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Historia de los baños de vapor en la CDMX

Ciudad de México
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¿Tu abuelo y tu padre tenían por costumbre ir a echarse un vaporazo? Aquí te contamos la historia de los baños al vapor.

Los baños de vapor públicos en nuestro país son una tradición muy arraigada que tiene sus inicios, de manera muy rudimentaria, en el siglo XVII, y que ha continuado hasta nuestros días.

Nicolás Triedo

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Historia de los baños de vapor en el mundo

La tradición de los baños de vapor en Europa viene de lejos, primero fueron las termas romanas (balneum, therma) desde el siglo V a. C., lugares que sobre todas las cosas se convertían en sitios públicos de convivencia y reunión.

Los baños de vapor han tenido una importante función social. Quizá las más conocidas son las Termas de Caracalla de la ciudad de Roma, construidas en el siglo II de nuestra era.

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Los romanos, durante la expansión de su imperio por toda Europa, dejaron varios ejemplos de estas termas que solían estar en lugares donde se encontraban manantiales y aguas termales. Todavía se pueden ver los vestigios de estas obras en España, por ejemplo, en Caldes de Montbui en Cataluña, el Balneario de Alange en Badajoz, Arenillo en La Rioja.

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Después, ya bajo la dominación árabe en la Península Ibérica (Al-Ándalus de 711 a 1492 de nuestra era), llegaron los hammam, que eran los baños árabes o turcos de la época, una modalidad de los baños de vapor que ahora conocemos.

Hoy, en ciudades como Granada, Toledo, Valencia, Jaén, por solo mencionar algunas, se pueden descubrir muchos de los vestigios de estos fabulosos baños. Como en el caso de las sociedades romanas, se trataba de un elemento esencial para la vida de los pueblos.

En Mesoamérica, el temazcal

En Mesoamérica, mucho antes de la llegada de los conquistadores, ya existían los temazcales, que eran los baños de vapor prehispánicos, y que al igual que en Europa, eran un factor importante en la vida social y en este caso también religiosa.

Los temazcales en Mesoamérica estaban sobre todo ubicados en los centros ceremoniales, y frecuentemente estaban relacionados con el juego de pelota.

Se trataba de edificaciones de gran importancia, similar a las de los palacios y templos, lo cual nos habla de lo significativos que eran los baños de vapor para las culturas originales.

Según las crónicas españolas del siglo XVI, se trataba de espacios que tenían una función variada, es decir: higiénica, de tratamiento postparto, religiosa y terapéutica. En el ámbito religioso cumplían una función ritual con un fuerte significado cosmológico.

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Dicho lo anterior, no resulta difícil imaginarse que a la llegada de los españoles a la Nueva España, la cuestión de los baños de vapor fuera una prioridad social de primer orden.

En un principio se aprovecharon las obras hidráulicas ya existentes construidas por los pueblos originarios, es decir: cuestiones de captación, conducción, almacenamiento y distribución de agua.

Basta quizá solo resaltar que en Texcoco todavía hoy se pueden descubrir los vestigios de los fabulosos baños de Netzahualcóyotl, y que en el Bosque de Chapultepec todavía permanecen los baños de Moctezuma, por citar solo un par de ejemplos que nos hablan de la importancia de los baños para las culturas prehispánicas.

La historia de los baños de vapor en la Ciudad de México

En nuestra ciudad, las crónicas nos hablan de los baños de vapor con nombre y apellido desde el año de 1799, que es cuando inician los Baños Doña Andrea que estaban en la calle de Filomeno Mata.

Ya a mediados del siglo XIX había algunos baños en la actual calle de Madero, como los famosos Baños del Doctor Tirón. Del mismo modo, en la actual Plaza de la Ciudadela se encontraban los Baños Las Delicias, y en la Merced los Baños Del Montón.

En 1850 se inauguraron los Baños Pane, que después derivarían en la Alberca Pane, que se encontraba en el Paseo de la Reforma frente a la actual estatua de Colón.

El suntuoso balneario contaba con jardines, baños hidroeléctricos, vapores y baños turcos, escuela de natación, las recién estrenadas regaderas de presión, y una preciosa alberca alimentada por fuentes brotantes; el lugar cerró en 1906.

Ya entrado el siglo XX, los baños de vapor sufrieron un primer embate de la modernidad, y es que todavía en el siglo XIX y bien entrado el XX la mayoría de la gente no contaba con baños en su casa.

Lo anterior hacía que la mayoría de la población tuviera que recurrir a los baños públicos, de ahí el auge de éstos. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIX se empezaron a construir los primeros pozos artesanales en la ciudad para servicio de casas particulares.

Desde 1906, el drenaje de la ciudad llegó a muchos domicilios, y en 1912 llegó el agua de la llave, y ya para mediados del siglo XX, la mayoría de los hogares contaba con un baño y regadera en sus casas.

A pesar de la modernidad y de estos avances tecnológicos, algunos baños de vapor todavía siguieron ofreciendo sus servicios, y es que la cuestión de los poderes curativos del vapor fueron siempre insustituibles.

El alivio de los males

Son la infaltable terapia para curar “la cruda”, es decir, para aquellos que necesitan del “vaporazo” para regresar al mundo.

Otra función es la que tiene que ver con la socialización de los caballeros. Estos sólidos argumentos, sin duda abonaron para que algunos baños de vapor todavía permanecieran durante el siglo XX en nuestro paisaje urbano, en algo así como el último oasis del desierto.

En fin, el “vaporazo”, con cruda o sin cruda, sigue siendo una tradición muy mexicana, y si a eso le sumas un buen masaje, una “peluqueada”, y un cafecito bien cargado, pues, ni hablar, quedas sin duda como nuevo.

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