La hermosa parroquia de Santa Prisca de Taxco, Guerrero
Admira la hermosa arquitectura de esta importante construcción mandada levantar por el prominente empresario minero José de la Borda en el siglo XVIII. ¡Te sorprenderá!
La notable rapidez con que fue construida la parroquia de Santa Prisca (de febrero de 1748 a diciembre de 1758) explica en gran parte su unidad de estilo y su equilibrio de formas; una razón más es que se contrató a los mejores artistas y canteros de la época. Fue don José de la Borda, prominente empresario minero del siglo XVIII, quien ordenó la construcción de este magnífico templo.
En ese entonces Taxco era uno de los reales de minas más importantes de la Nueva España; desde hacía muchos años sus ricos yacimientos de hierro, plata, oro, estaño y otros minerales habían llamado la atención de varios inversionistas. Don José de la Borda, oriundo de Olorón, Francia, llegó al real en 1716 y al cabo de pocos años acumuló una gran fortuna. Cuando por fin decidió edificar la iglesia su influencia era enorme, al grado de que exigió al gobierno completa libertad en el diseño de la obra.
Para suerte de todos, tal decisión se cumplió al pie de la letra, y el proyecto arquitectónico se confió a don Cayetano de Sigüenza. El resultado fue, en palabras de Francisco de la Maza: «El ejemplo más completo del barroco mexicano… La única obra, entre las grandes creaciones del siglo XVIII, que permanece intacta y que fue terminada en la época en todos sus detalles».
Santa Prisca es, desde cualquier ángulo, un prodigio donde la arquitectura, la escultura y la pintura se funden en el simbolismo. Las dos esbeltas torres y la fachada que miran al poniente están profusamente decoradas, si bien el primer cuerpo de cada torre, austero, es un descanso para la vista y equilibra los espacios.
La pendiente sobre la cual fue levantada la ciudad de Taxco permite apreciar el templo desde un ángulo superior a pocos centenares de metros. Entonces la fachada y sus torres se combinan con la cúpula ochavada, cubierta de azulejos y rematada con una linternilla.
El interior de la parroquia también presenta una combinación de espacios ricamente decorados -sus nueve retablos están cubiertos con hoja de oro- y pilastras de cantera rosa, también ornamentadas, lo que produce un contraste de color y forma que realza aún más a los retablos. Éstos se encuentran colocados gradualmente por tamaños, riqueza ornamental y jerarquía eclesiástica: dos en el sotocoro, cuatro en la nave y tres más en el crucero. Los primeros seis pertenecen a la modalidad anástila (sin pilastras), mientras los del crucero lucen una profusa ornamentación en sus estípites. Entre las múltiples imágenes sacras vale la pena mencionar la de Santa Prisca, en el altar mayor, joven que fue decapitada por los romanos después de que los hambrientos leones ni siquiera la habían tocado.
Otros elementos sobresalientes en el interior de Santa Prisca son el órgano -que domina la nave desde el coro-, y el púlpito con su tornavoz fabricados con maderas preciosas, los cuales se conservan intactos después de casi un cuarto de milenio.
El afán de don José de la Borda por construir un templo sin par lo llevó a contratar al mejor pintor de la época: Miguel Cabrera. Las telas de este artista pueden apreciarse tanto en el tímpano de la entrada a la capilla del Padre Jesús, o de Los Indios, situada junto a la nave, como en la sacristía, detrás del presbiterio. En los últimos años estas pinturas han sido restauradas y hoy se pueden ver en muy buen estado.
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