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Arte y Artesanías

Días rarámuri. Nije Sorichike bité (Yo vivo en Sorichike)

Chihuahua
Días rarámuri. Nije Sorichike bité (Yo vivo en Sorichike) fifu

Entre los rarámuri el sueño es un espacio para avisos y viajes; es la forma de comunicarse con el futuro...

Sorichike, “donde hay maíz negro” o “donde vive la hermana mayor del padre”, es una ranchería del pueblo de Munérachi, en el municipio de Batopilas, Chihuahua; ahí, como en otras tantas comunidades rarámuri, transcurre la existencia de varias familias tarahumaras.Sorichike se localiza en una mesa a 1 900 msnm, rodeada de bosques de pino y encino, haciendo cumbre sobre la barranca del arroyo de Cerro Colorado, cauce tributario 15 km más abajo del río Batopilas. Cerca de Sorichike se encuentran las mesas de Siotabo y Cerro Azul, al noreste; Huizuchi, “lugar de tlacuaches”, al norte, y Coechi, “en donde hay telar”, al suroeste.

En Sorichike se agrupan una serie de casas que se conocen como ranchos, y que constituyen cada una de ellas y para cada familia –por lo menos durante el verano, pues en esa localidad se vive una dinámica de migración estacional, invierno/barranca, verano/tierras altas– el centro del cosmos, ya que desde ese punto los campesinos tarahumaras se relacionan con el resto del mundo, tanto física como social y espiritualmente, esto último a través de actividades festivas y rituales, como cuando la gente se reúne para compartir con Onorúame –Dios–, cerveza de maíz, tortillas y “tsekiate”, ke’ori, pues lo que se posee siempre es una concesión del que es padre y madre, y por lo mismo todo rito es de alguna manera un acto de comunión.Los días inician con el canto de los gallos y con los sonidos del hacha que corta la leña; en el fuego encendido con ésta se calienta algo de cajué, café, para comenzar la mañana.

El hombre puede abocarse al acarreo de más leña, los hijos que ya caminan pueden acercar agua o echar afuera a las gallinas; por su parte, la mujer empieza a preparar el almuerzo, que se hace aproximadamente a las diez de la mañana. Después todos se dirigen a desempeñar sus actividades diarias.El hombre es el responsable de las relaciones hacia fuera de la comunidad, sobre todo las de tipo comercial, él es quien sale a vender y comprar, en tanto que la mujer permanecerá en el espacio doméstico preparando los alimentos, acarreando agua, tejiendo cestas y/o fabricando objetos de cerámica. A su vez, los niños mayores de cinco años se responsabilizan de conducir el ganado ovino y caprino a pastorear hacia aquellos lugares del monte donde se sabe que aún se conservan recursos forrajeros. Es incluso en dichas jornadas de pastoreo, cuando se está solo con las montañas, entre barrancos y ganado, que los rarámuri desarrollan esa personalidad discreta, introvertida y autosuficiente que los caracteriza.  Así, solos, cuidando cabras y borregos, los niños rarámuri aprenden a conocer el medio que los rodea, observando cómo se comportan el sol, las nubes, la fauna y la flora; llegan a identificar las huellas de los diferentes animales y saben determinar qué tanto tiempo hace que alguien o algo pasó por la vereda.En los días cotidianos la información fluye entre la gente, cuando alguien que subió desde el pueblo –donde se encuentra el templo– pasa a visitar las casas e informa de cualquier acontecimiento, pasado o próximo; por ejemplo, sobre cuándo y dónde habrá un juicio o una reunión de trabajo o de fiesta, para la cual ya se encargará el organizador de avisar e invitar, preguntando acerca de cuántas ollas de cerveza de maíz, sowike, se prepararon.

También se llevan a cabo distintas labores de la parcela, como la siembra, el desyerbe y la limpieza, y se aleja a cualquier animal que quiera meterse en ella. Las unidades habitacionales rarámuri, siempre junto a la parcela, están formadas por una casa habitación, que normalmente tiene la puerta o una ventana orientada hacia el templo, el corral del ganado, una troje y el patio ceremonial o awiritzi, donde se realizan las ceremonias familiares que buscan propiciar la salud de personas, animales domésticos y cultivos, o donde se reúne la familia debido a la muerte de algún pariente cercano. Cuando el fallecido es hombre se organizarán tres ritos, nuterias, a lo largo de uno o tres años, y si se trata de una mujer serán cuatro las fiestas, pues los hombres tienen tres almas y las mujeres cuatro, por ser más fuertes y por estar huecas para traer al mundo nuevos rarámuri (los blancos, o chabochi, sólo tienen dos, como los animales).

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Los rarámuri cultivan frijol, papas, chile, tabaco, calabaza y principalmente maíz. De hecho, el calendario ritual anual se organiza a partir de la producción de esta gramínea; inicia con el primer plenilunio de la primavera, en la Semana Santa, Nolirúachi, y concluye con el denominado ciclo de invierno, cuando se baila matachín para alegrar a Dios, pues el sol está pálido debido a que Dios se encuentra enfermo y “hay que ayudarlo pa’ que no se muera y no se acabe el mundo”.Hacia el fin de las lluvias, cuando se aproxima la cosecha, se hacen fiestas de yumari o tutúguri para agradecer los bienes recibidos y solicitar se alejen los males, así como para que el próximo año la cosecha sea abundante. Por este tiempo, cerca del comienzo del otoño, antes de iniciar la migración a las tierras cálidas, se suelen organizar carreras de bola, robirike, entre los hombres, y de aros o ariweta, entre las mujeres. Para las carreras se forman dos bandos, “los de arriba y los de abajo”, que constituyen equipos o fases de identidad entre los habitantes de una demarcación, algo parecido a los grupos de aficionados que avalan a algún héroe o equipo deportivo en competencia. La gente, hombres, mujeres, niños y niñas, apuestan por el equipo preferido, arriba o abajo. Las apuestas se hacen en dinero o en especie: cortes de tela, bolas de estambre o de lana, jabones, herramientas, prendas de vestir o instrumentos del menaje doméstico. Todos los envites son cazados y la pareja del recurso apostado será la ganancia. Al final, varias horas después, se repartirá lo acumulado, dejando una parte para los corredores, que son jóvenes que se encuentran en proceso de fortalecimiento de sus respectivas unidades familiares. Quienes ganan no se envanecen por el triunfo, sólo asumen que ya terminó la carrera. Nadie les aplaude ni hace culto de su personalidad; sin embargo, los buenos corredores tienen el prestigio de “ser muy ligeros”, pero eso no hace que se apueste más por ellos, ya que la decisión pasa por la afinidad y no por el cálculo racional.Después de las cosecha, cuando ya no se organizan más carreras e inician las heladas, la gente se prepara para migrar al barranco, en donde “el frío y el hielo no mate a las crías que han parido las cabras por noviembre”. También porque en el barranco, cuando se sembró y no se perdió la cosecha, ésta se pizca más adelante que en la cumbre; además, abajo corren los arroyos y se puede pescar. Por otra parte, los habitantes de Sorichike tratarán de estar en el templo en Munérachi para el 12 de diciembre, “pues es la fiesta de Gualupa, y se baila matachín y hay mucha gente”.

Para ir a Sorichike se requiere un vehículo adecuado que pueda transitar por brecha y terracería; así, desde Creel, Chihuahua, debe tomarse hacia el sur la carretera Creel-Guachochi, y desviarse al oeste en el kilómetro 75, en donde se indica el camino a Batopilas, pero inmediatamente es necesario tomar por el poblado de Samachique y preguntar por el camino a Cieneguita de Barranca, que se encuentra a 40 km hacia el suroeste; posteriormente, en Cieneguita se debe investigar por dónde sale el camino a Huizuchi y 13 km después, siempre a mano izquierda, salvo en la última desviación que es a la derecha, se llegará a “donde vive la hermana mayor del padre”, la tía paterna, o “donde se encuentra maíz negro”. El trayecto desde Samachique requiere de aproximadamente cinco horas. Ahí, en las tardes, poco antes de que oscurezca, se podrá observar que los pastores regresan con las cabras; que la mujer, tal vez ayudada por una hija mayor, ha preparado la comida, y que cuando el esposo regresa de sus actividades, todos se sientan a comer tortillas, sopa, frijoles y algún alimento compartido en la última fiesta. Y alrededor del fuego se platicarán las vicisitudes del día, comentando cómo comportarse frente a cada una de las nuevas noticias conocidas, y posteriormente se prepara el momento de dormir y de soñar. Entre los rarámuri el sueño es un espacio para avisos y viajes, es la forma de comunicarse con el futuro o lo que está lejos, pues se sueña “pa’ saber que va a pasar”.Yo vivo en Sorichike.

Fuente: México desconocido No. 282 / agosto 2000

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