La mina de Santa Fe en Chiapas - México Desconocido
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La mina de Santa Fe en Chiapas

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La mina de Santa Fe en Chiapas fifu

Durante casi tres siglos las minas de la Nueva España fueron propiedad de criollos o de españoles residentes en México, y no es sino hasta los primeros años de vida independiente que se permite la incursión de capitales extranjeros en la minería mexicana.

Así, a finales del siglo XIX compañías británicas, francesas y mayormente norteamericanas se encuentran operando en los estados de Zacatecas, Guanajuato, Hidalgo, San Luis Potosí y Jalisco, entre otros.

Algunas compañías reanudan la explotación de viejas minas, otras adquieren terrenos en varios estados, y otras más, en su búsqueda de nuevos yacimientos, exploran las regiones más apartadas del país y se establecen en sitios casi inaccesibles que, con el paso del tiempo, finalmente son abandonados. Uno de estos sitios –cuya historia se desconoce– es la mina de Santa Fe, en el estado de Chiapas.

Para la mayor parte de los habitantes de la región el lugar es conocido como “La Mina”, pero nadie sabe a ciencia cierta cuál es su origen.

Para dirigirnos a la mina tomamos una vereda que inicia en El Beneficio, comunidad situada a orillas de la carretera federal núm. 195, en las estribaciones de la sierra del norte de Chiapas.

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La entrada principal de Santa Fe es una cavidad de 25 metros de alto por 50 metros de ancho, excavada en la roca viva de una montaña. Su magnitud y belleza son excepcionales, a tal grado que nos inducen a creer que estamos en una caverna natural. De la cavidad principal se accede a otras salas y de éstas derivan varios túneles hacia el interior.

Contamos cerca de veinte túneles abiertos en cuatro niveles, todos sin ademar, es decir, que no están sostenidos con vigas ni tablas, ya que están perforados en la roca. Algunos parecen extensos, otros son pequeños socavones y túneles ciegos. En una cámara rectangular encontramos el tiro de la mina, que es un pozo vertical a través del cual se movilizaba, por medio de jaulas, personal, herramientas y materiales a otros niveles. Un vistazo a su interior revela que a ocho o 10 metros el nivel inferior está inundado.

Aun cuando la mina presenta ciertas similitudes con una caverna, su exploración ofrece mayores riesgos. Durante la prospección encontramos derrumbes en varios túneles. En algunos el paso está obstruido por completo y en otros parcialmente. Para continuar explorando es necesario deslizarse con cautela por un resquicio.

Estas galerías miden en promedio dos metros de ancho por otro tanto de alto y es común que se encuentren inundadas, ya que los derrumbes funcionan como represas y el agua de infiltración se deposita en largos tramos. Con el agua a la cintura, y en ocasiones hasta el pecho, recorremos un laberinto donde se alternan secciones inundadas y tramos secos.

En los techos descubrimos estalactitas de carbonato de calcio de dos centímetros de longitud y colgaduras de medio metro de largo en las paredes. Aún más sorprendentes son las estalactitas, chorreaduras y estalagmitas de color verde esmeralda y rojo óxido formadas por los escurrimientos de minerales de cobre y de hierro.

Al inspeccionar los alrededores, don Bernardino nos dice: “sigan esa vereda, crucen el puente y a la izquierda encontrarán una mina que se llama La Providencia”. Seguimos el consejo y pronto estamos en el umbral de una sala de gran tamaño.

Si la mina de Santa Fe es digna de admiración, La Providencia supera todo lo imaginado. La sala es de proporciones colosales, con un piso compuesto por varios niveles, de los cuales parten túneles y galerías en diferentes direcciones. Es de llamar la atención el tiro de La Providencia, sólida y bella obra de mampostería con gruesos muros y arcos de tipo romano, de un tamaño cuatro veces mayor que el de Santa Fe.

Pedro Garcíaconde Trelles estima que el costo actual de esta construcción supera los tres millones de pesos, lo que nos da una idea de la fuerte inversión que realizó la compañía en su época y las expectativas puestas en los yacimientos.

Calculamos que hay casi dos kilómetros de túneles en todo el complejo. Por el volumen de material extraído, es de suponer que ésta es la mina más antigua, y si consideramos que las galerías y oquedades se abrieron a fuerza de marro y barreta, y que cada “tronada” –es decir, la explosión de una carga de pólvora– le permitía a los mineros un avance en la roca de metro y medio, podemos imaginar la magnitud del esfuerzo desplegado.

Mientras más estudiamos el lugar mayores son las interrogantes. La vastedad de la obra sugiere un proyecto a largo plazo que requirió de todo un ejército de hombres, personal técnico, maquinaria, implementos y una infraestructura para procesar el mineral.

Con el fin de despejar estas incógnitas acudimos a los habitantes de El Beneficio. Ahí tenemos la fortuna de conocer al señor Antolín Flores Rosales, uno de los pocos mineros sobrevivientes, quien acepta ser nuestro guía.

“Según me platicaron viejos mineros, Santa Fe perteneció a una compañía inglesa –explica don Antolín–. Pero nadie sabe en qué tiempo estuvieron aquí. Se dice que hubo una inundación muy grande en la que mucha gente quedó atrapada y por eso se fueron. Cuando yo llegué a Chiapas, en 1948, aquí era una auténtica selva. En ese entonces la compañía La Nahuyaca tenía tres años de haberse establecido y explotaba cobre, plata y oro.

Ellos trajeron personal calificado y rehabilitaron algunos de los edificios de los ingleses, desaguaron los tiros, construyeron un camino desde la mina hasta El Beneficio para transportar el mineral y rehabilitaron el camino hasta Pichucalco. Como yo tenía experiencia por haber trabajado en varias minas de plata en Taxco, Guerrero, entré a laborar como rielero, hasta mayo de 1951, en que la mina dejó de operar al parecer por problemas con el sindicato y porque el mantenimiento de los caminos ya era incosteable”.

Don Antolín saca su machete y con una agilidad inusitada para sus 78 años se adentra en una escarpada vereda. En el recorrido por la ladera vemos las entradas de varios túneles. “Estos túneles los abrió la compañía Alfredo Sánchez Flores, que trabajó aquí de 1953 a 1956 –explica don Antolín–, luego llegaron las compañías Serralvo y Corzo, que trabajaron dos o tres años y se retiraron por su inexperiencia en el negocio.

Los de Fomento Minero exploraron algunas labores hasta mediados de los setenta, en que todo quedó abandonado”. El guía se detiene frente a un agujero y señala: “Ésta es la mina del Cobre”. Encendemos las lámparas y nos internamos por un dédalo de galerías. Una fuerte corriente de aire nos lleva a la boca de un tiro de 40 metros de profundidad. Hace décadas que las poleas y el malacate fueron desmantelados. Don Antolín recuerda: “Aquí cerca murieron dos mineros en una disparada. Un error les costó la vida”. Un recorrido en otras galerías confirma que estamos en el primer nivel de Santa Fe.

Rehacemos el camino y don Antolín nos conduce a una zona arbolada que se ubica entre Santa Fe y La Providencia, donde hallamos construcciones dispersas en dos o tres hectáreas. Son los edificios atribuidos a los ingleses, todos de una sola planta, con muros de roca y argamasa de cuatro metros de alto por medio metro de ancho.

Recorremos las ruinas de lo que fuera el almacén, el cuarto de ensaye, el molino, el cuarto de flotación, el horno de concentrado y una docena de construcciones más. Por su diseño y estado de conservación destaca el horno de fundición, construido con ladrillo refractario y con un techo en bóveda de medio cañón, así como el túnel de desagüe que conecta con el tiro de ambas minas, que es el único túnel con vigas y rieles de hierro.

¿Quiénes fueron sus constructores? Es Peter Lord Atewell quien encuentra la respuesta: Santa Fe fue registrada en Londres el 26 de abril de 1889, con el nombre de Chiapas Mining Company y un capital de 250 mil libras esterlinas. Operó en el estado de Chiapas de 1889 hasta 1905.

Hoy, al recorrer los antiguos edificios y los túneles labrados en la montaña, no podemos dejar de sentir admiración y respeto por los hombres que trabajaron en esta magna obra. Sólo basta imaginar las condiciones y adversidades que enfrentaron hace más de un siglo en un sitio alejado por completo de la civilización, en pleno corazón de la selva.

Cómo llegar:

Si viajas desde la ciudad de Villahermosa, Tabasco, deberás dirigirte al sur del estado por la carretera federal núm. 195. A tu paso encontrarás las localidades de Teapa-Pichucalco-Ixtacomitán-Solosuchiapa y, finalmente, El Beneficio. El recorrido comprende 2 horas para una distancia aproximada de 100 kilómetros.

Los viajeros que parten desde Tuxtla Gutiérrez también deben tomar la carretera federal núm. 195, con dirección al municipio de Solosuchiapa. Este recorrido comprende poco más de 160 km de carretera en serranía, por lo que toma 4 horas de viaje llegar a El Beneficio. En este caso se recomienda pernoctar en Pichucalco donde hay hoteles con servicio de aire acondicionado, restaurante, etcétera.

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autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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