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Chichimequillas, una hacienda que sigue con vida en Querétaro

Querétaro
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De los cientos de haciendas que existieron en Querétaro, pocos cascos se utilizan en la actualidad, algunos de ellos como restaurantes u hoteles, pero un número todavía menor sigue siendo utilizadas con fines de producción agrícola o ganadera.

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Hacienda Laborcilla




Durante los primeros años de ocupación del valle de Querétaro se realizaron variados esfuerzos por organizar, a la manera española, los grupos chichimeco-jonaces y pames que se encontraban dispersos al norte de la región. Uno de esos esfuerzos fueron realizados por la orden religiosa de los carmelitas descalzos, a lo largo del siglo XVII, quienes fundaron asentamientos a lo largo del Camino Real, que conducía de las minas de Guanajuato y Zacatecas a la ciudad de México. Debido a la existencia de mantos acuíferos y escurrimientos provenientes de la sierra del Zamorano, además de bosques ricos en madera, el sostenimiento de esos asentamientos fue bien logrado.

Bajo esta situación, los carmelitas se asentaron en la zona en el año 1691, en una pequeña construcción posiblemente edificada con adobe. A partir de ésta se realizaron las subsecuentes; el Mesón, en el siglo XVIII, hecho de cal y canto, y que era una posta en donde los viajeros que iban o regresaban de las minas comían, descansaban y cambiaban de animales para continuar su recorrido; y posteriormente el Molino y la Capilla (siglo XIX), junto con la presa del Carmen y el bordo La Laguna. Para 1813 se terminó la construcción del casco, que ya entonces albergaba algunos espacios para la escuela de oficios bajo la tutela de los carmelitas.

Tiempo después, perteneciendo la hacienda a doña Teresa Peña, se anunció en remate, en abril de 1886, junto con la hacienda de San Vicente, colindante con Chichimequillas, la que por cierto se cree fueron una misma en algún momento, pues existen documentos que las mencionan como San Vicente Chichimequillas. Años más tarde se dan los primeros conflictos entre el gobierno y los bienes de la Iglesia, hasta que finalmente la hacienda es abandonada. Hasta el momento sus terrenos sumaban ya 20 904 hectáreas. Fue expropiada con fundamento en las leyes de desamortización de manos muertas y abandonada por algún tiempo. Finalmente, hacia 1885, fue adquirida por don Remigio Noriega Lazo, natural de Asturias, hasta que con su muerte, en 1930, su esposa doña Pilar Mestas se encarga de mantenerla productiva. Su hija, doña Pilar Noriega Mestas se casa con don Salvador Amieva de la Fuente, quienes continúan trabajando la propiedad, dejándola años más tarde bajo el cuidado de sus hijos Alejandro y Remigio Amieva Noriega, quienes aún poseen la propiedad y el casco.

Don Trinidad Salazar, antiguo jornalero de la hacienda y actual vecino de la comunidad de El Pinto, recuerda aquellos momentos: “Se cosechaba bastante. Recogíamos el maíz y se llevaba a la hacienda, ya de ahí se repartía o se vendía. El lindero llegaba hasta donde ahora tengo mi casa y se iba hasta el pinal del Zamorano… ya luego se repartieron las tierras.”

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SU ARQUITECTURA

La austera infraestructura en la etapa formativa de la hacienda estaba compuesta por algunos cuartos de adobe y piedra, corrales y una noria. Los carmelitas edificaron poco a poco espacios indispensables para hacer habitable el lugar y llevar a cabo actividades de administración, almacenamiento de cosechas e implementos de trabajo. Más adelante surgieron espacios más complejos como el casco, alrededor del cual giraba la vida económica y social de la hacienda y de la región. En su patio se agrupaban las diversas áreas de trabajo, como los salones de talleres y oficios, y en su parte alta las habitaciones de los padres. Se construyó, adosada al casco, al final del corredor de entrada, la capilla, en cuyo atrio se realizaban las celebraciones de Semana Santa y otras festividades, actividades que servían de vínculo entre los trabajadores y la hacienda. Además, el acceso a las trojes llamadas San Pedro, San Pablo y del Sagrado Corazón, donde se almacenaba el producto de las cosechas, se localizaban por dentro del patio para protegerlas de bandidos que pudieran pasar por la zona.

Estas trojes actualmente están construidas con bóvedas de medio cañón y la del Sagrado Corazón, además, sostenida con pilares en el interior y contrafuertes en el exterior. La captación, conducción, almacenamiento y distribución de agua utilizada para consumo humano, animal y de irrigación, se realizaba, durante la época de los carmelitas, en base a la construcción del bordo conocido como La Laguna y más adelante, siendo propiedad de Noriega Lazo, se arregló la antigua presa del Carmen y se construyó la presa Chica, llamada Del Pilar. Por cierto, a la cortina de esta última le cayó un rayo en 1916. Otra de las sacudidas de la naturaleza a esta hacienda fue en diciembre de 1925, cuando la presa del Carmen no resistió una fuerte corriente de agua que, al romperse, inundó los terrenos próximos al río y algunas viviendas aledañas. Bajo estas circunstancias, don Remigio construyó un túnel recubierto de cal y canto de 1.80 metros de alto y un metro de ancho, a lo largo de 1 800 metros que, debido al abatimiento de los mantos acuíferos y el crecimiento de la población se ha hecho insuficiente, por lo que en la actualidad se han realizado perforaciones de pozos.

LOS ECOS DEL PASADO HOY

Bajo el cuidado de su propietarios Alejandro y Remigio Amieva, el hermoso casco de la hacienda se mantiene en buenas condiciones y sus tierras actualmente producen sorgo, maíz y frijol, además de un gran número de cabezas de ganado Holstein para producción lechera. La capilla sigue en funcionamiento y ahí se realizan las actividades del actual pueblo que se asienta fuera de la barda perimetral, lo que mantiene a la señorial Chichimequillas como una hacienda viva.

SI USTED VA…

De la ciudad de Querétaro se toma la carretera con rumbo al Penal y 20 minutos delante de San José el Alto, se llega al pueblo de Chichimequillas. La hacienda es particular, por lo que se tiene acceso sólo con el permiso de los propietarios.

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