La Ruta de los Conventos, un recorrido indispensable (Morelos)
Desperdigados por el territorio que ahora comprende el estado de Morelos se encuentran más de veinte ex conventos-fortaleza, construidos en su mayoría durante el primer siglo de la Colonia. Impulsados inicialmente por franciscanos, dominicos y agustinos, estos monasterios se relacionan en cuanto a su estilo arquitectónico con otros de Hidalgo, Puebla, Tlaxcala y el Estado de México.
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Desperdigados por el territorio que ahora comprende el estado de Morelos se encuentran más de veinte ex conventos-fortaleza, construidos en su mayoría durante el primer siglo de la Colonia. Impulsados inicialmente por franciscanos, dominicos y agustinos, estos monasterios se relacionan en cuanto a su estilo arquitectónico con otros de Hidalgo, Puebla, Tlaxcala y el Estado de México.
Entre estos conjuntos arquitectónicos sobresale un grupo distribuido en el norte y noroeste del estado, muy cerca de las sierras del Tepozteco y Chichinautzin y de las faldas del Popocatépetl. Tepoztlán, Tlalnepantla, Tlayacapan, Oaxtepec, Atlatlauhcan, Yecapixtla, Ocuituco y Tetela del Volcán se alinean de poniente a oriente en una franja que divide el valle de la montaña. Aunque no son los únicos de la zona, estos conventos tienen detalles comunes y propios que los hacen interesantísimos. Los de Tepoztlán, Atlatlahuacan y Yecapixtla rematan sus muros con almenas que les dan la apariencia de aquellas fortalezas medievales donde se apostaban los ballesteros. Sin embargo, tales remates son más bien expresión de un estilo y poco tienen que ver con la defensa. En sus fachadas renacentistas no faltan elementos tan llamativos como el rosetón mudéjar de Yecapixtla. Los amplios atrios con sus capillas posas (algunas desaparecidas) son también una de sus características principales, y cuyo realce aumenta cuando se conserva la cruz atrial. A su vez, las bóvedas de nervaduras, tanto en la nave y en el ábside como en los pasillos de los claustros forma parte de su sello arquitectónico. La fuente de Ocuituco, con sus cuatro esculturas de leones por donde brota el agua, es igualmente admirable.
Intocables son las historias que guardan estos muros. Construidos los templos cristianos con la piedra de los adoratorios prehispánicos, son los mismos dioses vernáculos los que nos miran a través de sus paredes. De Oaxtepec podemos evocar las imágenes de Moctezuma Xocoyotzin acudiendo con su séquito a bañarse en las aguas termales que allí brotan. De Yecapixtla resuenan, como los ecos de un sueño lejano, los alaridos de las víctimas de Gonzalo de Sandoval cuando atacó a la población aquel 16 de marzo de 1521. De entre las paredes y los claustros parecen surgir, como un murmullo de fantasmas, innumerables voces intrigantes de la batalla sin tregua que sostuvieron entre sí los españoles encomenderos (Cortés, Zumárraga, Borromeo…), esforzándose cada uno por inclinar la balanza a su favor y apropiarse de nuevos espacios y tributos.
Las pinturas murales y la decoración de templos y claustros merecen mención aparte. Un paciente trabajo de restauración ha ido descubriendo, en el transcurso de los años, numerosas imágenes religiosas ocultas bajo varias capas de pintura. En cuanto al dibujo figurativo, tal vez los murales de Santo Domingo en Oaxtepec y de San Juan Bautista en Tlayacapan sean los mejor conservados. Respecto de la decoración de bóvedas y muros, Yecapixtla y Atlatlauhcan poseen los mejores diseños.
Bien vale la pena, amigo lector, visitar este conjunto de ex monasterios. Sus piedras labradas son cimientos de la historia, y sus murales, expresión de un fervor religioso que aún se advierte en los feligreses.
Fuente: Tips de Aeroméxico No. 23 Morelos / primavera 2002
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