Tapijulapa: Para los amantes de la aventura
Nos lanzamos a la región del sureste para descubrir, en los alrededores de este bello Pueblo Mágico de Tabasco, tres excelentes parajes para practicar el ecoturismo entre cuevas, cascadas y tirolesas.
Al llegar a Tapijulapa, lo primero que noté fue la completa tranquilidad de sus calles. El suave pasar del río Amatán y el canto de algún pájaro parecían ser los únicos que se atrevían a romper el silencio.
Pronto me encontraba dentro de un taller de mutusay, un tipo de mimbre que se cosecha en el monte y que se utiliza para fabricar, desde una sonaja para bebés, hasta un comedor entero: tradición artesanal por excelencia.
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Cuando la hora de comer llegó, fui a El Sabor de la Sierra, un restaurante en donde me sirvieron la especialidad del lugar, “el mone”, un guisado de pescado (o cerdo) con cebolla, tomate, plátano verde, chile y cilantro, envuelto en hoja santa. Una delicia que acompañé con una variedad de tamales regionales, como los pushianes, los de masa colada y los revueltos de chipilín.
Regresé hacia la plaza central, crucé el puente que cuelga sobre el río y caminé hasta el embarcadero para contemplar el agua correr y las aves volar en la luz de la tarde. La cálida tarde estaba en su apogeo, pero aún había tiempo para conocer algo más.
Una joya del siglo XVI
Salí de Tapijulapa y avancé por una carretera verde y sinuosa 15 kilómetros hasta llegar al pueblo de Oxolotán, donde me dirigí directamente al imponente ex convento de Santo Domingo de Guzmán. Este conjunto arquitectónico fue construido en 1578 para evangelizar a los indígenas zoque desde 1988, alberga al Museo de la Sierra y su colección de piezas religiosas coloniales.
El sol comenzaba a bajar mientras regresaba a Tapijulapa. Había utilizado el día para conocer el pueblo, su historia, gastronomía y alrededores, sabiendo que la mañana siguiente comenzaría la acción y adrenalina.
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Cascada, cueva y cabaña: las 3 “c” del aventurero
La mañana era cálida y húmeda, estaba frente a las cascadas Villa Luz del Parque Estatal de la Sierra y se nutren de las aguas sulfurosas que brotan desde la Cueva de las Sardinas. Los minerales en el agua van creando capas de lama que le dan un aspecto muy especial. Las cascadas, con sus pozas y potentes chorros, fueron perfectas para refrescarme.
Saliendo del agua, me encontré con los guías de Jaguar Extremo (con los que puedes hacer una cita previa). Estaba listo para hacer tirolesa; subimos a la plataforma que, muy cerca de las cascadas, mira hacia el abismo, mi cuerpo aceleraba bajo el cable de metal, entre las copas de los árboles, sobre el río, a muchos metros del suelo. Recorrí los 140 m de tirolesa en unos breves segundos, mirando el paisaje con la ligereza de un ave.
Caminé entre las plantas hasta llegar a la silenciosa y oscura Cueva de las Sardinas. Descendí con cuidado, siguiendo el halo de luz de mi lámpara de minero, así como la silueta del guía unos pasos más adelante. Lo que encontré me dejó pasmado; estaba dentro de la galería de una gran cueva, el piso inundado en aguas azules y lechosas, como nunca las había visto, la luz descendía desde los respiraderos iluminando la suave superficie de las paredes de piedra. Avanzamos lentamente, a veces a gatas, por los túneles, mientras los murciélagos volaban cerca de nosotros. Por sus características geológicas y por ser habitada por bacterias, insectos, y peces extremófilos, esta es única en el mundo y constituye un verdadero patrimonio para la ciencia pero, mas allá de esto, estar en las entrañas mismas de la tierra, escuchar el agua brotar entre la roca y sentir lo que revolotea en la oscuridad fue el regalo más grande del viaje.
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Tras unos minutos de descanso, decidí avanzar hasta mi siguiente parada, el desarrollo eco-turístico Kolem Jaa’. Encontré la entrada pie de carretera a solo 1 km de distancia y, tras un breve paseo en lancha sobre el río Oxolotán, entré a este parque de iniciativa privada, cuyo nombre quiere decir “La Grandeza del Agua”, en lengua chol. Primero probé mis habilidades físicas en la divertida “pista comando”, una ruta de obstáculos que cansó mis músculos al tiempo que me dio mucha diversión. La pista solo alimentó mis ganas de más adrenalina así que fui al pie de las cascadas más grandes del lugar para realizar un descenso a rapel. El agua salpicaba todo a mi alrededor, descendía lentamente, sujetando la cuerda y permitiendo que el agua golpeara mi cuerpo mientras el estruendo de su caída ahogaba cualquier otro sonido.
Kolem Jaa’ es ideal también para hacer senderismo, ya que sus caminos son hermosos y fáciles de recorrer, así que comencé a andar sin rumbo fijo. De repente me encontré frente a un extraño laberinto de arbustos. Más tarde, el guía me platicó que el laberinto está hecho de plantas que gustan a las mariposas, creando así una extraña y afortunada suerte de mariposario-laberinto, que pude constatar.
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Mi viaje llegaba a su fin, en mi mente aparecían imágenes de ríos y aves, de callecitas pintorescas; mi paladar aún recordaba el sabor de la hoja santa y, en mis ojos, se reflejaba el permanente e insólito verde de la selva.
Biodiversidad
La selva alta perennifolia que rodea Tapijulapa tiene entre 6% y 7% de la biodiversidad del mundo con 900 especies de mariposas, 2,000 plantas, 200 orquídeas, 75 bromelias, 112 mamíferos, 44 peces, 78 reptiles y 302 aves.
Más que probar…
Además del mone, prueba otros platos típicos como el shote hecho con plátano verde y caracoles del río o el totoposte o pishul, una gran tortilla semicrujiente cargada de cochinita, frijoles, jitomate, cebolla, queso fresco y lechuga, lo más parecido a una pizza mexicana. Búscalos en Restaurante Mariquita.
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Cómo llegar
En auto: A 90 km al sur de Villahermosa, por la carretera 195 Villahermosa–Teapa. Autobús: Desde la terminal de Villahermosa salen autobuses ado hacia Tacotalpa y, desde allí hay que tomar un autobús urbano a Tapijulapa. En avión: Puedes viajar desde el aeropuerto de Villahermosa.
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