El danzón de nuestro tiempo
Hay una línea imaginaria que navega desde el Viejo Continente hasta nuestro Valle de Anáhuac.
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Un eje que intercambia la tristeza por saudade, a la voz por canto de timbales y al cuerpo por su movimiento entrelazado. El danzón es un peregrino de padres galos e ingleses que encontró su nombre en la ciudad de Matanzas, Cuba, el 1º de enero de 1879. Se llamó Las alturas de Simpson y fue dedicado a un magnate del mismo nombre por donar a la comunidad un campo de béisbol que después fuera otro de los escenarios secretos donde se fraguó la revolución cubana. El danzón es un revolucionario exquisito que entrelaza los cuerpos del hombre y la mujer desde la época victoriana –en la que todo era pecado– hasta nuestro tiempo, en el que la mayoría prefiere bailar sola.
Un año después de su nacimiento, el danzón llegó a México como polizón de barco a las costas de Veracruz y Yucatán.“El danzón de nuestro tiempo” es un ensayo fotográfico documental que muestra cómo hombres y mujeres se comunican en la pista de baile mediante su instrumento, el cuerpo. Mi trabajo comenzó en el Salón Los Ángeles, de la colonia Guerrero, en el DF, donde muy pronto se prendió de esa línea imaginaria que lo llevó al puerto de Veracruz. Después de vivir el rito de la gente mayor en el Parque Zamora los domingos a las seis, el Parque de la Campana los martes y la sofisticación del zócalo con sus comparsas de los sábados por la noche, toqué a la puerta del Centro Cultural Atarazanas y me encontré con que los jóvenes y los niños también bailan danzón.
Conocí la historia de una mujer notable de nombre Rosa Abdala Gómez, fundadora del Grupo Tres Generaciones del Danzón Veracruzano y Orquesta para preservar y difundir esta tradición adoptada por los porteños entre los niños, que en la década de los setenta no tenían cabida en los grupos danzoneros. Es impresionante escuchar en pleno siglo XXI a los muchachos referirse a sus compañeras como las damas, y sentir este arte de contener el impulso de vida, la sensualidad y el erotismo para desbordarlo en los once tiempos del baile fino que en el puerto no se baila en un salón. De regreso a mi tierra me encontré con que Puebla baila al estilo Veracruz con espíritu propio, que conoce la historia de doña Rosa y que hoy enseña a bailar danzón con el nombre de Fomento al Baile y la Cultura Popular, AC, donde hoy bailan más de 170 parejas de Puebla y sus alrededores. Así, pues, mi trabajo se realiza con la técnica del siglo antepasado en una danza posmoderna humedecida por gardenias.
JOSÉ TÉLLEZ ELÍAS
Nace en 1970 la ciudad de México. Estudia sicología por cinco años en la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Salesiana, pero encuentra su vocación literaria al concluir el diplomado en Creación literaria en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Publica una plaquett de poesía en el 2000 titulada Bahía de paso. Su formación fotográfica se lleva a cabo en el Centro de la Imagen, con fotógrafos como Charles Harbutt, Francisco Mata Rosas, Joan Liftin, Vida Yovanovich, David H. Wells, Eniac Martínez, Raúl Cañibano, Javier Ramírez Limón y Brian Joung. Forma parte del Taller Integral “Documento y Ficción en el Proceso Fotográfico” bajo la tutela de los fotógrafos Yolanda Andrade y Marco Antonio Cruz. Trabaja como reportero gráfico de la Agencia Imagenlatina. En el 2003 gana la beca Jóvenes Creadores del FONCA con el presente proyecto. En el 2004 el mismo proyecto gana el Premio Nacional a la Preservación y Difusión del Danzón “Rosa Abdala Gómez”, otorgado por el Instituto Veracruzano de Cultura y el Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón, AC. Ha montado dos exposiciones individuales en el Puerto de Veracruz y en Puebla y participado en más de diez colectivas.
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