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Viaja al Pueblo Mágico de Chignahuapan, en Puebla, para presenciar uno de los espectáculos de Día de Muertos más impresionantes: Festival de la Luz y de la Vida.
¿A dónde vamos cuando morimos? La muerte es el destino irremediable del hombre y también su más grande misterio. Seducida por esta pregunta fue como llegué a Chignahuapan, en la Sierra Norte de Puebla y ahí, en un lago pintado de luces, encontré la respuesta.
Fue de voz de los dioses prehispánicos que descubrí finalmente el viaje que recorre el alma hasta liberarse. El encuentro con la muerte ocurrió en el Festival de la Luz y de la Vida que se lleva a cabo en este Pueblo Mágico desde hace 21 año cada 1º de noviembre. En él se hace una representación del tránsito de la vida hacia la muerte hasta llegar al Mictlán, de acuerdo con la comosmovisión mexica.
Mi viaje hacia la muerte comenzó en la Capilla de la Resurrección, que se encuentra justo detrás del colorido Templo de Santiaguito Apóstol. Ahí, frente a una gran imagen de Jesucristo se montó la “ofrenda de las mil luces” que, como su nombre lo indica, se ilumina con mil veladoras y es el preámbulo para lo que será el festival.
Afuera, justo a un costado de la capilla, un tapete de aserrín viste la calle. En él, la figura de un xoloitcuintle, q según la mitología mexica es el que ayuda a los muertos a cruzar el río Apanohuacalhuia.
Detrás del tapete decenas de personas ya están formadas para recibir una antorcha para empezar la procesión hasta el lago de Chignahuapan.
A las 18:30 arranca la procesión y las personas empiezan a caminar sobre el tapete de aserrín. Es en este momento donde empieza el recorrido de los muertos.
Aquí las antorchas iluminan el camino de los muertos hacia los nueve infiernos por los que tendrá que pasar el alma hasta finalmente liberarse de sus penas terrenales.
Al llegar al lago, que ya está vestido con un escenario colorido, es donde empieza el verdadero recorrido, pues ahí, sobre sus aguas, es donde se representará ese tránsito por el que tienen que pasar los muertos.
Fue en ese lugar donde aprendí más sobre lo que la muerte representaba para nuestros antepasados: no un fin, sino un nuevo comienzo; una resurrección. Pero para lograr llegar al Mictlán, ese lugar donde finalmente llegan los difuntos que han limpiado su alma de todo lo terrenal, no es fácil, de hecho, se deben de pasar por varios obstáculos.
De los dioses que guían las almas al Mictlán aprendí grandes lecciones que los vivos jamás deberíamos olvida. Reflexiones como “la voluntad te dará fuerzas para continuar tu camino”, “busca tu descanso en tu corazón y en tu mente” o “no puedes descansar sin afrontar tus miedos” quedaron cinceladas en mi alma.
Después de una ardua travesía por los nueve infiernos y vencidos los demonios que habitan el él, por fin el alma es libre y pura para merecer el descanso absoluto que sólo encontrará en el Mictlán. Ahí es cuando el cosmos mismo se ilumina entre luces de colores dando por terminado este recorrido que de acuerdo con la mitología dura aproximadamente cuatro años atravesar.
Me quedé maravillada. Qué poco sabía yo sobre la muerte y sobre las creencias y filosofía de mis ancestros. Ahora quiero saber más, muero por aprender sobre las raíces de esta tradición que hoy llamamos Día de Muertos para entender el verdadero significado de esta tradición.
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