La Acordada, la temible cárcel de la CDMX
La Acordada era una de las cárceles más temidas en México debido a los horrores que vivían sus presos. Esta es su historia.
En una de las calles frente a lo que ahora es la Alameda Central, en la época de la Nueva España se encontraba La Acordada, una de las cárceles más crueles de México.
La Acordada, donde se privaba a los presos del mundo exterior, era uno de los sitios más temido por los reos, ya que aquí se cumplían de manera rígida los reglamentos.
La historia de La Acordada
La cárcel del Tribunal de La Acordada se encontraba en la antigua calle del Calvario, que hoy forma parte de Avenida Juárez y tenía su fachada hacia el norte de la manzana, limitada por la calle Acordada, hoy Balderas.
El edificio de La Acordada era uno de los más característicos de la capital novohispana, un espacio que fue inaugurado el 14 de febrero de 1781.
Esta cárcel, según describe Francisco Javier Peña, tenía los patios estrechos y los dormitorios eran tan húmedos y oscuros que podrían haber sido tomados como calabozos del feudalismo; además, contaba con una fuente pequeña escasa de agua.
En cuanto a las condiciones en las que vivían los reos, se cuenta que se les servían los peores alimentos, moraban en las galeras húmedas sin luz ni ventilación y por las noches eran acosados por insectos sin más cama que una estera miserable y una sucia y vieja frazada.
Una cárcel para reducir el crimen
Este edificio de pesada arquitectura albergó una prisión de la que salieron hacia el patíbulo miles de delincuentes que habían sembrado el terror y el espanto en la ciudad.
La historia cuenta que durante el siglo XVIII el país estaba lleno de asaltantes y ladrones de caminos, por lo que el virrey duque de Linares y la Audiencia de México acordaron reducir el crimen por medios enérgicos y declararon una persecución contra los malhechores.
El alcalde era don Miguel de Velázquez, que era un cruel perseguidor de bandidos, cuya fama de sanguinario todos temían.
Velázquez era juez y verdugo de los criminales por lo que fue conocido por su brutalidad y por mandarlos directo al patíbulo.
Además, Miguel de Velázquez pasaba todos los días a visitar a los prisioneros y los castigaba con azotes, cadenas y hasta ratas que devoraban vivos a los reos.
El fin de una era
Las crónicas de aquella época arrojan un gran saldo de castigos:
- 1,729 reos azotados,
- 19,410 remitidos a presidio,
- 263 destinados a oficios y obrajes,
- 777 desterrados a los pueblos,
- 68 entregados a la Inquisición
- 1,280 muertos en la prisión
- 249 trasladados a hospitales
- 35, 058 dejados en libertad.
Muerto Miguel de Velázquez la prisión de La Acordada continuó funcionando bajo un régimen menos severo, pero igual de injusto y arbitrario.
Aseguran documentos históricos que continuaron las ratas y el foso, llenándose de la carne de moribundos y muertos. Se cuenta que en 1774, se comenzaron a escuchar gritos y lamentos de ultratumba, procedentes de la anexa cárcel de La Acordada.
Luego en 1788 un terremoto causó grandes daños a dicha prisión, al grado de que todos creyeron que era un castigo divino; así la tétrica prisión casi fue reducida a escombros, cayeron sus muros y sus rejas, sepultando a muchos infelices. Aunque se reconstruyó la macabra prisión, ya no funcionó igual, sino como una cárcel ordinaria y común.