El Tigre. Regreso a la casa del lagarto (Campeche)
Los vestigios arqueológicos del sitio llamado El Tigre están favorecidos por la naturaleza y por su ubicación, lo suficientemente lejos de Pomoná y Xicalango para evitar rivalidades, y en un cruce privilegiado de rutas comerciales.
Los chontales se asentaron en un área surcada por incontables y caudalosos ríos, llena de ciénegas, lagunas y un laberinto de esteros que los separaban del mar. Su territorio mal merecía tal nombre, pues en realidad habitaban un mundo donde el agua es protagonista. Y sin embargo, no sólo sobrevivieron en esta difícil geografía sino que además la hicieron su aliada. Los ríos Usumacinta, Grijalva, San Pedro Mártir, Chacmax, Candelaria, San Pedro y San Pablo, Mamantel, Chumpán y Palizada, por citar los principales, se convirtieron, junto con la Laguna de Términos, en caminos líquidos para el transporte de mercancías, el intercambio de alimentos, de bienes suntuarios y de cultura. Gracias a ello los chontales ganaron la reputación de ser los mejores comerciantes mayas.
Vertebrada por el río Candelaria y sus afluentes (el San Pedro y el Caribe), existió al oriente de la chontalpa un cuchcabal o reino de nombre Acalán, que agrupaba a más de setenta pueblos. Fundaba su riqueza en el control de las rutas fluviales y terrestres que permitían comunicar el Golfo de México con el Petén y mucho más allá, hasta las ciudades de la Honduras prehispánica. Itzamkanak fue su legendaria capital y durante muchos años aventureros y arqueólogos la buscaron con afán.
LOS VESTIGIOS DE EL TIGRE
A medio camino entre Calakmul y Palenque, en la orilla izquierda del Alto Candelaria y estratégicamente alzadas sobre un otero, se asoman varias pirámides, restos de templos y adoratorios que hasta hace poco se mimetizaban con el paisaje. La antigua selva aún se recuerda en pequeñas manchas, si bien el uso del suelo para potreros deforestó los alrededores. El río y un afluente cierran uno de los costados del sitio, mientras que los otros cuentan, como barrera protectora, con pantanos y zonas anegadizas.
Hasta el momento se han localizado en el área del río Candelaria alrededor de 150 sitios, de los cuales El Tigre es el mayor. Según los arqueólogos, y si descubrimientos futuros no lo desmienten, nos encontramos ante los restos de Itzamkanak. Los principales trabajos de rescate se llevan a cabo en su centro ceremonial donde se levantan cuatro grandes estructuras, seis de menores dimensiones, dos plazas, trece altares, rampas de acceso y varios caminos. La Estructura I, situada al sur de la Gran Plaza, es una plataforma de 150 por 132 m y 10 de alto, sobre ella se aprecian cuatro montículos. Muy próxima, la Estructura II alcanza 23 m de altura. La extensión que ocupa El Tigre se calcula en unos cinco kilómetros cuadrados, en los que se han registrado 2 640 estructuras y 64 más pasando el sacbé o camino. La población en su época de esplendor fue de aproximadamente 15 000 habitantes, el equivalente a una ciudad de segundo orden en el contexto mesoamericano, pero un centro muy importante en la comarca de los grandes ríos.
ORIGEN Y ECLIPSE
La ocupación del sitio se fecha desde el Preclásico Tardío, según indican la cerámica y el estilo de algunos mascarones. Hacia el Clásico Terminal, El Tigre reúne a una elevada población, coincidiendo con el colapso de ciudades en el norte del Petén tras años de sequía en un territorio donde no hay aguas superficiales permanentes. Curiosamente, en esta misma época (siglo IX) es cuando puede empezar a hablarse de un grupo maya chontal en la provincia de Acalán, sin que todavía esté del todo claro quiénes fueron los primeros pobladores. Cuando Cortés viaja a Las Hibueras en 1525, se desvía de su camino para conocer la ciudad de Itzamkanak. Por la descripción que hace de la misma en la Quinta Carta de Relación, su aspecto se asemeja al de El Tigre. Los restos de un puente de factura europea frente al sitio son una evidencia más para ayudar a su identificación. A la llegada de los misioneros (1557) y con el propósito de facilitar la labor evangelizadora, las poblaciones ribereñas fueron llevadas por la fuerza a Tixchel, en la Laguna de Términos. El reordenamiento poblacional hizo que las rutas comerciales cambiaran y los centros económicos se desplomaran. Desde entonces y hasta los programas de recolonización iniciados en 1960, el área quedó desierta.
VESTIGIOS DEL PASADO
Las labores de estudio y rescate de sucesivas temporadas han recuperado mucho de la riqueza cultural y artística que atesora El Tigre. Destacan varios mascarones de estuco, algunos todavía en proceso de consolidación. Corresponden al Preclásico Tardío y sus rasgos los asemejan con los de Kohunlich, Quintana Roo. En el centro ceremonial se buscan hoy vestigios que indiquen la advocación de los templos, presuntamente consagrados a deidades de origen chontal como Ixchel e Itzamná. Este último fue el dios más adorado por las clases dirigentes, quienes pudieron haber intentado instaurar un monoteísmo. El nombre de Itzamkanak significaría, por tanto, “la segunda (ka) casa (na) de Itzam”, refiriéndose a una segunda llegada del grupo chontal a la región. Otra interpretación da como resultado “el lugar de la casa (‘ak) del lagarto (Itzam), y la serpiente” (can). Aunque el sitio no está abierto oficialmente, los arqueólogos permiten la entrada de visitantes.
SI USTED VA A EL TIGRE
De Campeche hacia Champotón, por la carretera Escárcega-Villahermosa, se toma la desviación hacia Candelaria. De aquí se puede seguir por el río en una embarcación a motor (2 horas) lo que, dada la belleza del paisaje, resulta muy recomendable. O bien por la carretera (45 km) que va a Monclova. Entre ésta y el pueblo Estado de México veremos una carretera de desvío que luego de nueve kilómetros nos deja en la zona arqueológica de El Tigre.
Fuente: México desconocido No. 307 / septiembre 2002
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