minucioso por los detalles crearon lo que ahora llaman la Casa del Árbol de Amacuzac, Morelos. También abundan los moscos, así que un repelente biodegradable será tu mejor aliado en esta estancia.
La madera como vocación
Rodrigo fue un impresor por largos años hasta que la industria comenzó un reajuste que no ha terminado de dar las últimas patadas; sin embargo, algo íntimo ligó su vida a la madera, elemento del cual provenía el papel que fungió de materia prima para una gran cantidad de proyectos impresos.
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La madera, luego, devino en un material fundamental para tirar como liana una suerte de plan b para su vida y la de su esposa, Lorena. Ambos, con ayuda de los hijos respectivos, fueron echando mano de la mente un tanto ingenieril y otro poco desbordante de creatividad, para ir armando la casa de visitas con madera de árboles que ya estaban secos. Bambús, ingenio, parotas, tejas, algo de ceras y cemento fueron dando forma a una cabaña que deja perplejo a cualquiera por lo estética que resulta.
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Maderas tropicales finas
Los muebles, desde luego, también son obra de lo que se convirtió en la segunda vocación de la familia: Veta Natural Style, el taller donde se crean mesas, puertas, sillas o cualquier pieza de mobiliario a pedido que podrá solicitarse de acuerdo a la imaginación del cliente. Y cuando uno se hospeda en la Casa del Árbol, abierta recientemente al público, uno puede ser testigo de la calidad de las piezas que se pueden lograr.
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De manera simultánea creció como la hierva el sueño de Lorena, quien ha ido creando estanques con nenúfares, jardines con patas de elefante y un vivero con picos de tucán, sanias, amor de un día y otras bellezas que crecen a su ritmo en un verdor que cualquier citadino envidiará.
El recorrido por el taller y el vivero sólo se realizan si lo solicitas y puede tomar mínimo 40 minutos o una hora y media si tu curiosidad resulta desbocada. Lorena, quien me contó esta historia, se muestra gentil y dispuesta a lo que necesites, así que siéntete en confianza de conocer sobre plantas y llevarte alguna si así es tu deseo.
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La estancia
La cabaña, repito, está llena de detalles: son planta baja y dos pisos. En total son tres recámaras y un baño compartido. Una de las recámaras, la principal con cama king-size, tiene una vista al jardín que hace que los amaneceres parezcan verdaderamente de película: el trinar de las aves, la claridad del sol, lo acogedor de la madera y una deliciosa cama cuyo colchón y ropa blanca cálida en verdad te abrazan. Fíjate en los costados, pues hay una suerte de bolsillo que te permite guardar, por ejemplo, el celular.
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Otro amanecer parecido se vive desde el tapanco, con cama queen, cuyo acceso es completamente vertical pero cuya altura del techo no sofoca en lo absoluto, es una habitación completa.
Hay una terraza con hamaca. Y hasta arriba está otra recámara con cama matrimonial que no tiene vista al bosque y resulta la más privada; sin embargo, el cuidado tan minucioso de la espacialidad y el uso de la madera hace que el sonido viaje con mucha facilidad, cosa que los anfitriones saben y ofrecen tapones para los oídos pues las paredes no logran generar intimidad absoluta.
No hay cortinas oscuras y dos de las habitaciones (tapanco y la matrimonial) no tienen puerta y eso ayuda a integrar el espacio a sentir mucha amplitud, lo que permanece en la noche con luces tenues. La cabaña está totalmente equipada con horno, lo básico para cocinar, cafetera y café de la región, un par de ventiladores y cómodos sillones. Todo lo que veas de madera fue hecho por el taller Veta Natural Style, así que no dudes en preguntar por los precios si acaso el amor te impulsa a querer llevarlo contigo.
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Las áreas abiertas
Hay un espacio llamado isla con una pequeña piscina cuya agua es extraída y tratada de manera natural en el río. Aquí podrás echarte en el pasto, asolearte, correr descalzo, leer un libro, dormir en la hamaca, amanecer en el bosque y beber un café recién colado. Puedes no salir y hacer pedidos de comida por teléfono, hay wi-fi. También puedes cocinar. No podrás traer a tu perro.
En fin, este proyecto que parece en medio de la nada puede ser también un centro de operaciones si quieres visitar Taxco, en Guerrero, o balnearios con cauces de río como Las Huertas. Está a dos horas de la Ciudad de México y si bien Lorena y Rodrigo (junto con un gran danés guapísimo llamado Jacinto) viven en una hermosa casa con diseño de castillo en el mismo predio, la privacidad de la Casa del Árbol es total y ellos súper respetuosos.
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La propiedad tiene un área de bar que puede rentarse para eventos privados, así como una zona de catering que con ayuda de la suerte podrás recibir como un regalo y quemar bombones en una fogata de madera que ahí mismo recolectan (sin afectar árboles vivos) a la luz de una luna esplendorosa en una noche oscura, donde brilla el amor de las luciérnagas.
Calle Hermenegildo Galeana No.2,
Centro, Amacuzac, Morelos.
T. 751 348 0175
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