La Epístola de Melchor Ocampo, visión del matrimonio del siglo XIX que prevaleció hasta 2007
Por más de 150 años, la Epístola de Melchor Ocampo se leyó en las bodas civiles pero hoy se considera contraria a la igualdad entre las personas
Es fundamentalmente cierto que nuestro país se erigió en el siglo XIX, entre la vida colonial y el siglo pasado, con la Revolución Mexicana y la posterior carrera hacia la modernidad. Igualmente, dos protagonistas de ese estado naciente fueron Benito Juárez y Melchor Ocampo, a quien se le atribuye la mayor parte de la formulación de las Leyes de Reforma y la llamada Epístola de Melchor Ocampo.
Con este discurso, Ocampo contribuyó con su visión muy personal, pero reflejando los tiempos que corrían, de lo que debía ser la unión civil entre un hombre y una mujer. Cabe señalar que la epístola formó parte del artículo 15 de la Ley de Matrimonio Civil expedida por Juárez en 1859.
Epístola de Melchor Ocampo, pauta decimonónica sobre un «buen matrimonio«
En la carta se establecían los roles que los contrayentes debían asumir para que su unión fructificara. Para Ocampo, no había otro medio moral para fundar una familia que el matrimonio civil. De igual forma, formuló estereotipos de género que hoy sabemos atentan contra la igualdad de derechos entre las personas.
A continuación, la controvertida epístola:
Que éste es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Que éste no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Que los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí”.
Que el hombre, cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer, protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando éste débil se entrega a él, y cuando por la sociedad se le ha confiado”.
Que la mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo”.
Que el uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia, fidelidad, confianza y ternura, y ambos procurarán que lo que el uno se esperaba del otro al unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión”.
Que ambos deben prudenciar y atenuar sus faltas. Que nunca se dirán injurias, porque las injurias entre los casados, deshonran al que las vierte, y prueban su falta de tino o de cordura en la elección, ni mucho menos se maltratarán de obra, porque es villano y cobarde abusar de la fuerza”.
Que ambos deben prepararse con el estudio y amistosa y mutua corrección de sus defectos, a la suprema magistratura de padres de familia, para que cuando lleguen a serlo, sus hijos encuentren en ellos buen ejemplo y una conducta digna de servirles de modelo. Que la doctrina que inspiren a estos tiernos y amados lazos de su afecto, hará su suerte próspera o adversa; y la felicidad o desventura de los hijos será la recompensa o el castigo, la ventura o la desdicha de los padres”.
Que la sociedad bendice, considera y alaba a los buenos padres, por el gran bien que le hacen dándoles buenos y cumplidos ciudadanos; y la misma, censura y desprecia debidamente a los que, por abandono, por mal entendido cariño, o por su mal ejemplo, corrompen el depósito sagrado que la naturaleza les confió, concediéndoles tales hijos”.
Y por último, que cuando la sociedad ve que tales personas no merecían ser elevadas a la dignidad de padres, sino que solo debían haber vivido sujetas a tutela, como incapaces de conducirse dignamente, se duele de haber consagrado con su autoridad la unión de un hombre y una mujer que no han sabido ser libres y dirigirse por sí mismos hacia el bien”.
El fin de una era
Curiosamente, la lectura obligada de la epístola en cada Registro Civil del país fue derogada en 1870 con la expedición del Código Civil; no obstante, se continuó leyendo por costumbre hasta inicios del siglo XXI, cuando la sociedad mexicana ya había cambiado.
Finalmente, en 2007, el Congreso aprobó un exhorto para eliminar su lectura en todo el territorio nacional y sustituirla por un texto que reflejara los principios de igualdad entre hombres y mujeres establecidos en nuestra Carta Magna, lo que marcó, después de 160 años, el fin de la lectura de la Epístola de Melchor Ocampo en las bodas civiles mexicanas.