El Quelite, pueblo con sabor a Mazatlán
En Sinaloa se come bien sin duda. Muy cerca de Mazatlán nació el Mesón de los Laureanos para enriquecer la ruralidad de El Quelite. Visítalo.
A poco más de 30 km de la ciudad de Mazatlán se encuentra El Quelite, un poblado limpio, colorido, empedrado, que pareciera estar recién pintado.
A los costados de su calle principal lo resguardan casas con porches llenos de flores y mecedoras, con techo de teja y cactus, una imagen particular, amigable, risueña.
En tiempo de la Independencia mexicana el camino a El Quelite era uno donde asaltaban a quienes lo transitaban, lo llevaba a cabo un grupo de hombres, algunos aseguran que eran hermanos, otros solo que era un contingente armado, llamado los Laureanos, quienes buscaban con lo “ganado” cooperar con la causa nacional.
Hace casi 20 años, el doctor de la población, Marcos Osuna: mediano de estatura, tez blanca, cabello claro, extrovertido y gran conversador, pensó conectar el turismo de la ciudad de Mazatlán con El Quelite, lo urbano con lo rural: “si yo no lo hacía, no lo iba a hacer nadie. Y el turismo no es solo una fuente de ingreso, es conocer gente, es cultura y una forma de no enterrar al mexicano, ni a la ruralidad”.
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Para hacer atractiva al viajero la visita debía haber un interés, y empezó por organizar a la población: arreglar las fachadas de las casas, las calles, el alumbrado, espacios públicos, jardines, entre otros. Y así sucedió. No es que fuera fácil, pero sucedió.
Quelite viene del náhuatl quelitl, que significa hierba que se come. ¿Qué más atractivos puede haber que la buena comida? ¿Qué peor momento que aquel en donde se tiene hambre? Osuna sumó al atractivo y organización del poblado eso, una gran cocina.
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Y así nació El Mesón de los Laureanos. Se dice que Marcos Osuna es el cronista, no oficial, del pueblo. Y sí, pero más, el anfitrión, el transformador, el vínculo entre todas las partes.
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A diario, recibe a los visitantes a El Quelite en el mesón, porque no hay turista que vaya que no se siente a comer en Los Laureanos. Mientras se come, caminan las gallinas, un borrego bebé —Yazmín—, se oyen los pájaros y desfilan iguanas por la barda exterior. Se siente la brisa y se escuchan explosiones de risa… es el doctor, haciendo una broma, saludando, de mesa en mesa.
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Por si esto fuera poco, hay tortillas hechas al momento —a mano—, requesón, nata, salsas variadas y exquisitas. Lengua en salsa roja, Birria y Chilorio son sellos del lugar.
El Quelite se hizo de un turismo y un restaurante, pero también de un gran centro de reunión. En 2015, El Mesón de los Laureanos recibió el Premio Nacional CANIRAC, al mérito empresarial restaurantero a quien promueve el arte culinario, excelencia en el servicio y alta calidad en los alimentos.
Marcos Osuna tiene planes de ofrecer hospedaje a mediano plazo, y con seguridad, sucederá y también será agradable. El Quelite consiguió desenterrarse, lo mexicano de un mexicano lo desenterró; la ruralidad, una vez más, imparte una lección. Sí, sí dan ganas de visitar El Quelite.
