Descubriendo México en bicicleta: los paisajes del Estado de México
Acompaña a nuestros cicloviajeros, Roberto y Annika en su paso por los caminos menos transitados en el Estado de México.
Escápate un fin de semana:
Paseo en globo aerostático por las pirámides de Teotihuacan
Seguíamos nuestro camino hacia el sur y Michoacán se nos acababa con cada vuelta de las ruedas. Aquél día había sido pesado. Subimos y bajamos alrededor de 1,200 metros para llegar a la altura de los 2,700 metros. Este estado es hermoso pero las subida y bajadas eran tan constantes que termina por ser muy cansado.
Nuestra última noche en Michoacán la pasamos en un pacífico pueblo llamado Maravatío de Ocampo. Alcanzamos a observar sólo una parte de su plaza central, la cual estaba en reparación, y aún así se veía muy bonita. Entendí la belleza de la ciudad cuando me enteré que en Purepecha su nombre significa ¨lugar florido”.
Había mucho movimiento, tanto que nuestro paso por el pueblo fue casi pasamos por desapercibidos en nuestras bicicletas. Normalmente cuando pasamos por un pueblo relativamente pequeño las miradas de curiosidad nos acechan, nos gusta, es una buena manera de iniciar una conversación con los locales. Pedaleamos unas cuantas calles y encontramos un cuarto limpio y cómodo por doscientos cincuenta pesos. Rogelio, el recepcionista del lugar, nos recomendó un restaurant de comida china para cenar. Esa noche nos dormimos temprano.
Al siguiente día desayunamos sentados en la plaza viendo la catedral. Yo desayuné frutas con yogurt y miel y Annika un delicioso tamal oaxaqueño. Antes de partir pasamos a la tienda de bicicletas a comprar una bomba de aire nueva. Me encantó la tienda. Casi todos los productos estaban ordenadamente detrás de un vitral exhibidos como piezas de museo. Cuando señalabas lo que querías el vendedor iba al almacén y te lo daba. La tienda parecía como si se hubiese detenido en los años 80.
Después de pedalear por un par de horas llegamos a la frontera con el Estado de México. El tráfico se hacía cada vez más pesado. La carretera federal parecía autopista y a lo lejos se veían cerros de casas sobre casas. Aunque aún estábamos lejos parecía que ya estábamos en las periferias de la gran ciudad.
Rumbo al Estado de México
Pedaleamos con cautela, pero debo de decir que todos los carros y camiones nos respetaron bastante. Nos perdimos varias veces. Seguíamos el camino que nos indicaba Google maps, pero algunos de esos caminos nos llevaban a caminos sin pavimento. Normalmente seguiríamos los consejos de Google pero la tarde se acercaba y no queríamos arriesgar perdernos en zonas tan densamente pobladas.
Nos paramos en una tiendita y un taxista nos rescato con su basto conocimiento del área. Sus consejos nos permitió tomar un par de calles con muy poco transito que nos llevaría en dirección a nuestra siguiente parada, Jocotitlán.
Los últimos 15 kilómetros se caracterizaron por su belleza. Todo era subida entre un cerro donde predominaba la vida verde y la tranquilidad del camino. Estaba cansado y veía con un poco de desesperación mi tacómetro, faltaban 4 km más para llegar a nuestro destino. Decidí ignorarlo y disfrutar la subida.
Finalmente llegamos a Casa Arciniega, una tienda de abarrotes antigua que y hogar de la familia Arciniega. Los hermanos Jesús, José y Fernando nos recibieron con los brazos abiertos. A penas los habíamos conocido a través de Internet. En poco tiempo nos hicieron sentir como en familia. La casa es antigua y sin lugar a duda preciosa, con un gran patio central forrada de plantas colgantes y varios cuartos alrededor. Me sentía como un un hotel histórico.
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