Tirolesa y barranquismo en Baja California - México Desconocido
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Ecoturismo y aventura

Tirolesa y barranquismo en Baja California

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© Alfredo Martínez

Practica tirolesa y barranquismo en el Valle de Guadalupe, lánzate a la aventura que esta tierra sibarita tiene para ti.

¿Has hecho barranquismo?

El Valle de Guadalupe es uno de esos lugares que parecen estar en medio de todo… casi remata al norte con la frontera y al sur con la vasta península de Baja California (un buen presagio del mosaico de aventuras que caracteriza al municipio más grande de México: Ensenada). Esta zona goza de un clima mediterráneo que le ha convertido en la reconocida zona vitivinícola que es hoy, desarrollando una cultura del vino muy a la mexicana que ahora le caracteriza y está tan a la moda en toda Baja. Sin embargo, lo sibarita no quita lo valiente, y la mejor experiencia resulta al sumar aventura a lo sofisticado; así que proponemos tres espacios de gran arraigo e interés que se descubren prácticamente al lado de los viñedos, perfectos para realizar tirolesa y barranquismo.

Alfredo Martínez

Aunque existen registros arqueológicos que rebasan los 7,000 años de ocupación humana, los kumiay se reconocen como el último grupo nativo en habitar esta región, encajados en la falda de la sierra al noreste del valle en lo que ahora es San Antonio Necua. Esta población indígena sigue vigente con una dinámica vigorosa y preocupada por rescatar su lengua y saberes ancestrales; los niños de la primaria, por ejemplo, tienen clase de arquería para practicar técnicas de caza.

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La comunidad cuenta con un centro de visitantes muy bien armado, cuya ala cultural Siñaw Kuatay (bellota grande) debería ser una parada obligada para todo visitante a Ensenada: su farmacia viviente engalana la fachada de todo el complejo, que consta de un anfiteatro al aire libre, un museo comunitario que ilustra la fase del kumiay ranchero, un taller de finísimos canastos de fibra natural y un comedor para degustar comida tradicional a base de semillas, trigo y hierbas. El laborioso atole de bellota con miel es una delicia que sigue siendo elaborada por las mujeres de esta localidad.

El celo por compartir su visión de la vida incluye la bendición de don Agustín, la autoridad tradicional. Con un mazo de salvia en la mano y palabras kumiay en la boca, reza para dar la bendición de bienvenida a todos los grupos que llegan, buscando que su estancia sea feliz y puedan disfrutar de las tirolesas y practicar barranquismo. La despedida se encomienda a las niñas de la primaria entre cantos y danzas tradicionales.

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Atravesando el Valle, como queriendo llegar al mar por la carretera federal 1, está uno de los sitios con mejor vista panorámica de Ensenada y perfect . De un lado de estas montañas hay una red de cinco tirolesas y un puente colgante que acerca cerros empinados y profundos cañones en una experiencia que literalmente vuela a más de 100 metros del suelo. Es el tour de tirolesa Desert Nest, “nido del desierto”, que concede una perspectiva privilegiada del ambiguo ecosistema de esta zona a lo largo de sus 3.5 kilómetros de vuelo. La instalación es parte del original desarrollo turístico Cuatro Cuatros, que ha acertado en posicionarla como una forma diferente de convivir con la naturaleza, de tal forma que la experiencia completa se convierte en una herramienta de disfrute y evocación, incluso en tours nocturnos bajo la luz de la luna.

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Para llegar al punto de partida, es necesario abordar un 4×4 por un camino abrupto (pero no menos escénico) hacia lo alto de la sierra, donde hay una instalación rústica perfecta para dar pautas de seguridad y preparar el equipo necesario. Cada tirolesa tiene lo suyo: el brillo del mar a lo lejos, el vacío al cruzar sobre un profundo cañón, el dominar el vuelo como lo debe hacer un ave (aunque suspendido de un par de cables). La última tirolesa parece tener reservado lo mejor; no solo es la más larga sino que es la más colorida, pues desde ella se aprecia cómo plantas adaptadas al entorno árido conviven con plantaciones de vid y frondosos árboles de oliva… de hecho, uno pasa casi tocando con los pies el verde cenizo de los olivos antes de aterrizar en la última plataforma y sacarse la última foto con el arnés puesto. Este olivar parece extraído de alguna postal italiana, tapizado de pasto y flores en primavera.

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Después del recorrido conviene conocer el otro lado del cerro, en donde la vista se pierde en el horizonte azulado de la bahía de Salsipuedes. El día perfecto puede terminar relajándose en un bar abierto a la vastedad del océano, disfrutando de los mejores atardeceres que Ensenada puede ofrecer al lado del Pacífico y durmiendo en lujosas tiendas de campaña que sobresalen por encima de la perfecta alineación del viñedo próximo.

Barranquismo en pozas cristalinas

Sobre esta misma carretera, pero un poco más al norte, existe una aventura opuesta. En el Salto de Santa Rosa, lejos de volar sobre la superficie, la idea es encajarse en lo más íntimo del ecosistema, acompañando un disimulado cauce de agua a lo largo de este corto pero imponente cañón. Santa Rosa drena el agua desde los lomeríos del Valle de Guadalupe hacia la playa de La Misión, algunos kilómetros al norte de Ensenada. De hecho, la comunidad kumiay de San Antonio Necua y muchos viñedos se localizan en la ribera de este mismo arroyo.

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Para llegar a este paraje hay que tomar una corta desviación de terracería desde la carretera federal y estacionarse en el conocido balneario de El Salto. Para llegar al primer rapel (de hasta 50 metros) hay que caminar una media hora, donde la montaña se separa y asoma sus enormes muros de roca granítica. De hecho, el simple paseo hasta el pie del barranco vale mucho la pena… observar esa colosal estructura tiene un efecto hipnótico, un ritmo primitivo que contagia sus propiedades relajantes. A pesar de su cercanía a zonas súper sofisticadas, la experiencia tiene un sabor agreste. Es necesario llevar agua suficiente, comida y algo de abrigo, sobre todo durante el invierno. De hecho, lo más sensato es contratar un servicio de guía profesional.

Alfredo Martínez

La aventura incluye de cinco a seis rapeles y brincos en pozas de agua que, en invierno, pueden convertirse en un gran cauce. Por la distancia de la travesía, la variedad de sus técnicas de progresión y su ritmo pausado en un entorno prístino, esta experiencia es un verdadero “combo” para el amante de las actividades outdoors. En el valle, más allá de sus salas de degustación, hay oportunidades para acercarse a su naturaleza primaria y a su pasado remoto que, de alguna u otra manera, han forjado el presente de uno de los parajes más reconocidos de nuestra frontera norte. La experiencia sibarita es más que la cata de un buen vino.

 

Mejor temporada
La primavera es excelente porque el campo está verde, lleno de flores y no hace tanto frío; el verano es interesante porque inicia la vendimia y el ambiente en el Valle es muy festivo. Sin embargo, cualquiera de estas actividades se puede hacer a lo largo del año.

¿Con quién ir?
Lety Arce es la encargada de organizar la visita a la comunidad kumiay. Como no suele haber buena recepción, lo mejor es enviar un mensaje en Facebook a Lety Arce, de Ensenada. Para reservar las tirolesas de Desert Nest hay que acceder a desertnest.com
T. (646) 174 6789
[email protected]
Nuestro guía en el barranco fue Alex Solís, de XTour Expediciones, quien cuenta con equipo para grupos de hasta doce personas. Cumpliendo con mi promesa, en MexGeo Tours organizamos experiencias en la zona.
@xtour.bc
mexgeotours.com.

¿Dónde comer?
¡La lista es larga y en el Valle de Guadalupe hay para todos los gustos! Las alternativas realmente sobran y lo abarcan todo, desde cocina local, de autor u orgánica (Cocina de Doña Esthela, Doña Lupe, Animalón, Finca Altozano, Ochentos Pizza) hasta sitios súper exclusivos (Adobe Guadalupe, Agua de Vid, La Esperanza, Hacienda Guadalupe, Deckman’s, entre muchos, muchos otros). Todos ellos inmersos en un valle salpicado por viñedos pero con una atmósfera propia. En Ensenada, vale la pena darse la vuelta por sus cervecerías artesanales (La Transpeninsular, Agua Mala, Wendtland) y locales de mariscos, como los Tacos Marco Antonio en la empacadora vieja.

¿Dónde dormir?

En el Valle de Guadalupe hay alternativas para hospedarse que suelen ser tan refinadas como su gastronomía: hoteles boutique (Encuentro Guadalupe, Casa Mayoral, Hacienda Guadalupe), Bed & Breakfasts (Casa Encinares, Terra del Valle) y cabañas de lujo (Cuatro Cuatros, Glamping Ruta de Arte y Vino), así como casas y villas en AirBnB. En el puerto de Ensenada hay mucha más variedad y se encuentra a poco menos de media hora en auto. Su gama hotelera va desde hoteles de gran lujo como el Coral & Marina y el recién estrenado Hotel Lucerna.

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autor Fotógrafo especializado en deportes de aventura. ¡Ha trabajado para MD desde hace más de 10 años!
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