Aguascalientes, cuna del deshilado
El deshilado, una fina artesanía laboriosamente trabajada por las mujeres de Aguascalientes, ha pasado a formar parte del Patrimonio Cultural del estado.
El deshilado llegó a estas tierras junto con las primeras pobladoras hispanas de la región, que se inspiraban a su vez en los antiguos deshilados de Flandes y Venecia, pero ya enriquecido con el sello morisco de la talavera árabe.
Las mujeres indígenas y mestizas de la zona adoptaron esta técnica de bordado para recrear el mundo de aves, flores, frutas y demás representaciones del mundo que las rodeaba. El deshilado pertenece a ese mundo donde lo útil no está reñido con lo bello, y se asienta entre las familias de Aguascalientes como una actividad placentera para los ratos de descanso y de ocio de sus mujeres, una vez terminadas las tareas hogareñas.
Tanto los bordados traídos de Oriente por la famosa Nao de China como los que llegaron con las damas francesas en la época de la Intervención en México, agregaron técnicas que dieron a los deshilados de Aguascalientes un sello característico que hoy en día nos ofrece hermosas prendas de vestir y de ornato, como blusas, vestidos, manteles, servilletas, cortinas y carpetas, y otros artículos de uso cotidiano que, recorriendo las calles del Centro, como la de Nieto, o en algunas tiendas de los modernos centros comerciales, podemos admirar y adquirir a precios muy accesibles todavía.
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La historia del deshilado está muy unida a la del ferrocarril local. Cuando éste se introdujo en Aguascalientes llevando a los pasajeros que se dirigían a Zacatecas, a los centros mineros o a la Ciudad de México, las lugareñas, esposas de los empleados del ferrocarril, ya confeccionaban sus prendas y empezaron a venderlas, con gran éxito, en la misma estación. Ante la creciente demanda, los talleres familiares fueron ampliándose, y el producto de estas labores constituyó, y constituye, para muchas familias, una fuente adicional de ingresos nada despreciable.
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La artesanía del deshilado se fue extendiendo paulatinamente de la ciudad a las pequeñas comunidades, especialmente a Jaltiche de Arriba y La Labor, en el municipio de Calvillo, en donde actualmente, en medio del aroma de las guayabas, se puede observar a las mujeres, en pequeños grupos, deshilando y bordando sus blancas telas a las puertas de sus casas. El deshilado no se aprende consultando libros o revistas, ni existen escuelas que lo enseñen. Se aprende de generación en generación, de madres a hijas, cuya creatividad queda plasmada en lo que podríamos llamar, sin temor a exagerar, verdaderas obras de arte para el uso cotidiano.
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