«El Chato Díaz», el polémico hermano de Porfirio Díaz
Félix Díaz, gobernador de Oaxaca, gustaba de profanar iglesias e imágenes religiosas. Te contamos sobre la terrible venganza de los devotos de San Vicente Ferrer.
Felipe Santiago Díaz Morí, mejor conocido como Félix Díaz, fue el hermano del presidente Porfirio Díaz Morí. Nació en la ciudad de Oaxaca en 1833. Popularmente fue conocido como «El Chato», debido a sus facciones toscas. Del mismo modo que don Porfirio, Félix Díaz ingresó al Seminario Conciliar y, posteriormente, al Instituto de Ciencias y Artes, escuela distinguida por su pensamiento liberal frente a las instituciones clericales.
Sin embargo, la vida académica no era el principal atributo de Félix, quien poseía un cuerpo atlético y vocación para misiones más aguerridas. Por ello, el Chato Díaz decidió iniciar su carrera en el Colegio Militar de Chapultepec en 1854. En los anales de registro se le describe con ojos negros, de tez blanca, nariz chata, mala conducta militar y buena salud.
Pese a ello, el Chato destacó militarmente y en el Colegio conoció a algunos de sus más importantes amigos, como es el caso de Miguel Miramón, personaje al que se unió para luchar en el bando de Benito Juárez durante la Guerra de Reforma. Inicialmente se habría iniciado en las fuerzas conservadoras de Antonio López de Santa Anna, pero posteriormente se afilió al ideario republicano. Cuando alcanzó el grado de teniente coronel, Félix Díaz defendió a México durante la Batalla del 5 de mayo de 1862. En coalición con Porfirio Díaz, lograron avanzar hasta liberar la Ciudad de México el 21 de junio de 1867.
Félix Díaz, el tirano de Oaxaca
Tras la incursión militar, los hermanos Díaz comenzaron a buscar un lugar en la política. Mientras Porfirio era derrotado electoralmente frente a Juárez, Félix se convirtió en gobernador de Oaxaca en 1867. Posteriormente, encabezó un segundo mandato en el periodo de 1871-1872.
Entre los logros de su gestión como gobernador se encuentra la construcción del camino entre la ciudad de Oaxaca y Tehuantepec, así como la inauguración de la línea telefónica para la región. Sin embargo, el sello de su gubernatura fue el de la intolerancia religiosa. El Chato buscó limitar los poderes del clero, y permitió los saqueos y daños a inmuebles religiosos. Él mismo solía burlarse de sacerdotes, monjas y fieles, a quienes ridiculizaba constantemente.
Debido a ello, Díaz se ganó el repudio popular, por lo que la gente comenzó a rebelarse contra sus groserías. En 1870 acudió a Juchitán para reprimir un movimiento en contra del gobierno. Tras vencer la sublevación, su ejército incendió el pueblo entero. Entre los pasados por cuchillo se encontraban varios héroes que habían luchado contra los franceses, entre ellos el coronel Máximo Pineda. Sin embargo, el líder de la sublevación, Albino Jiménez, mejor conocido como Binu Gada, sobrevivió.
Se dice que la sangría fue tan terrible, que superó las vistas en guerras anteriores. No conforme con la victoria, Díaz acudió a la iglesia del pueblo, entró en su caballo e hizo bajar la imagen del santo patrono Vicente Ferrer. Para humillar a los juchitecos, arrastró al santo por las calles. Como no cabía en una caja, El Chato lo mutiló y lo llevó consigo a la capital.
Acuérdate de San Vicente
Cuando Porfirio Díaz puso en marcha el Plan de la Noria, con el que se buscaba derrocar a Juárez, Félix dio apoyo a su hermano. En dicha coyuntura, donde estaba debilitado el estado, Binu Gada capturó a Félix, lo cual se convertiría en un calvario para el mandatario.
El gobernador fue atado a un caballo y arrastrado por las calles, para hacerlo padecer la misma humillación que la figura religiosa. Posteriormente le cortaron las plantas de los pies y lo obligaron a caminar sobre brazas. Finalmente, fue castrado y fusilado. Se cuenta que durante la tortura, sus verdugos le respondían constantemente «Acuérdate de San Vicente».
El Plan de la Noria fracasó y Porfirio Díaz partió el exilio, yaciendo su hermano en la tumba. Los juchitecos intentaron recuperar la figura religiosa con la mediación de Benito Juárez, pero fracasaron. Como consecuencia, el pueblo de Juchitán adquirió una nueva figura de San Vicente. Como el nuevo San Vicente era de dimensiones menores, fue bautizado como San Vicente Huiini’ (chico). Décadas después Juchitán recuperó el santo profanado, que fue renombrado como San Vicente Gola (grande). Desde entonces el pueblo tiene dos San Vicentes.
Cuando Juárez murió y Porfirio Díaz se convirtió en presidente, tuvo la oportunidad de capturar a uno de los asesinos de su hermano. Después de mirarlo, el presidente pidió que lo soltaran, haciendo eco de su frase legendaria: “En política no tengo amores ni odios”.
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