¿A qué suenan las calles, plazas y colonias de la Ciudad de México?
Una de nuestras colaboradoras, de nacionalidad española, te describe los sonidos que, en una primera impresión (y todavía en cada jornada), la han sorprendido de la gran CDMX.
Cuando viajamos a una ciudad, casi siempre en lo que nos fijamos es en sus edificios más importantes, recorremos sus principales calles y buscamos los lugares más famosos para poder disfrutar de su rica gastronomía local.
Podríamos decir que eso es lo habitual que hacen los viajeros y seguramente es lo que todos hemos hecho alguna vez. Pero, si te preguntara (a ti que estás leyendo esto), qué sonidos recuerdas de los lugares que visitaste, ¿crees qué podrías enumerar algunos?
Los sonidos identifican también a las ciudades, cada una tiene murmullos característicos que no encuentras en otros destinos, ni en esos que tienes más cerca. Los países suenan diferente, y no hablo del tipo de música que se canta o que se baila, sino del mismo sonido que la metrópoli produce en su día a día.
Por eso me gusta escuchar las ciudades, porque sus sonidos te cuentan historias. Es por eso que me fascina escuchar a la CDMX, porque he ido descubriendo -en este tiempo que llevo viviendo aquí (soy española)- que suena de manera diferente a medida que van pasando las horas del día.
Ahora ya no me sorprendo, pero al principio hasta me llegaba a parar en la calle buscando cuál era ese sonido que no conocía. Antes, en las mañanas, bien temprano, me despertaba un sonido tipo “mic mic mic” con el que yo me volvía loca tratando de descifrar de dónde podía proceder, porque no conseguía saberlo. Sonaba y sonaba y yo desde mi ventana, medio dormida preguntándome (algo de malas) qué era eso que me levantaba tan temprano. Un día, ¡por fin!, descifré el secreto: ese sonido procedía del carrito de café y pan dulce. En ese momento, por arte de magia, o quizá por alguno de los panes que subí a mi casa, se me revelaron muchos otros audios de la gran capital.
Y eso es todos los días, al sonido del bici-carrito panero le siguen los (gritos) de “eeel gaaaas” o “eeeeel aaagua”. Es complicado transcribirlo en palabras, pero seguro que a ustedes que están leyendo esto, si cierran los ojos, seguramente les vendrán a la mente algunos de esos momentos sonoros… Hacia el medio día, de pronto, ¡se escucha una campana! Cuando creías que ya había pasado todo lo que tenía que pasar por tu calle en una mañana, ese sonido rompe el silencio: llegó la basura.
En realidad es divertido ver cómo suena la ciudad. Igual para los que son de aquí, estos sonidos son tan comunes que ya forman parte de su vida y no se sorprenden, pero a otros (extranjeros como yo) todavía nos siguen sorprendiendo. Hay algunos de ellos que no son sólo exclusivos de la mañana y que no están sólo localizados en una zona, no no. ¿Qué me dicen del famoso “y todos los fierros viejos que vendan”? Vaya uno donde vaya por la ciudad, y el día que sea, si no es cerca suena a lo lejos esta típica letanía: “se cooompran colchooones, tambooores, refrigeradoores, lavadooras, microoondas o algo de fierro viejo que veeendaaaa” (léase con esa cadencia tan auténtica de la voz femenina que hay detrás de esa grabación que se ha convertido en mítica). Espero no ser la única que cada vez que la escucha, comienza a repetirla con la misma tonada, aunque sea de forma mental.
Y hay otros sonidos que, aunque también pueden encontrarse por distintos lugares de la capital, para mí son auténticos del Centro Histórico de CDMX. Pasear por la calle Madero no sería lo mismo sin toparse con los organilleros y algunas de sus clásicas melodías. El organillero o cilindrero significa bullicio, vida y tradición.
Y así, sin darnos cuenta, de un lado a otro de la ciudad, llegamos a la tarde. Quizá la parte que más me gusta del día, porque sus sonidos alimentan el alma glotona de todo el mundo, incluida la mía. Hay dos momentos clave, auditivamente hablando, en las tardes de la ciudad. Uno es ese silbido que anuncia la llegada de los camotes, y que cuando no estás acostumbrado ni sabes lo que es, te corta hasta la respiración. Sobre todo cuando sin darte cuenta, en tu ingenuidad de desconocimiento, pasas justo al lado y en ese momento, se escucha.
La tarde-noche trae también otro sonido, casi tan característico como el de la “niña de los fierros”: el de los tamales. ¿Quién no ha sucumbido a la tentación de unos “ricos y calientitos tamaaaleees oaxaqueeeeñoos» al escucharlos? Es la excusa perfecta para bajar a la calle, sabiendo que se acercan, y calmar el antojo.
Hay muchos otros sonidos en la ciudad, el tráfico, el vendedor de periódicos temprano al comenzar el día, el sonido de los peseros antiguos que se escuchan desde lejos, los vendedores ambulantes, los gritos de fiesta de las quinceañeras camino al Ángel para sus fotos, rodeadas de chambelanes… Pero no sólo la ciudad suena en las calles, también bajo la superficie, el metro alberga una urbe paralela llena de sonidos pero esos lo dejaremos para otro día. Y a ti, ¿a qué te suena la Ciudad de México?
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