Culhuacán
Culhuacán, el centro cívico y religioso más antiguo del Altiplano central de México, resguarda importantes escenarios religiosos, donde sus habitantes aún mantienen vivas coloridas fiestas y celebraciones. ¡Conócelo!
Un poco de historia
Sus fundadores, los colhuas, eran una tribu nómada procedente del norte que hablaba la lengua náhuatl. Hacia el siglo VII (670 d.C.) establecieron su capital al pie del Cerro de la Estrella y la denominaron Culhuacán, que significa “lugar con joroba” o “lugar de colhuas”. Junto con los tepanecas de Azcapotzalco ejercieron su hegemonía sobre el Valle de México. Fueron los mexicas quienes, a mediados del siglo XIII, invadieron Culhuacán y, como resultado de emparentar con los colhuas nobles, en 1376 ofrecieron un príncipe noble llamado Acamapichtli, descendiente de herencia tolteca. Así, el primer Tlatoani mexica fue originario de Culhuacán, dando paso a la dinastía de tlatoanis o reyes mexicas.
En la época colonial, Culhuacán se convirtió en un pequeño poblado de barrios dispersos dedicados a la agricultura de chinampas, cuyos productos eran llevados a la ciudad a través del Canal de la Viga para su venta, junto con petates y otros objetos de cerámica. Hacia 1552, Culhuacán tenía 817 personas tributarias; ese mismo año los frailes agustinos comenzaron la construcción de su monasterio, sede del Seminario de Lenguas que funcionó durante poco más de un siglo, y donde los religiosos aprendían las lenguas indígenas para poder evangelizar. Uno de los maestros del seminario fue fray Bernardino de Sahagún. En el siglo XIX, las haciendas establecidas en esta región se apoderaron de los sembradíos y chinampas ante el descontento de la población, que vio la oportunidad de recuperar sus tierras, uniéndose al movimiento revolucionario de Emiliano Zapata.
A principios del siglo XX esta población aún era rural, con una economía basada en el sistema de chinampas, que producía hortalizas y flores en abundancia; además, se explotaban algunas canteras de Culhuacán y del Cerro del Marqués. Por desgracia, las últimas chinampas de Culhuacán, colindantes al Canal de la Viga, fueron desapareciendo poco a poco.
Voces y anécdotas del ayer
La Leyenda de la Cuevita es la más conocida de Culhuacán. Narra la experiencia de unos canteros que escucharon el llanto de un niño mientras trabajaban. Extrañados porque sólo debían oír el ruido de sus instrumentos, fueron al interior de una cueva de donde procedía el sonido y quedaron sin habla al descubrir la imagen de un Cristo negro (Señor del Calvario), acompañado de dos ángeles arrodillados frente a él. Después de recuperarse de la impresión, corrieron a dar aviso de esta milagrosa aparición al cura y a los demás pobladores, lo que originó la creación de una pequeña capilla en el interior de la cueva.
Tómalo en cuenta
Uno de los compromisos adquiridos que tienen los habitantes de Culhuacán, desde pequeños, es no perder las tradiciones que les dan identidad y arraigo. Tal es el caso de la Fiesta de la Santa Cruz, que nació cuando los canteros de Culhuacán realizaron varias cruces de piedra en la tercera década del siglo XVI. La cruz suele “vestirla” el padrino con un cendal (lienzo de tela largo) y flores; se le prenden ceras y copal, se sirven atole y tamales a los concurrentes, y se celebra una misa. La fiesta dedicada a San Salvador, en la capilla del Calvario, reúne a la población que llega a pagar los favores recibidos con Las Mañanitas, arreglos florales y otros obsequios para el Señor del Calvario. La mayordomía encargada de la Fiesta de San Juan Evangelista, patrono de la parroquia, es permanente y se hereda de padres a hijos. La cooperación del pueblo es esencial para efectuar esta celebración; el templo luce sus mejores galas.
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1 y 2. El Templo y Convento de San Matías o San Juan Evangelista (1) se construyó sobre un basamento prehispánico entre 1552 y 1569; aquí estudió el cronista Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Cuenta con un gran estanque de agua adornado con varias fuentes, que recuerda a un antiguo ojo de agua que rendía culto al dios Tláloc; a su alrededor, se diseñó una hermosa área verde que invita al descanso al aire libre. En el ex convento de estilo renacentista destacan los gruesos muros de piedra basalto, y en su claustro (2) figura la talla excelente de sus arcos y columnas en el mismo tipo de piedra; además, se respira en él un ambiente tranquilo. Es posible admirar en sus corredores, frescos notables de estilo barroco plateresco ejecutados con maestría por los tlacuilos o pintores culhuacanos; vale la pena admirar en el claustro alto las pinturas de los mártires agustinos y La adoración de los Reyes Magos.
3. El Museo Centro Comunitario Culhuacán fue inaugurado en este ex convento en febrero de 1984. Exhibe tanto objetos originales de la época prehispánica, producto de las excavaciones en los terrenos que ocupa este conjunto religioso, como del virreinato (documentos, columnas talladas de madera…); asimismo, se exponen datos importantes sobre la historia de Culhuacán. No dejes de admirar la puerta de madera del siglo XVI en la primera sala de este museo; está tablerada y adornada con diversos símbolos y escudos. El templo que acompañaba a este convento, dedicado a San Juan Bautista, se encuentra en ruinas debido a que su techo se vino abajo al igual que sus columnas.
4. Al costado sur del ex convento se construyó entre 1880 y 1897 otro templo para sustituir al antiguo, y le pusieron el mismo nombre: San Juan Bautista. Es un inmueble de una sola nave con ventanas circulares en sus muros laterales. En su cúpula se representa la bóveda celestial con varios ángeles; conserva las pequeñas columnas platerescas del altar del primer templo.
5. Un lugar muy querido y venerado por los habitantes de Culhuacán y sus ocho barrios, y también de Xochimilco y Tlalpan, es la Capilla del Divino Salvador del Calvario, en su interior se adora a “Jesucristo muerto” o al “Señor del Santo Entierro”, por lo que se ha convertido en un santuario. Erigida hacia fines del siglo XIX o principios del XX, se agregó a su fachada un portal para ampliar el reducido espacio interior, cuyo lujo es notorio. Se refleja sobre todo en la ornamentación dorada de las pilastras, capiteles y casetones que forman la techumbre, así como en sus dos hermosos candiles. En el altar principal se encuentra la urna con la imagen del Señor del Santo Entierro.
6. A la derecha de la fachada se abre una reja que conduce a una cueva natural, inicialmente, fue utilizada como adoratorio en tiempos prehispánicos y después fue escenario de una tradicional leyenda local que la convirtió en capilla; sobresale aquí una columna de piedra tallada del siglo XVI.
7. Frente a esta capilla está la pequeña plaza Leona Vicario, llamada antes Plazuela de la Ancianidad, que recuerda el gesto que tuvo Moctezuma Xocoyotzin, penúltimo emperador mexica, de mandar a Culhuacán como asilados a los burócratas y soldados viejos que habían estado a su servicio, en agradecimiento a sus años de trabajo.
8. Un último sitio para apreciar se localiza en Avenida Tláhuac. Se trata del Molino de Papel, primero en América, construido por los agustinos a finales de 1560. Aprovechando un ojo de agua, agregaron una noria, un taller y un acueducto.