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El estadounidense que fabricó un diluvio que casi acaba con Tijuana

Baja California
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La lluvia que Charles Hatfield fabricó acabó con casas, animales, gente e incluso con el hipódromo de Tijuana

Hace poco más de 100 años los gobernantes de San Diego y Tijuana, localidades de Estados Unidos y México respectivamente, estaban desesperados por una devastadora sequía de cuatro años que amenazaba con convertir en desierto a ambos poblados. Sin embargo, aunque suene extraño, solo los del lado estadounidense buscaron una solución.

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Contactaron a Charles Hatfield, un vendedor de máquinas de coser que había cobrado cierta fama por haber logrado, unos años atrás, que lloviera en Los Ángeles. Un diluvio estaba por ocurrir.

diluvio tijuana charles hatfield

En EU no se preguntaron si tanta lluvia sería perjudicial

No obstante la desesperación hizo que las autoridades de San Diego no se preguntaran si generar lluvia con el método de Hatfield era seguro, así que sin más se comprometieron a darle, cuando terminara el trabajo, los 10 mil dólares que solicitó, más todas las facilidades para el desempeño de su labor. 

Tras colocar varios químicos en un tanque elevado, Charles Hatfield logró lo que pocos creyeron que fuera posible: el 15 de enero de 1916 hizo llover, poniendo fin a una sequía de cuatro años; dos días bastaron para que se llenara la presa Morena en San Diego, ese había sido el compromiso. 

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El diluvio en San Diego y Tijuana

Pero también se llenaron otras presas que no estaban contempladas para ser llenadas en un principio. La lluvia continuó tomando las proporciones de un diluvio porque continuó los días 16, 17, 18 y 19 de ese mes.  

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La gente empezó a asustarse. En Tijuana los ríos estaban saturados de agua, localidades enteras se volvieron lagos y algunos cerros empezaron a desgajarse, la bendición se había convertido en maldición.

Colonias se volvieron lagos y se arruinó el hipódromo

Todos suplicaban que las lluvias pararan, y así ocurrió, la tormenta amainó durante una semana, pero regresó con más fuerza para concluir el desastre que ya había empezado. 

Acabó con el recién inaugurado hipódromo de Tijuana, lo mismo que con ranchos, misiones, animales, personas, casas. Pese a la gravedad, los medios de la época reportaron 60 muertes en San Diego y solo dos del lado mexicano. Claro que todo se trataba de un error de conteo, las víctimas de este lado eran más.

 «Dios provocó el diluvio no Hatfield»

Fue tal la gravedad del desastre que no quedaba claro si las pérdidas económicas habían sido más grandes con la sequía o con el diluvio.

Tal vez esa haya sido la razón por la que el gobierno de San Diego decidió no pagar un solo dólar de los 100 mil que le prometieron al hacedor de lluvia. 

Claro que Charles Hatfield exigió su pago y llevó su caso al juez, quien terminó por decirle que apoyaba el no pagarle porque la lluvia había caído gracias a Dios y no a él. 

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