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Nombre de Dios, una maravilla natural de Durango

Durango
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Cascadas, ojos de agua y riachuelos arbolados conforman el paisaje habitual del municipio Nombre de Dios, ubicado al oriente de la capital de Durango.

Un dicho popular afirma que, cuando Dios se encontraba repartiendo riquezas por el mundo, se le cayó la canasta en una la calle de Nombre de Dios y las dejó regadas allí.

La metáfora no es casual, pues este municipio al oriente de la capital de Durango posee fértiles tierras bañadas por el río Tunal y sus afluentes. Cascadas, ojos de agua y riachuelos arbolados conforman el paisaje habitual de Nombre de Dios.

A la lista panorámica súmale las torres de sus numerosas iglesias, que se yerguen orgullosas por tratarse de las primeras que llamaron a oración en este contrastante rincón de Durango.

Donde a Dios se le cayó la canasta

La federal 45 será la columna vertebral de este recorrido por el oriente de Durango, un trayecto que atraviesa extensiones semiáridas cubiertas por huizaches y mezquites.

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A pesar de ello, la promesa de agua y verdor se cumple pronto, apenas a 20 minutos de la capital y en dirección a la población de Nombre de Dios, para ser exactos.

En esa coordenada afortunada, la impresionante caída de agua de El Saltito altera el desolado paisaje con sus cascadas de 20 metros de altura, como si se tratara de un espejismo producido por el calor.

Paulo Jiménez

La belleza de El Saltito no se limita a su cascada, y si desciendes por una de sus paredes te encontrarás con un paisaje digno de aparecer en cualquier película de fantasía. Allí, a orillas del río Mezquital, te recibirán los antiguos sabinos, árboles cuyas nudosas raíces se abrazan sobre el suelo formando caprichosas formaciones de corteza y madera.

Paulo Jiménez

Durante el trayecto asegúrate de hacer una parada en Ojo de Agua de Berros, una pequeña población establecida alrededor de un oasis sombreado por sauces y sabinos.

Cuando arribes debes tomar en cuenta que se trata de un sitio de gran relevancia histórica, pues fue justo en este humedal donde el fraile franciscano Gerónimo de Mendoza ofició, en 1555, la primera misa católica en el territorio que después se llamaría Nueva Vizcaya, conformada por Durango, Chihuahua, Sinaloa y parte de Coahuila.

El recorrido continúa en dirección a la villa de Nombre de Dios, cabecera del municipio del mismo nombre y principal población del área.

La fertilidad del Valle de Nombre de Dios también es la responsable que el pueblo sea famoso por sus conservas, dulces cristalizados y vinos de fruta

Pero no solo de pan vive la gente, y mucho menos en una villa con un apelativo casi divino. Por ello, aquí encontrarás cinco iglesias virreinales. Uno de sus templos más significativos es el de San Francisco, ejemplo notable de la arquitectura religiosa de los siglos XIV al XVI.

Desde esta humilde pero bella iglesia partieron las primeras expediciones evangelizadoras hacia lo que hoy son Durango, Chihuahua y Coahuila.

Paulo Jiménez

Además de San Francisco, otros templos de relevancia son la Iglesia de San Pedro Apóstol; el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe; la Capilla de la Purísima Concepción y el Templo de Jesús Nazareno.

El Templo de Jesús Nazareno resguarda los restos del heroico Uraján de Luna, un cacique purépecha que defendió los derechos de su pueblo para el uso del agua de riego a comienzos del siglo XVII.

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Retoma la federal 45 en dirección oriente. Entre los matorrales y sembradíos divisarás la ex Hacienda de Juana Guerra, construida en 1586. De esta antigua estancia ganadera hoy permanecen en pie la casa principal, el molino y la capilla de San Antonio de Padua, que reconocerás por los enormes arcos dobles que dan soporte a la torre.

Paulo Jiménez

Construida en 1795, su exterior se compone por una portada barroca, sillares de cantera y una sencilla torre que avisaba a los viajeros procedentes de las minas de Sombrerete (Zacatecas) que Nombre de Dios se hallaba cerca.

Imagínate la alegría que sentían aquellos que veían esta propiedad aparecer en la lejanía, como si tratara de un faro al final de una larga jornada entre mulas, calor y mineral.

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autor Arturo Torres Landa
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