Historias con encanto de Pueblos Mágicos entrañables
Conoce cuatro encantadores Pueblos Mágicos a través de las historias que nos relatan nuestros viajeros expertos.
Hay una suerte de encantamiento que producen las viejas casonas, los bosques que rodean los pueblos y el bambú que nace de su tierra. Sus atmósferas, sonidos y gente son en sí mismos motivos de viaje. Aquí cuatro testimonios que de alguna manera dejaron huella en nuestros viajeros expertos.
San Sebastián del Oeste, Jalisco
Ahí donde usan velas y candiles para respetar ese entorno envolvente hecho sierra, también se cosecha café, se fabrican puros, se visitan templos y se realizan cabalgatas. A solo 68 km está Puerto Vallarta. Nuestro viajero Arturo Torres Landa nos cuenta…
Daniel tiene once años; durante sus vacaciones anda de guía por su pueblo. Armado con una mochila y walkie-talkies, me mostró San Sebastián mientras me hacía chistes por el radio. Me llevó a su escuela y me presentó a su tío, un artesano que elabora puros; siguió una panadería tradicional y aprendí de él los nombres de las plantas que brotan de las paredes viejas del pueblo. “¿Quieren ir a la mina?”, así salimos del pueblo. Envueltos por la niebla del bosque, por relatos de duendes (“¡Una vez vi uno parado en ese tronco!”, me confesó), ingresamos a la mina Santa Gertrudis. Allí apagó las linternas, se sentó en el suelo y me contó una historia de terror… Mientras el pequeño se esforzaba por engrosar la voz para sonar atemorizante, yo no podía dejar de pensar en lo afortunado que era Daniel, creciendo entre aventuras en el bosque, rodeado de amigos con quienes jugar en la calle y de adultos que le llenan las manos de galletas.
Aquí te decimos todo lo que tienes que saber para que planees tu escapada a San Sebastián del Oeste
Santa Clara del Cobre, Michoacán
Si bien el cobre es el motivo de viaje a este pueblo por su Museo Nacional del Cobre y sus múltiples talleres, también ofrece opciones para practicar senderismo, tirolesa y kayak en el Lago de Zirahuén. Desde este lugar que se encuentra muy cerca de Morelia. Manuel Ceronte narra esta historia.
Tin, tin, tin… incansablemente. Casi de forma inconsciente cambié el rumbo de mis pasos en busca de aquel pulso metálico y brillante. Un portón rojizo, como sordina, trataba de atenuar el golpeteo. Seguí el sonido, atravesé el zaguán y me recibió una tienda enorme abarrotada de relucientes piezas de cobre. La pulsaciones se hacían fuertes en la parte trasera de la galería; fui al patio y vi con asombro cómo cuatro artesanos golpeaban sin cansancio una pieza amorfa de cobre. El fogón rugía entre brasas y pinzas. Poco a poco el ritmo bajó y uno de ellos se detuvo y enterró la pieza en el fuego. Los demás me saludaron y me invitaron a que ocupara un lugar en esa pequeña sinfonía. Tomé con fuerza el martillo y no pude dar más que dos o tres golpes al ritmo que los demás. Cada Pueblo Mágico suena a algo distinto y Santa Clara del Cobre, Michoacán, brilla como un orquesta.
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Tapijulapa, Tabasco
Resguardado por la generosidad de la naturaleza, entre las cascadas y los jardines de Kolem Jaa’, este pueblo invita a respirar profundo, así lo hizo Luza Alvarado. quien también te invita a probar el pishul, la versión local de la tlayuda, y compra artesanías de mutusay.
Atrás iban quedando las calles empedradas de Tapijulapa. Había nadado en las pozas cristalinas, comido nuevos platillos y visto la elegancia de la artesanía de mutusay. El día había sido maravilloso y, sin embargo, me sentía inexplicablemente nostálgica. Al llegar a casa, en el fondo de mi mochila encontré el popote de bambú que nos habían dado en uno de los restaurantes. Y entonces entendí el porqué de mi sensación. En casi todas las experiencias que viví, el plástico desechable estaba ausente. Luego, al revisar mis notas de viaje, encontré la razón: Tapijulapa busca certificarse como el primer Pueblo Mágico sustentable. Para sobrevivir en el futuro, habrá que volver a los materiales del pasado y contarnos otra vez la historia. Había una vez un pueblo que decidió desterrar al unicel y a los plásticos desechables para conservar su magia. Ese pueblo se llamaba Tapijulapa.
Te decimos todo lo que necesitas saber para tu próximo viaje a Tapijulapa
Huasca, Hidalgo
A menos de una hora de Pachuca, se encuentra este pueblo que supo de bonanzas, de minas rebosantes, de condes y, se dice, también que de duendes. Viajar en globo, pescar truchas, pasear y hospedarse en sus haciendas se adapta a cualquier tipo de plan. Esta es la historia de Paulina Santibañez.
Salimos de la CDMX con los primeros rayos del sol. Después de ver el paisaje transformarse y de atravesar un poblado tras otro, aparecieron las señales: “Pastes recién hechos”. Huasca nos esperaba detrás de las montañas. Llegamos a la tierra prometida; nos recibió un pueblito con aires del viejo oeste, con callejones y fachadas que harían palidecer cualquier escenografía. Dejamos nuestras maletas en una cabaña rodeada por bosque y salimos a explorar: caminamos por sus calles, sentimos la calidez de su gente en la plaza, probamos pastes hasta saciarnos y bebimos cerveza en sus cantinas. De vuelta en la cabaña encendimos una fogata para enfrentar el frío. El día, que transcurrió sin prisa, quiso que pudiéramos contemplar, oler y saborear cada instante. La tarde siguiente tuvimos que partir, no sin antes escuchar historias de los traviesos duendes locales y asombrarnos con los prismas basálticos. Nos fuimos con el morral lleno de compras, el alma henchida de gozo y la promesa de volver pronto.
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