Chilate, la bebida prehispánica y tradicional de la Costa Chica de Guerrero
En el sureste de Guerrero es común encontrar puestos ambulantes con chilate, la bebida a base de cacao que se toma fría para quitar la sed
La región denominada Costa Chica, en Guerrero, se extiende desde el municipio de San Marcos, en el sureste del estado, hasta el de Cuajinicuilapa, en el límite con Oaxaca. Y debido a su clima cálido subhúmedo, que puede alcanzar temperaturas mayores a los 28 °C, los lugareños, desde hace siglos, combaten el calor con una bebida tradicional conocida como chilate.
¿Qué es el chilate?
Su nombre proviene del náhuatl chiliatl, que significa “agua de chile”. Sin embargo, en sus ingredientes no lleva esta baya, sino una mezcla de cacao, canela y piloncillo.
Igualmente, diversas fuentes señalan que el chilate es una bebida derivada del xocolatl; la cual se volvió de consumo popular a partir del siglo XVI, pues cabe recordar que antes del periodo colonial, el cacao era consumido exclusivamente por la élite gobernante mesoamericana.
Costa Chica, cuna de esta bebida
Tanto el clima como las lluvias constantes en la región favorecen el cultivo y producción de cacao, que como mencionamos con anterioridad, es la base del chilate. En consecuencia, es común encontrarlo en mercados locales y ambulantes de las comunidades amuzgas, mixtecas, tlapanecas y afromexicanas, quienes lo disfrutan dulce, espumado y frío.
Asimismo, además de saciar la sed, es una bebida rica en potasio, fósforo y magnesio.
Preparación del chilate
Este elíxir es relativamente fácil de elaborar y requiere pocos ingredientes: semillas de cacao, canela, piloncillo y arroz, que puede ser opcional.
El primer paso es tostar el cacao en un comal. Después, se pelan las semillas y se remojan en agua fría para suavizarse. Seguidamente, se muelen en el metate de piedra hasta obtener una pasta homogénea que se disolverá en agua y se le añadirá canela. Al último, se endulza al gusto con piloncillo y se le agrega hielo.
Finalmente, la bebida se sirve de la jarra al vaso (o jícara) desde una altura de entre 30 y 50 centímetros, para darle una presentación espumosa; y es costumbre acompañarla con un bolillo con relleno, un platillo típico de las costas guerrerenses, en el que el pan se rellena de cerdo guisado con chile guajillo.
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